sábado, 19 de marzo de 2022

TOC - 4to Domingo de Cuaresma -Laetare - Una Justicia Profunda - Lc 15, 1-3. 11-32

Al leer esta parábola muchos se quedan con una vaga insatisfacción.
En de fascinarse con la misericordia de Dios, como se muestra al descuidado hijo,
se molestan por la parcialidad, o la injusticia, con la que el padre trata a su hijo mayor.
Y sí, de hecho, algunos padres muestran favoritismo.
Si oyen una queja sobre la niña de sus ojos, que sólo mueven la cabeza con incredulidad.
"No (lo / la) conoces. No, no podría hacer una cosa así. No, es sólo que así es su naturaleza.

"En ocasiones, el preocupado profesor, sacerdote 
o el vecino oirán amablemente el lamento,
" No sé qué hacer con él/ella, padre. Me ha roto el corazón. 
No lo puedo entender en absoluto.
" ¿Será que este descendiente pródigo es su favorito/a?

No será que conocemos a los hijos e hijas mayores demasiado bien. Son hijos que se quedaron en casa, solteros, a cuidar de sus padres ancianos?
Cuando los padres mueren, entierran con ellos los mejores años de sus vidas.
Esas vidas también fueron vidas muy duras u a veces solitarias
y si tienen rencores, debemos ser muy pero muy lentos para juzgarlos.

A veces vemos la foto sobre la chimenea de alguna casa de campo,
todos parados afuera y mostrando al hijo viajero que ha vuelto,
de pie con su próspera familia. Es un foto reveladora.
Al lado, el agricultor, soltero, sin licenciatura, su gorra sudada,
su polo de cuello redondo y el rostro arrugado y curtido por el duro clima,
luce más como el padre que como el hermano del viajero que ha vuelto.

Sí, podemos y debemos compadecernos por el hijo mayor.
Aunque no tiene nada por qué ser perdonado,
a veces la vida obediente, monótona y dura de nuestras vidas
nos hacen envidiar la vida aventurera, de libertad sin límites del pródigo hijo.

Internamente, hasta envidiamos al pecador por sus despreocupaciones y sus buenos tiempos.
De repente, por eso aceptamos tan fácilmente la noción de la retribución final.
Acariciamos la idea de que nuestros buenos tiempos están por venir, que ya delante de nosotros
y esperamos que los playboys de este mundo paguen por sus malgastados placeres a su debido tiempo.

El hijo mayor representa a todos los ciudadanos sólidos, que han sido ‘la sal de la tierra’,
mientras que detrás de la bandera del hijo pródigo se apiñan todos los libertinos, 
los inadaptados, los abandonos, los débiles y el resto de los rechazos del mundo.

Lo desconcertante de esta parábola es el epílogo sobre la actitud del hijo mayor.
Si la parábola es acerca de la infinita misericordia de Dios para con el pecador, a continuación, 
en el momento en que se realizan la fiesta en honor del errante que ha regresado, entendemos el mensaje.
¿Por qué desperdiciar algo de simpatía por el resentido hijo mayor?
De una cosa estamos seguros, el narrador de la parábola era un verdadero maestro de su oficio.

Entenderemos mejor esta parábola si la vemos a través de los ojos de uno de los rechazados del mundo:
De un Inmigrante, de un huérfano, de un defensor de la naturaleza, de una viuda abandonada,
de un desertor, de un inadaptado, de algún minusválido.
Quizás esta sea la respuesta de nuestro Señor a quien se queja:
"¿Por qué yo? ¿Por qué me tocó ser el que se quede afuera?"

Lo que el reluctante hijo mayor no pudo ver es que es el necesitado 
quien debería tener muchas más razones para quejarse y reclamar el amor y el perdón de Dios. 
No sólo durante la cuaresma o el adviento, sino siempre, cada día.

Sin embargo, en vez de quejarnos como el hijo mayor, debemos actuar como el hijo menor
que se mueve a la acción y busca el perdón y la inclusión de la mesa de la eterna abundancia. 
Busquemos y pidamos sin reclamos ni quejas la misericordia amorosa de un padre que nos ama incondicionalmente.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, ciclo C, 4to Domingo de Cuaresma
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Primera lectura: Jos 5, 9a. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: 

“Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto”.
Los israelitas acamparon en Guilgal, 
donde celebraron la Pascua, 
al atardecer del día catorce del mes, 
en la llanura desértica de Jericó. 
El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, 
panes ázimos y granos de trigo tostados. 
A partir de aquel día, cesó el maná. 

Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año 
comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán.

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Salmo Responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Proclamemos la grandeza del Señor, 
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso 
y me libró de todos mis temores.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Confía en el Señor y saltarás de gusto, 
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres 
y los libra de todas sus angustias.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
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Segunda lectura: 2 Cor 5, 17-21
Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva; 
para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo 
y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. 
Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo 
y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, 
y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. 
Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, 
es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. 
En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios. 
Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, 
para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 15, 18: 
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Evangelio: Lc 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, 
se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. 
Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: 
"Éste recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Un hombre tenía dos hijos, 
y el menor de ellos le dijo a su padre: 
'Padre, dame la parte de la herencia que me toca'.
Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, 
se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, 
viviendo de una manera disoluta.
Después de malgastarlo todo,
sobrevino en aquella región una gran hambre 

y él empezó a padecer necesidad.
Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, 
el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.
Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, 
pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: 
'¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra,
y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre!
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: 
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 
ya no merezco llamarme hijo tuyo. 
Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre.
Estaba todavía lejos, 
cuando su padre lo vio 
y se enterneció profundamente. 
Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos.
El muchacho le dijo: 
'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 
ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre les dijo a sus criados: 
'¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; 
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; 
traigan el becerro gordo y mátenlo. 
Comamos y hagamos una fiesta, 
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, 
estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver,
 cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. 
Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: 
'Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, 
por haberlo recobrado sano y salvo'. 
El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara;
 pero él replicó: 
'¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, 
y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! 
Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, 
que despilfarró tus bienes con malas mujeres, 
y tú mandas matar el becerro gordo'.
El padre repuso: 
'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. 

Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, 
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, 
estaba perdido y lo hemos encontrado' ".
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Oremos:
Dios nuestro, que reconcilias maravillosamente al género humano
por tu Palabra hecha carne;
te pedimos que el pueblo cristiano
se disponga a celebrar
las próximas fiestas pascuales
con una fe viva y una entrega generosa.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.


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¿Qué es Laetare?
Laetare, es el nombre que recibe el cuarto domingo de Cuaresma, según el calendario litúrgico de la mayoría de las iglesias de Ritos latinos. Laetare quiere decir "alégrense". Se le conoce también como el "Domingo de la Alegría", aunque sea una alegría pasajera y efímera.
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martes, 1 de marzo de 2022

TOC - 3er Domingo de Cuaresma - Llamados a Ser Vida - Lc 13, 1-9


En muchos países se ven campos cultivados con intensidad,
casi no queda una pulgada sin cultivar; se ven sembríos
de maíz, de trigo y otros cultivos en crecimiento.
En otros países quedan paisajes agrestes, salvajes y sin cultivar, son grandes extensiones intocadas por mano humana.
En ambos casos, sea la utilización de los espacios
como la conservación de áreas protegidas
muestran que somos capaces de dar frutos sin dañar la creación.

En otros casos, tierras extensas destruidas por el “progreso
y egoísmo de algunos pocos que extrayendo mineral acaban
con la vida de esos suelos, sub-suelos, ríos y atmósfera.
Con la anuencia de funcionarios corruptos, se prefiere favorecer grandes industrias extractivas, legales e ilegales en contra del bienestar común y el cuidado de la naturaleza.

Es triste ver a la gente que luchó tanto y con tanta pasión por la tierra
enfrentar el exterminio de las especies y personas en tierras descuidadas y destruidas.

Esas experiencias hacen de la parábola de la higuera estéril una parábola de nuestras vidas.
A cada uno de nosotros se le ha dado un pedazo de tierra en la viña del Señor para que produzca frutos.
Algunos producen frutos de vida y otros ninguno o de muerte.
Cada parcela es diferente y a menudo produce diferentes frutos.
Muchos optan por tener familia, otros crean empresas o participan en la gestión de ellas,
otros trabajan en instituciones públicas o privadas.
Muchos deciden dar frutos como: maestros, médicos, enfermeras, trabajadores sociales, sacerdotes,
otras profesiones de servicios sociales o trabajos similares.
Desarrollan la educación, medicina, servicios sociales o religión.
A cada uno se le encarga dar fruto en y con nuestras vidas, en los campos y cultivos a nuestro cuidado.
Por eso, es muy saludable hacer un balance del rendimiento de nuestra parcela personal,
para ver que clase de frutos hemos obtenido.

En las noches de verano, después de la dura jornada,
un buen granjero pasea por su tierra, para ver qué falta o sobra.
Apoyado a la puerta de su finca,
echa una mirada a sus cultivos y a su ganado,
piensa en lo hecho y lo que hay que hacer
para asegurar una buena y sana cosecha.
Eso mismo debemos hacer nosotros
para hacer un balance
de la calidad de nuestra vida familiar,
de nuestra participación o falta de ella en nuestra comunidad,
de nuestro compromiso con nuestros trabajos
y nuestros colegas, más allá de la exigencia de la ley.

Al pausar y revisar nuestras vidas, acciones, pensamientos y omisiones,
siempre vamos a encontrar nuestro verdadero lugar en este mundo.
Aunque pensamos que ya tenemos nuestro lugar fijo, lo cierto es que debemos ganarlo
y asegurarlo día a día para no ser como la higuera estéril,
que sólo ocupa el terreno y no da frutos.
Siendo humildemente honesto, pocos de nosotros admitirá
que tal vez alguien más haría él trabajo mejor que nosotros. Nadie es indispensable.

El poder de Cristo ha llegado para actuar entre nosotros, para abonar nuestras vidas,
para remover nuestras seguridades y fecundarlas.
Al igual que la higuera estéril, Dios nos da a todos muchas oportunidades, una y otra vez,
hasta que demos buenos frutos.
Dejemos que el Evangelio de hoy sea uno de ellos y nos haga fecundos.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, ciclo C, 3er Domingo de Cuaresma
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Primera lectura: Ex 3, 1-8a. 13-15
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro, Jetró, sacerdote de Madián.
En cierta ocasión llevó el rebaño más allá del desierto,
hasta el Horeb, el monte de Dios,
y el Señor se le apareció en una llama que salía de un zarzal.
Moisés observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: “Voy a ver de cerca esa cosa tan extraña,
por qué la zarza no se quema”.

Viendo el Señor que Moisés se había desviado para mirar, 
lo llamó desde la zarza: “¡Moisés, Moisés!” 
Él respondió: “Aquí estoy”
Le dijo Dios: “¡No te acerques! Quítate las sandalias, 
porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. 

 Y añadió: “Yo soy el Dios de tus padres, 
el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.

Entonces Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
Pero el Señor le dijo: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto,
he oído sus quejas contra los opresores y conozco bien sus sufrimientos. 
He descendido para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios, para sacarlo de aquellas tierras
y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel”.


Moisés le dijo a Dios: “Está bien. Me presentaré a los hijos de Israel y les diré:
‘El Dios de sus padres me envía a ustedes’;
pero cuando me pregunten cuál es su nombre, ¿qué les voy a responder?”


Dios le contestó a Moisés: “Mi nombre es Yo-soy”;
y añadió: “Esto les dirás a los israelitas: ‘Yo-soy me envía a ustedes’.
También les dirás:
‘El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob,
me envía a ustedes’. Éste es mi nombre para siempre.
Con este nombre me han de recordar de generación en generación”. 

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Salmo Responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 (8a)
Bendice, al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice, al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor hace justicia y de la razón al oprimido.
A Moisés le mostró su bondad y sus prodigios al pueblo de Israel.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
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Segunda lectura: 1 Cor 10, 1-6. 10-12
Hermanos: No quiero que olviden que en el desierto nuestros padres estuvieron todos bajo la nube,
todos cruzaron el Mar Rojo y todos se sometieron a Moisés, por una especie de bautismo en la nube y en el mar.
Todos comieron el mismo alimento milagroso y todos bebieron de la misma bebida espiritual,
porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo.
Sin embargo, la mayoría de ellos desagradaron a Dios y murieron en el desierto. 

Todo esto sucedió como advertencia para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas como ellos lo hicieron.
No murmuren ustedes como algunos de ellos murmuraron y perecieron a manos del ángel exterminador.
Todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo para nosotros
y fueron puestas en las Escrituras como advertencia para los que vivimos en los últimos tiempos.
Así pues, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer.

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Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 17
R.
 Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Conviértanse, dice el Señor, porque ya está cerca el Reino de los cielos.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Evangelio: Lc 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús
y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos,
mientras estaban ofreciendo sus sacrificios.
Jesús les hizo este comentario: 
“¿Piensan ustedes que aquellos galileos, 
porque les sucedió esto,
eran más pecadores que todos los demás galileos?
Ciertamente que no;
y si ustedes no se arrepienten, 
perecerán de manera semejante.
Y aquellos dieciocho
que murieron aplastados por la torre de Siloé, 
¿piensan acaso que eran más culpables
que todos los demás habitantes de Jerusalén?
Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten,
perecerán de manera semejante”.
 

Entonces les dijo esta parábola:
“Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador:
‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado.
Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’

El viñador le contestó:
‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono,
para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ”. 

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Oremos:
Padre de misericordia y origen de todo bien,
que en el ayuno, la oración y la limosna
nos muestras el remedio del pecado,
mira con agrado
el reconocimiento de nuestra pequeñez,
para que seamos aliviados
por tu misericordia
quienes nos humillamos interiormente.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos.

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TOC - 2do Domingo de Cuaresma - Transfigurando la Vida - Lc 9, 28-36

La Transfiguración de Jesús, estrecha la ya cercana relación con Pedro, Santiago y Juan.
Mateo, Marcos y Lucas nos dicen que Jesús se llevó a una montaña
a Pedro, Santiago y Juan, sus tres discípulos más cercanos.
Hay otras dos ocasiones en que Jesús escogió involucrar solo a estos tres discípulos.
Uno fue cuando trajo de la muerte a la vida a la hija de Jairo (Lc 8, 51; Mc 5, 37)
y la otra en el jardín de Getsemaní (Mc 14, 33).
En la Biblia, las montañas son frecuentemente lugares de oración y de revelación.
Quizá en la montaña iba a revelar a sus discípulos su intención
de ir en camino a Jerusalén para su ofrenda máxima: la ofrenda de sí mismo.

La Transfiguración es un misterio incomprensible para una razón no creyente.
Fue una especie de transformación sobrenatural.
Parece haber sido una glorificación temporal de Jesús, es decir;
Allí se vio, aunque momentáneamente, su futura gloria resucitada,
aunque no fue un cambio permanente, porque Jesús aún no había resucitado.

Hasta antes de la Transfiguración, Jesús hizo todo lo que el Padre le pidió hacer.
El cumplir la voluntad del Padre, libre y generosamente, se hace muy notorio
en su ministerio público de enseñanza, predicación y sanación.
Jesús ha enseñado la esencia de nuestra relación con el Padre y el Reino
que es el amor, la misericordia y el servicio.
Ha predicado que el Reino de Dios está abierto y que nunca se cierra,
ha sanado no solo cuerpos sinó también corazones, historias y voluntades.

Jesús está ahora listo para donar su vida y derramarla con su muerte.
Sabe que sólo así cumplirá de manera completa y perfecta la voluntad del Padre.
La vida de Jesús después de la Transfiguración, indica que Él ve lo real que es el camino que lo va a conducir a su muerte,
que aunque le cuesta, la acepta con valentía porque sabe que es parte del plan de Salvación de su Padre.
Por eso, no vacila ni trata intencionalmente de evitarla ni moverse de ella.

En Lc 9, 28-36, Lucas resalta que tanto en la Transfiguración como en su Bautismo,
su padre declara del mismo modo (en Mateo, es exactamente igual).
La voz de Dios desde el cielo declara: “Este es mi Hijo, el Elegido. escúchenlo". 
En esta nueva y dolorosa tarea para hacer la voluntad del Dios, Jesús  recibe una nueva aprobación del Padre.
Por eso, vemos que este evento afectó profundamente a Jesús.

Los tres discípulos que tuvieron el privilegio de observar este evento, también son profundamente afectados por la Transfiguración.
Pedro, Santiago y Juan vieron la brillante transfiguración del rostro y la ropa de Jesús.
Ellos vieron y escucharon a Moisés y Elías hablando a Jesús. Oyeron la voz del Padre desde el cielo.
Al considerar el efecto que esto debe haber tenido en ellos,
recordamos que la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo se produjo poco antes de esta Transfiguración.
Por lo tanto, la Transfiguración se convirtió en una poderosa confirmación mesiánica de Jesús para los discípulos.
Dios mismo había hablado desde el cielo declarando a Jesús como su Hijo, su enviado y su presencia.

Además de este evento, la predicción de la pasión de Jesús desconcierta a los discípulos.
Jesús les había dicho que debía ir a Jerusalén y morir, algo que no solo los desconcertaba,
sino que los enojaba y los desesperanzaba, porque eso no era lo que se suponía que debía hacer el Mesías.
Pero en la Transfiguración, Moisés y Elías discutían con Jesús su muerte venidera.
Ese evento sumado a la visión de los profetas les ayudó a tener las enseñanzas de Jesús acerca de su pasión
en una perspectiva apropiada, salvífica y liberadora,
aunque lo entendieron recién luego de su Resurrección.
Entendieron que la Pasión no es el final y que las promesas de vida eterna eran ciertas y reales.
Eso les ayudó en efecto, a saber "escucharlo".
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Lecturas Bíblicas en lenguaje Latinoamericano, ciclo C, 2do. Domingo de Cuaresma
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Primera lectura: Gen 15, 5-12. 17-18
En aquellos días, Dios sacó a Abram de su casa y le dijo:
"Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes".
Luego añadió: "Así será tu descendencia".

Abram creyó lo que el Señor le decía
y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.
Entonces le dijo: "Yo soy el Señor, el que te sacó de Ur,
ciudad de los caldeos, para entregarte en posesión esta tierra".

Abram replicó: "Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?"
Dios le dijo: "Tráeme una ternera, una cabra y un carnero,
todos de tres años; una tórtola y un pichón".


Tomó Abram aquellos animales, los partió por la mitad
y puso las mitades una enfrente de la otra, pero no partió las aves.
Pronto comenzaron los buitres a descender sobre los cadáveres
y Abram los ahuyentaba.

Estando ya para ponerse el sol, Abram cayó en un profundo letargo, y un terror intenso y misterioso se apoderó de él.
Cuando se puso el sol, hubo densa oscuridad y sucedió que un brasero humeante y una antorcha encendida,
pasaron por entre aquellos animales partidos.

De esta manera hizo el Señor, aquel día, una alianza con Abram, diciendo:
"A tus descendientes doy esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates''.
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Salmo Responsorial: Salmo 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14 (1a)
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

Oye, Señor, mi voz y mi clamores y tenme compasión;
el corazón me dice que te busque y buscándote estoy.
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

No rechaces con cólera a tu siervo, tú eres mi único auxilio;
no me abandones ni me dejes solo, Dios y salvador mío.
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

La bondad del Señor espero ver en esta misma vida.
Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
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Segunda Lectura: Fil 3, 17–4, 1
Hermanos: Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta
de aquellos que siguen el ejemplo que les he dado a ustedes. 
Porque, como muchas veces se lo he dicho a ustedes,
y ahora se lo repito llorando,
hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. 
Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse
y sólo piensan en cosas de la tierra.

Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, 
de donde esperamos que venga nuestro Salvador, Jesucristo. 
Él transformará nuestro cuerpo miserable
en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, 
en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.

Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: 
ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.

O bien: Fil 3, 20–4, 1
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro Salvador, Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo,
en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.

Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos,
que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
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Aclamación antes del Evangelio: Cf Mc 9, 7
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 
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Evangelio: Lc 9, 28b-36
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan,
y subió a un monte para hacer oración. 
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto
y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. 
De pronto aparecieron conversando con él
dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías.
Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; 
pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. 
Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: 
"Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: 
una para ti, una para Moisés y otra para Elías", sin saber lo que decía.

No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; 
y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. 

De la nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo". 
Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.

Los discípulos guardaron silencio
y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
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TOC - 1er. Domingo de Cuaresma - Jesús y las tentaciones - Lc 4, 1-13

En la lectura de hoy se enumeran tres tentaciones:
-Cambiar las piedras en pan.
Las piedras abundaban en torno a Jesús. Si todas las piedras se cambiaban en pan habría suficiente comida para toda su vida.

La pobreza en el mundo se agudiza porque mucha gente quiere apilar y almacenar dinero y lo material para toda su vida.
Es la sensación de inseguridad.
Ceder a esta tentación nos llevará a robar, engañar,
tomar y arrancar de los demás tanto como nos sea posible.

-Inclinarse y adorar al diablo.
Esta tentación por el poder comienza cuando nos olvidamos
de la enseñanza de Jesús: “Los que desean ser los primeros deberán ser los servidores de todos”.
Este olvido nos lleva a codiciar el poder, bienes, posición y fama
aun a costa de sacrificar la dignidad del otro.

-Saltar desde lo alto del templo.
Cuando confiamos sólo en nuestras propias fuerzas e inteligencia, dejamos de lado a Dios.
Paradójicamente, es esa “inteligencia” la que ha violado y trastornado el curso de la naturaleza,
la ha destruido provocando graves calamidades naturales.

En cada una de estas tentaciones lo que el diablo le está diciendo a Jesús es: "Usa lo que tienes para conseguir lo que quieres."
Y a cada una de las tentaciones, Jesús las vence respondiendo: "¡No!,
Debemos utilizar los medios adecuados para satisfacer nuestras necesidades
y conseguir nuestros objetivos en la vida".

En la 1ra. tentación, Jesús había ayunado durante cuarenta días en el desierto
y al final del ayuno sintió mucha hambre.
El diablo trata de ponerle esta idea en la cabeza:
"Si eres Hijo de Dios, haz que esta piedra que se convierta en pan" (Lc 4, 3).

Lo primero que el diablo hace es sembrar una duda en su mente:
"Si eres Hijo de Dios" "¿Está realmente seguro de que Dios está contigo?"

Lo mismo ocurrió en el jardín del Edén.
Lo primero que el tentador le dijo a Eva fue:
"¿Así que Dios les ha dicho
que no deben comer el fruto de éste árbol del huerto?" (Génesis 3: 1).

La tentación siempre empieza con una duda en la mente.
¿Realmente Dios dice esto o es sólo un cuento de hadas?
Jesús venció las tentaciones al negarse a entretenerse con tales dudas
y poniéndose fuerte con el poder de la palabra de Dios.

Cuando enfrentamos cualquier tentación, no basta decir "No".
Hay que preguntarnos como Jesús hizo para disipar la duda.
Compara tu tentación con cualquiera de las tres tentaciones de Jesús y busca la sabiduría de Dios
que vence toda duda y nos permite manejar y dominar la tentación.

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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano, Cuaresma I, Ciclo C
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Primera lectura: Dt 26, 4-10
En aquel tiempo, dijo Moisés al pueblo:
“Cuando presentes las primicias de tus cosechas,
el sacerdote tomará el cesto de tus manos
y lo pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tú dirás estas palabras ante el Señor, tu Dios:
‘Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto
y se estableció allí con muy pocas personas;
pero luego creció hasta convertirse en una gran nación,
potente y numerosa.

Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron
y nos impusieron una dura esclavitud.
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres,
y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra humillación,
nuestros trabajos y nuestra angustia. 

El Señor nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo protector, con un terror muy grande,
entre señales y portentos; nos trajo a este país y nos dio esta tierra, que mana leche y miel.
Por eso ahora yo traigo aquí las primicias de la tierra que tú, Señor, me has dado’.
Una vez que hayas dejado tus primicias ante el Señor, te postrarás ante él para adorarlo”. 

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Salmo responsorial: Salmo 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15 /
Tú, que vivas al amparo del Altísimo
y descansas a la sombra del todopoderoso,
dile al Señor: “Tu eres mi refugio y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío”.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

No te sucederá desgracia alguna, ninguna calamidad caerá sobre tu casa,
pues el Señor ha dado a sus ángeles la orden de protegerte a donde quiera que vayas.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

Los ángeles de Dios te llevarán en brazos para que no te tropieces con las piedras,
podrás pisar los escorpiones y las víboras y dominar las fieras.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

“Puesto que tú me conoces y me amas, dice el Señor, yo te libraré y te pondré a salvo.
Cuando tú me invoques, yo te escucharé, y en tus angustias estaré contigo,
te libraré de ellas y te colmaré de honores”.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

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Segunda lectura: Rom 10, 8-13
Hermanos: La Escritura afirma:
Muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón,
se encuentra la salvación,
esto es, el asunto de la fe que predicamos.

Porque basta que cada uno declare con su boca 
que Jesús es el Señor y que crea en su corazón 
que Dios lo resucitó de entre los muertos,
para que pueda salvarse. 

En efecto,
hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad 
y declarar con la boca para alcanzar la salvación.

Por eso dice la Escritura:
Ninguno que crea en él quedará defraudado, porque no existe diferencia 
entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, 
espléndido con todos los que lo invocan, 
pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él.

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Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 4
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Evangelio: Lc 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo,
regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu,
se internó en el desierto, donde permaneció
durante cuarenta días y fue tentado por el demonio.

No comió nada en aquellos días,
y cuando se completaron, sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:
“Si eres el Hijo de Dios,
dile a esta piedra que se convierta en pan”.
Jesús le contestó:
“Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.

Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra y le dijo:
“A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero.
Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras”.
Jesús le respondió:
“Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.

Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo:
“Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito:
Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos,
para que tus pies no tropiecen con las piedras”.
Pero Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora.

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Oremos:
Dios todopoderoso,
concédenos que por la práctica anual de la Cuaresma,
progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo
y vivamos en conformidad con él.

Por nuestro Señor Jesucristo, 
tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos.

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