sábado, 12 de noviembre de 2022

TOC - semana 34 - El Rey de la paz - Lc 23, 35-43, Fiesta de Cristo Rey



Mientras Jesús colgaba en la cruz, alguna gente se burlaba de él llamándolo "Rey de los judíos".

Los títulos escritos en la pieza de madera que colgaba sobre su cabeza tenían que ser una ironía. 

frase latina IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM

 Jesús ya le había dicho a Poncio Pilato: "Yo soy un rey. 
Nací para esto. Vine al mundo para esto", 
pero también aclaró que su reino no era de este mundo. 

En los estados no monárquicos, 
se empatiza con la realeza con mucha dificultad. 
Para mucha gente del mundo moderno, 
el concepto de realeza refleja autoritarismo, 
división de clases y privilegios injustos y no ganados.

Esta es muy distinta de la realeza de Jesús; 
la realeza del Cristo, es apolítica, universal y supranacional. 
Su núcleo es un tipo especial de justicia, 
no de las leyes humanas falibles, 
sino de ayuda y protección para los débiles, los pobres y los indefensos. 

Si la justicia de Dios operara realmente en nuestro mundo, traería paz entre las naciones y entre los individuos. 
Es interesante cómo la gente con poder real o imperial no podía confrontar el poder moral de Cristo. 

Su reacción fue golpear a ciegas, usar la violencia contra quien amenazaba su poder. En los tiempos imperiales en que vivió Jesús, en muchos sentidos, la justicia era pisoteada por el poder de los poderosos. 

Para cambiar esto era necesario comenzar completamente nuevo, algo que él solo podía iniciar, 
en última instancia, mediante el completo sacrificio de sí mismo. Aunque Cristo murió en aparente impotencia, lo hizo con un gran poder real y espiritual. Ese poder será revelado al final de los tiempos. 
El ladrón arrepentido lo vislumbró cuando dijo: "Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino".

Jesús habló del reino de Dios en parábolas, en cada parábola esconde un misterio. 
Por ejemplo, para los judíos la semilla de mostaza era la más pequeña de todas, la más insignificante de todas las cosas. Sin embargo, de ella crece un árbol enorme. 

El reino de Dios viene así, de una manera oculta, 
incluso a pesar del aparente fracaso. 

Como pasó con la semilla de mostaza, este pequeño comienzo tiene la promesa de un final magnífico. "Pienso que lo que sufrimos en esta vida nunca puede ser comparado con la gloria todavía no revelada que nos espera", escribió San Pablo (Rom 8:18). 

En las referencias al Reino, Jesús contradice el presente y el futuro cuando dice que El reino está aquí y ahora, pero no todavía. 
Se nos dice y se nos pide mirar hacia adelante, 
como en el Padre Nuestro al orar, "Venga tu reino". 
Jesús nos dice que:
"El reino de Dios no viene para ser visto y admirado, 
no crean cuando digan: "Mira aquí está", o "Allí está", 
porque el reino de Dios está ya dentro de ustedes." (Lc 17, 20s).
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Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo


Primera lectura: 2 Sm 5, 1-3
En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David, de la tribu de Judá, y le dijeron: "Somos de tu misma sangre. Ya desde antes, aunque Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducía a Israel, pues ya el Señor te había dicho: 'Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo; tú serás su guía' ".

Así pues, los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver a David, rey de Judá. David hizo con ellos un pacto en presencia del Señor y ellos lo ungieron como rey de todas
las tribus de Israel.

Salmo Responsorial: Salmo 121, 1-2. 4-5
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: "Vayamos a la casa del Señor"!
Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: "La paz esté contigo".
Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

Segunda lectura: Col 1, 12-20
Hermanos: 
Demos gracias a Dios Padre, 
el cual nos ha hecho capaces de participar
en la herencia de su pueblo santo, 
en el reino de la luz.

El nos ha liberado del poder de las tinieblas 
y nos ha trasladado 
al Reino de su Hijo amado,
por cuya sangre recibimos la redención, 
esto es, el perdón de los pecados.

Cristo es la imagen de Dios invisible, 
el primogénito de toda la creación,
porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas,
del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles,
sin excluir a los tronos y dominaciones, a los principados y potestades.
Todo fue creado por medio de él y para él.

El existe antes que todas las cosas, y todas tienen su consistencia en él.
El es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.
El es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo.

Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud
y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra,
y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz.

Aclamación antes del Evangelio: Mc 11, 9. 10
R. Aleluya, aleluya.
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!
R. Aleluya.

Evangelio: Lc 23, 35-43
Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido".

También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". 
Pero el otro le reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. 
Pero éste ningún mal ha hecho". 

Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí". 
Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".


Oración
Dios todopoderoso y eterno,
que quisiste restaurar todas las cosas
por tu amado Hijo,
Rey del universo,

te pedimos que la creación entera,
liberada de la esclavitud del pecado,
te sirva y te alabe eternamente.

Por nuestro Señor Jesucristo, 
tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, 
por los siglos de los siglos.

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