viernes, 22 de julio de 2022

TOC - - Domingo 19 - De la Mano de Dios - Lc 12, 35-40

La fe que Abraham desarrolló en Dios finalmente le trajo serenidad y gozo. El gran patriarca tenía tanta confianza en la promesa de Dios que era el motor que había comenzado a sostener su vida. 
Impresiona el modo en que Abraham obedece, sin protesta ni duda a este Dios nuevo que le pidió que dejara atrás el pasado y se lanzara a un futuro desconocido. Una confianza absoluta aún en medio de la incertidumbre.

El Evangelio de hoy nos dice que quienes pertenecemos a Jesús no tenemos por qué tener miedo. Él es fuerza que fortalece y seguridad que da confianza. Quienes hacemos de Dios nuestro  tesoro, y nos comprometemos con Cristo como nuestro guía para vivir, vemos la vida como un viaje que nos conduce a nuestro verdadero hogar donde un Padre amoroso nos espera para acogernos. Si podemos mantener los ojos fijos en la visión que Dios ha prometido y sintonizar nuestros oídos con la voz de Dios en las Escrituras y en los acontecimientos de la vida cotidiana, entonces podemos vivir con confianza en su presencia.

El Evangelio también sugiere que en ésta vida, Dios también nos exige. Pero siempre son gestos y signos de su amor. Si los santos de la Escritura tenían muchas pruebas del amor de Dios, también experimentaban sufrimientos como individuos y como raza. 

A menudo su fe pasó por grandes pruebas, como la de Abraham y su esposa Sara, cuando parecía que la promesa de los hijos nunca podía realizarse, se hizo realidad. La espiritualidad de Abraham lo impulsa a tratar de seguir firmemente la llamada de Dios, tomado de su mano aún en la oscuridad de la fe. Él se convirtió en un modelo para la fe cristiana.

No sabemos de antemano qué nos exigirá el amor de Dios, muchas veces, sus exigencias chocarán con nuestros propios planes. No podemos saber cuándo una enfermedad personal, el duelo o alguna otra calamidad pondrá a prueba nuestra fe. Pero confiamos en que nuestra vida será un éxito si ponemos nuestro corazón en ser fieles a la voluntad de Dios. Nuestra fe, como la de Abraham, nos lleva hacia adelante, siempre señalando algo aún por venir. Si tenemos fe como la suya, al final de nuestra peregrinación se cumplirán todas las promesas de Dios.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Semana 19 - TOC

Primera lectura: Sab 18, 6-9

La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, 
para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.

Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. 
En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios 
nos cubriste de gloria a tus elegidos.

Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, 
y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, 
de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. 
Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.
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Salmo Responsorial: Salmo 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 (12b)

Que los justos aclamen al Señor, es propio de los justos alabarlo.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, 
dichoso el pueblo que eligió por suyo.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían;
los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

En el Señor está nuestra esperanza,: 
Pues él nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros, 
puesto que ti, Señor, hemos confiado.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
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Segunda lectura: Heb 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, 
en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Todos ellos murieron firmes en la fe. 
No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. 
Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. 
Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; 
pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. 
Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. 
Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, 
se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, 
porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. 
Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; 
por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
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O bien: /  Heb 11, 1-2. 8-12
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, 
como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 24, 42. 44
R.
Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino.

Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas
que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba,
allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla.

Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.
Sean semejantes a los criados que están esperando 
a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque.

Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela.
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, 
los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa.
Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?"

El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, 
con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. 
Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. 
Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. 
Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, 
a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, 
llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; 
pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más''.
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O bien: Lc 12, 35-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. 
Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, 
para abrirle en cuanto llegue y toque. 
Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. 
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. 
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. 
Pues también ustedes estén preparados, 
porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.
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miércoles, 20 de julio de 2022

TOC - Dom 18 - Lc, 12, 13-21 - Lecturas en imágenes y en lenguaje Latinoamericano









TOC - Domingo 18 - Rico, pero sin riquezas - Lc 12, 13-21

La parábola del rico insensato es una advertencia sombría para cualquier persona que se complace disfrutando sólo de su riqueza y comodidad, mientras que otros se mueren de hambre. El modelo económico impuesto por nuestra sociedad capitalista y acumulativa, genera desigualdades y crea la mayor parte de las tensiones mundiales.

Hoy Jesús habla sobre las riquezas del cielo, comparadas con las riquezas terrenales. "Nunca hay un hoyo en la cubierta" es un buen viejo refrán irlandés. Como en las Bienaventuranzas, Jesús habla de los pobres de espíritu. En otras palabras, podría tener una gran cantidad de riqueza, pero ellas no me poseen, ni estoy esclavizado por ella. Nos habla de algo que todos conocemos demasiado bien. El primer millón nunca nos va a satisfacer! Puede ser el más difícil de conseguir. A veces, el impulso por querer ser alguien más, puede generar una compulsión por acumular más.
Hay que distinguir entre ser rico y tener riqueza.
Algunas de las personas más ricas que conozco tienen pocos bienes de este mundo. Hay mayor riqueza en un corazón amable y cariñoso.

Buscar el Reino de Dios significa algo más que ser parte del culto.
Incluye servicio a los demás, donarse.

El dinero no compra los regalos que verdaderamente traen felicidad.
Es una lección tan simple, pero uno nunca aprenderá
si nos negamos a abrir el corazón a ella. Al morir, dejamos todo atrás.

Dos trabajadores de una mujer rica la acompañaban en su agonía.
Esta mujer tenía la reputación de atesorar hasta el último centavo.
No tenía familia propia, estaba sola, sola, sola.

Todos tenía curiosidad por saber a dónde iría toda su fortuna
pues: (Donde hay herencia, siempre hay parientes),
pero nunca apareció nadie, hasta el final.
Al morir, uno de sus trabajadores susurró ¿Me pregunto cuánto dejó?
El otro respondió en voz baja, lo dejó todo.

El error en el hombre que vino a Jesús con la queja contra su hermano, así como el error del rico insensato, es que ellos pensaban sólo en ellos mismos y en nadie más. El Reino de Dios se alcanza mediante el intercambio de cargas con los demás. Lo que damos a los demás nunca se pierde, sino que se convierte en un tesoro para la eternidad, llevándonos hacia adelante, hacia el Reino.

Si nos preguntamos: ¿Qué esperamos de la vida? Podríamos respondernos de modo idealista, que de una parte podría ser fuente de inspiración. También podríamos responder de manera realista cuando nos fijamos bien en la forma en que realmente pasamos el tiempo, las opciones que tomamos todos los días aun sin pensarlo, lo que es importante en nuestra vida concreta. Todos vivimos entre lo real y lo ideal, el mejor punto de partida debe ser siempre el real. Sólo a partir de allí podremos comenzar a movernos.
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 Lecturas en lenguaje Latinoamericano XVII Domingo Ordinario, C

Primera lectura : Eclesiastés (Cohélet) 1, 2; 2, 21-23

"Vanidad de vanidades!" No las puedes llevar contigo cuando se muere.

Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión.
Hay quien se agota trabajando 
y pone en ello todo su talento, 
su ciencia y su habilidad,
y tiene que dejárselo todo a otro que no lo trabajó. 

Esto es vana ilusión y gran desventura.

En efecto, ¿qué provecho saca el hombre
de todos sus trabajos y afanes bajo el sol?
De día dolores, penas y fatigas; de noche no descansa.
¿No es también eso vana ilusión?
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Salmo Responsorial: Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (1)

Tú haces volver al polvo a los humanos, 
diciendo a los mortales que retornen.
Mil años son para ti como un día, que ya pasó; 
como una breve noche.
R. Señor, ten compasión de nosotros.

Nuestra vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba,
que despunta y florece en la mañana, 
y por la tarde se marchita y se seca.
R. Señor, ten compasión de nosotros.

Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos.
¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo?
R. Señor, ten compasión de nosotros.

Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda.
Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras.
R. Señor, ten compasión de nosotros.
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Segunda lectura: Col 3, 1-5. 9-11
Puesto que Cristo ha regresado al Padre, debemos buscar las cosas de arriba.

Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, 
busquen los bienes de arriba, donde está Cristo,
sentado a la derecha de Dios.
Pongan todo el corazón en los bienes del cielo,
no en los de la tierra,
porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces
también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con él.

Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes:
la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas,
los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría.
No sigan engañándose unos a otros;
despójense del modo de actuar del viejo yo 
y revístanse del nuevo yo, 
el que se va renovando conforme va adquiriendo
el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen.

En este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y no judíos,
israelitas y paganos, bárbaros y extranjeros, esclavos y libres, sino que Cristo es todo en todos.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 5, 3
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
R. Aleluya
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Evangelio: Lc 12, 13-21

El rico tonto, un comentario sobre la codicia y el egoísmo
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". 
Pero Jesús le contestó: 
"Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?"

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: 
"Eviten toda clase de avaricia, 
porque la vida del hombre no depende 
de la abundancia de los bienes que posea".

Después les propuso esta parábola: 
"Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: '
¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? 
Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros 
y construiré otros más grandes 
para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. 
Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; 
descansa, come, bebe y date a la buena vida'. 
Pero Dios le dijo: '¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. 
¿Para quién serán todos tus bienes?' 
Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo 
y no se hace rico de lo que vale ante Dios".
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Oración Colecta

Derrama, Padre, tu misericordia
sobre tu pueblo suplicante,
y ya que nos gloriamos de tenerte
por Creador y Señor,
renueva en nosotros tu gracia
y consérvala en tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina 
en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos.
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sábado, 16 de julio de 2022

TOC - Domingo 17 - Señor, enséñanos a orar - Lc 11, 1-13

Hoy en día, existen muchos métodos y técnicas de oración.
Se han multiplicado de acuerdo a la demanda y han crecido en variedad.
Lo elaborado, lo que está dicho y hecho no se puede comparar con la perspicacia del discípulo que, después de haber visto a Jesús orando, le pide: "Señor, enséñanos a orar."

Muestro primer paso para aprender a orar, es reflexionar sobre la vida de oración de Jesús y sobre el contenido de su oración. ¿Cuántas veces vemos a Jesús orando?

En su Evangelio, San Lucas nos ilumina con las veces que Jesús dedica a la Oración. ¡Unas a solas en las colinas, otras con sus discípulos, unas cuando está alegre, otras triste y otras antes de algún milagro, de alguna decisión importante o acontecimiento difícil en su vida!

En la oración de Jesús, Lucas nos introduce en sus técnica personal e íntima.
Nos lleva hasta el punto en que como el discípulo,  sencilla y humildemente sólo podemos pedir: "Señor, enséñanos a orar".  
Puede que tengamos que esperar y pasar mucho tiempo en silencio, observándole y escuchando su oración. Gradualmente, al igual que el aprendiz aprende de su amo, o como el suelo que se hace fértil con el rocío, su estilo de oración penetrará y germina en nuestros corazones. Entonces, despacio, una y otra vez, comenzaremos a vivir ese estilo de oración; el mejor que Él nos dejó. 

Practicando su oración viviremos con todo nuestro ser, la relación cercana e intensa con su Padre que es nuestro Padre; aquel a quien tanto él como nosotros, y gracias a él podemos llamar, "Abba, Padre". Su oración crecerá en el silencio, la observación, la escucha y en la vocalización de “su” oración.

No estamos acostumbrados a rezar la oración del Señor como en Lucas porque la versión oficial aprobada por la Iglesia es la de Mateo (Mt 6:9-13). Es más largo, más solemne, más armonioso en sus siete peticiones. (Santificado sea, Venga, hágase, danos, perdona, no nos dejes, líbranos). La de Lucas es más corta (Lc 11:1-4). Contiene sólo cinco peticiones. (Santificado sea, Venga, danos, perdónanos, no nos dejes). Es más directo, más personal. En lugar de "Padre nuestro que estás en los cielos", como en Mateo, comienza con el simple grito de "¡Padre!" Es una manera de dirigirse a Dios que nunca se han oído en boca de nadie excepto Jesús. Se origina en Él, revela la naturaleza profunda de su relación en la Trinidad. Él era el Hijo como ningún otro hombre podría saber cómo ser hijo; él era el único Hijo de Dios.

Los primeros cristianos, especialmente las comunidades instruidas por San Pablo, apreciaban mucho el bautismo porque era el momento en que se convirtieron en hijos de Dios, "hijos en el Hijo." En lo más profundo de sus corazones podían escuchar la voz del Espíritu de Jesús llamándolos a hacer suya la palabra de ternura infinita, "Abba, Padre" (Rm 8,15; Ga 4, 6). Este era un título de familiaridad de todos los niños, un título que expresa perfectamente la dulce intimidad y la confianza total de su nueva condición, el ser cristianos.

A pesar de Cristo se reveló en persona como el Hijo del Padre, lo importante es que nos trae la dignidad de nuestra adopción como hijos de su Padre. Sí, no hay mejor persona para introducirnos en la oración que Jesús mismo y, por supuesto, su Espíritu que aún se mueve entre nosotros!

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Lectura Dominical del Domingo XVII, TO C en lenguaje Latinoamericano

Primera lectura : Gen 18, 20-32
En aquellos días, el Señor dijo a Abraham: "El clamor contra Sodoma y Gomorra es grande y su pecado es demasiado grave. Bajaré, pues, a ver si sus hechos corresponden a ese clamor; y si no, lo sabré".

Los hombres que estaban con Abraham se despidieron de él y se encaminaron hacia Sodoma. Abraham se quedó ante el Señor y le preguntó: "¿Será posible que tú destruyas al inocente junto con el culpable?
Supongamos que hay cincuenta justos en la ciudad, ¿acabarás con todos ellos y no perdonarás al lugar en atención a esos cincuenta justos? Lejos de ti tal cosa: matar al inocente junto con el culpable, de manera que la suerte del justo sea como la del malvado; eso no puede ser. El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?"
El Señor le contestó: "Si encuentro en Sodoma cincuenta justos, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos".

Abraham insistió: "Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza.
Supongamos que faltan cinco para los cincuenta justos, ¿por esos cinco que faltan, destruirás toda la ciudad?"
Y le respondió el Señor: "No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco justos".

Abraham volvió a insistir: "Quizá no se encuentren allí más que cuarenta".
El Señor le respondió: "En atención a los cuarenta, no lo haré".

Abraham siguió insistiendo: "Que no se enoje mi Señor, si sigo hablando, ¿y si hubiera treinta?"
El Señor le dijo: "No lo haré, si hay treinta".

Abraham insistió otra vez: "Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran sólo veinte?"
El Señor respondió: "En atención a los veinte, no la destruiré".

Abraham continuó: "No se enoje mi Señor, hablaré sólo una vez más, ¿y si se encuentran sólo diez?"
Contestó el Señor: "Por esos diez, no destruiré la ciudad".
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Salmo Responsorial: Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 (3c)

De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos.
Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo.
R. Te damos gracias de todo corazón.

Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor:
Siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor.
R. Te damos gracias de todo corazón.

Ese complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído.
En las penas, Señor, me infundes ánimo, me salvas del furor del enemigo.
R. Te damos gracias de todo corazón.

Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo y así concluirás en nosotros tu obra.
Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones.
R. Te damos gracias de todo corazón.
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Segunda lectura: Col 2, 12-14
Hermanos: 
Por el bautismo fueron ustedes sepultados con Cristo
y también resucitaron con él, mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.

Ustedes estaban muertos por sus pecados
y no pertenecían al pueblo de la alianza. 
Pero él les dio una vida nueva con Cristo,
perdonándoles todos los pecados. 

Él anuló el documento que nos era contrario, cuyas cláusulas
nos condenaban, y lo eliminó clavándolo en la cruz de Cristo.

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Aclamación antes del Evangelio: Rom 8, 15bc
R. Aleluya, aleluya.
Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar: "¡Padre!"
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 11, 1-13
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó,
uno de sus discípulos le dijo:
"Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".

Entonces Jesús les dijo:
"Cuando oren, digan:
'Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
danos hoy nuestro pan de cada día
y perdona nuestras ofensas,
puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende,
y no nos dejes caer en tentación' ".

También les dijo: "Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle:
'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle'.
Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes.
No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando,
yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará,
busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá.

Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?"
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Oremos:

Dios nuestro,
protector de los que esperan en ti,
fuera de quien nada tiene valor ni santidad;
acrecienta sobre nosotros tu misericordia,
para que,
bajo tu guía providente,
usemos los bienes pasajeros de tal modo
que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

TOC - Domingo 16 - Escuchándolo Mejor - Lc 10, 38-42

En el salmo 4, 8, el salmista le pide a Dios que le explique: "¿Qué son los humanos para que te preocupes por ellos. O un mortal para que lo tenga en cuenta?" Se dice que cuando se trata de descubrir el significado de la vida humana y de nuestra existencia en este mundo, somos como los pigmeos viajando sobre las espaldas de gigantes que nos han precedido. En otras palabras, el número de personas capaces de tomar distancia, por así decirlo, y tratar de entender en términos significativos la lucha humana, su esfuerzo, su dificultad, es pequeño. La mayoría estamos contentos de vivir con sus pequeños o grandes descubrimientos que nos llegan a través de diferentes canales, muchas veces incuestionados.

El Mensaje de Dios en las lecturas de hoy, nos llega más o menos de la misma manera. Algunos  individuos parecen ser más capaces de captar de una manera maravillosa el mensaje de Dios para la raza humana. Estos elegidos, han compartido ese conocimiento con el resto de nosotros.

La Palabra de Dios que le llegó a Abraham, no fue algo abstracto que necesitó ser explicado en los libros, inexistentes por entonces.
Esa palabra fue transmitida y compartida desde una tradición de fe por vía oral y, finalmente, escrita en rollos. 



El encuentro de Abraham con Dios se produjo en el plano personal. La Biblia nos dice que Él era el amigo de Dios. Su bienvenida a los Mensajeros de Dios tiene todos los méritos y cualidades de la hospitalidad nómada oriental.

Abraham es un ejemplo supremo de la fe arraigada y la confianza profunda en Dios. Yahvé le pide dejar su tierra, salir de su propio clan, dejar de adorar sus dioses e ir a un destino desconocido. 
A cambio, Yahvé le promete que iba a ser padre de nuevas y numerosas personas. 

Abraham confió y respondió a esta llamada. Continuó incluso cuando había pocas esperanzas de que las promesas de Yahvé se fueran a cumplir. Cuando tenía su esperanza en el más bajo nivel, se le comunica que su esposa dará a luz un hijo. 

Reconfortado de nuevo, como cuando cargamos una batería, Abraham recupera su confianza en Yahvé. Y nació Isaac. 
Cuando se le pidió a Abraham que sacrifique a este precioso hijo, aunque con dolor, Abraham volvió a confiar.
Cumplió este sombrío pedido preguntándose en su corazón ¿Si Yahvé me pide esto, cómo podría su promesa hacerse realidad?

A pesar de todo, la confianza de Abraham en Yahvé nunca vaciló, y al final fue premiado por su confianza.  
Fue su fe la que justificó a Abraham delante de Dios. Esta misma fe la pasará a sus hijos y a todos los creyentes, incluyendo a nosotros mismos.

San Pablo nos dice cómo la Palabra de Dios, oculta a toda la humanidad durante siglos, llega por fin a los gentiles y no judíos.

En el Evangelio, el mensaje de Dios viene en persona a los hermanos María, Marta y Lázaro. Ellos ponen en práctica el don de la amistad con Jesús y forjan una vibrante relación con Dios en Cristo.
Recrean la hospitalidad oriental de Abraham y la brindan a Jesús.
Si Marta nos hace sentir un poco mal porque debe hacer el trabajo de la casa sola, María nos enseña que 
nuestra escucha a la palabra y al prójimo, le da valor a nuestra relación con Dios. Nuestra atención a Cristo y al prójimo nunca debe ser ahogada por el ajetreo de la vida cotidiana.  Aquí tenemos toda una teología de la contemplación, una guía sobre la manera de recibir la visita del Señor. 

Comienza desde la base de que no importa quién pueda ser nuestro visitante, siempre hay algo que aprender de él o ellos, algo que se puede ganar de ellos. El que toca nuestra puerta tiene siempre algo que decirnos, debemos escucharlo y comprenderlo.

Lo que realmente importa en el alboroto del mundo moderno, es hacer siempre un espacio para Dios en nuestras vidas. Que nos apropiemos del mensaje que Dios nos presenta continuamente, que lo hagamos propio. Que le permitamos guiarnos y formarnos. Que lo vivamos bien para que en nuestra muerte, se cumpla la voluntad de Dios para nosotros.
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Lecturas Bíblicas en lenguaje Latinoamericano para el Domingo 16 TO, C

Primera lectura: Gen 18, 1-10a
Un día, el Señor se le apareció a Abraham en el encinar de Mambré. Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda, a la hora del calor más fuerte.

Levantando la vista, vio de pronto a tres hombres que estaban de pie ante él. Al verlos, se dirigió a ellos rápidamente desde la puerta de la tienda, y postrado en tierra, dijo: "Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases junto a mí sin detenerte.
Haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles; traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo".

Ellos le contestaron: "Está bien. Haz lo que dices". Abraham entró rápidamente en la tienda donde estaba Sara y le dijo: "Date prisa, toma tres medidas de harina, amásalas y cuece unos panes".

Luego Abraham fue corriendo al establo, escogió un ternero y se lo dio a un criado para que lo matara y lo preparara. Cuando el ternero estuvo asado, tomó requesón y leche y lo sirvió todo a los forasteros. Él permaneció de pie junto a ellos, bajo el árbol, mientras comían. Ellos le preguntaron: "¿Dónde está Sara, tu mujer?" Él respondió: "Allá, en la tienda". Uno de ellos le dijo: "Dentro de un año volveré sin falta a visitarte por estas fechas; para entonces, Sara, tu mujer, habrá tenido un hijo".
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Salmo Responsorial: Salmo 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5 (1a)

El hombre que procede honradamente y obra con justicia;
el que es sincero en sus palabras y con su lengua a nadie desprestigia.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien no hace mal al prójimo ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados pero honra a quienes temen al Altisimo.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien presta sin usura y quien no acepta soborno en perjuicio de inocentes.
Quienes vivan así serán gratos a Dios eternamente.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
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Segunda lectura: Col 1, 24-28
Hermanos: 
Ahora me alegro de sufrir por ustedes, 
porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, 
por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.

Por disposición de Dios, 
yo he sido constituido ministro de esta Iglesia 
para predicarles por entero su mensaje, 
o sea el designio secreto que Dios 
ha mantenido oculto 
desde siglos y generaciones
y que ahora ha revelado 
a su pueblo santo.

Dios ha querido dar a conocer a los suyos 
la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, 
es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria. 
Ese mismo Cristo es el que nosotros predicamos 
cuando corregimos a los hombres 
y los instruimos con todos los recursos de la sabiduría, 
a fin de que todos sean cristianos perfectos.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 10, 38-42
En aquel tiempo,
entró Jesús en un poblado,
y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
Ella tenía una hermana, llamada María,
la cual se sentó a los pies de Jesús
y se puso a escuchar su palabra. 

Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres,
hasta que, acercándose a Jesús, le dijo:
"Señor, ¿no te has dado cuenta
de que mi hermana
me ha dejado sola con todo el quehacer? 
Dile que me ayude".

El Señor le respondió: "Marta, Marta,
muchas cosas te preocupan y te inquietan,
siendo así que una sola es necesaria.
María escogió la mejor parte
y nadie se la quitará".

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lunes, 4 de julio de 2022

TOC - Domingo 15 - Vivir la Ley del Amor de Dios - Lc 10, 25-37

Deut. 30 es un fino ejemplo de cómo el pueblo de Israel atesoraba la ley mosaica, la Torá; como una comunicación clara y privilegiada de la voluntad de Dios.

Podemos observar el salto cualitativo que desarrolla la conciencia cristiana cuando los creyentes, después de la Pascua, entienden
la persona, palabra y obra de Jesús como ese cumplimiento de la voluntad del Padre, incluso por encima de la Torá.

Jesús es el modelo a seguir para comunicar la ley del amor del Padre. El pasaje del Evangelio presenta una muestra de ello. Aquí, como en el Sermón del Monte (Mateo 5: 43-48), Jesús comienza a partir de, y luego va más profundamente para explicar la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el amor.

En el Himno de Colosenses 1, celebramos a Jesús como imagen del Dios invisible, cabeza del cuerpo, el lugar de la “plenitud cósmica", el reconciliador de todos. Esto apoya la idea de Jesús como una comunicación más completa de Dios de sí mismo.

El gran impacto de la hermosa parábola del "Buen Samaritano" de Jesús es extraordinario si consideramos que, para los Judios los samaritanos eran cualquier cosa menos gente buena. La clave aquí es la revelación de la identidad del héroe: un samaritano. Estas personas eran los parias en la Palestina del siglo primero. Al casarse con los invasores asirios en el siglo 8 aC los consideraron “raza mestiza” y manchada porque además mantienen una tradición distinta de la Tora y practican un culto en el templo competidor del Monte Gerizim (para el odio hebreo hacia los samaritanos ver Jn. 4: 20-22), la suya fue considerado una forma corrupta del judaísmo. (Ver Eclesiástico 50: 25-26.)

Para un samaritano, un extranjero sospechoso en Judea, tener contacto con un Judio herido habría sido un acto de compasión inexplicable y un riesgo impensable. 

Ellos también se veían como renegados despreciables de la fe judía.
Incluso, para insultar a Jesús, lo acusaron de ser un samaritano y poseídos por un demonio (Jn 08:48).

Como cristianos, vale la pena considerar el significado de la parábola para nosotros. Jesús usó esta historia para explicarnos de una manera dramática lo más importante que requieren sus seguidores para su espiritualidad. La importancia de la parábola nos hace responder a una pregunta específica" ¿Quién es mi vecino a quien debo mostrar tanto amor como a mí mismo? 

La respuesta regresa como pregunta al abogado judío que preguntó. Todos sin excepción, incluso como el despreciado samaritano, debe considerarse como un vecino.

Podríamos preguntarnos lo que el samaritano
tenía que ganar personalmente de su acto de caridad.
La respuesta, en términos materiales, es precisamente nada. 


El punto es que el verdadero amor es real y desinteresado. De hecho, ¿dónde está el mérito en ser bueno sólo para amigos, que es obvio que recompensar a cambio, en caso de necesidad? El amor cristiano debe abarcar todos.

En segundo lugar, si usted no vive el amor al prójimo a quien ve, entonces no importa qué instrucciones sigue, qué sacrificios rituales realiza. Al igual que el sacerdote y el levita de la parábola, que se vuelve incapaz de amar a Dios, a quien no se puede ver. Esto es algo que san Juan reitera una y otra vez. Si quieres participar en el banquete eucarístico y recibir al Hijo de Dios en tu corazón, entonces primero debes limpiar su corazón de todo odio, amargura y mala voluntad, porque el Dios que recibimos en este sacramento es el Dios de amor.
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Lecturas Bíblicas en lenguaje Latinoamericano - XV Domingo TOC

Primera lectura: Deut 30, 10-14
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo:
"Escucha la voz del Señor, tu Dios,
que te manda guardar sus mandamientos
y disposiciones escritos en el libro de esta ley.


Y conviértete al Señor tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.

Estos mandamientos que te doy,
no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance.


No están en el cielo, de modo que pudieras decir:
'
¿Quién subirá por nosotros al cielo para que nos los traiga,
los escuchemos y podamos cumplirlos?'


Ni tampoco están al otro lado del mar, de modo que pudieras objetar: '
¿Quién cruzará el mar por nosotros para que nos los traiga,
los escuchemos y podamos cumplirlos?'  
Por el contrario, todos mis mandamientos
están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos".
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Salmo Responsorial: Salmo 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37 (cf. 33)

A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme tu clemencia, Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno y en tu ternera vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Mírame enfermo y afligido; defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Se alegrarán al verlo los que sufren; quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Ciertamente el Señor salvará a Sión, reconstruirá a Judá;
la heredarán los hijos de sus siervos, quienes aman a Dios la habitarán.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
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Segunda lectura: Col 1, 15-20
Cristo es la imagen de Dios invisible,
el primogénito de toda la creación,
porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas,
del cielo y de la tierra,
las visibles y las invisibles, 
sin excluir a los tronos y dominaciones, 
a los principados y potestades.
Todo fue creado por medio de él y para él.

Él existe antes que todas las cosas,
y todas tienen su consistencia en él.
Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que sea el primero en todo.

Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud
y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas,
del cielo y de la tierra,
y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 6, 63c. 68c
R. Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás". El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" 

Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso'. 
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?" El doctor de la ley le respondió: "
El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".
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OREMOS

Señor Dios,
que iluminas a los extraviados
con la luz de tu verdad,
para que puedan volver al buen camino;
danos, a quienes hacemos profesión de cristianos,
la gracia de rechazar todo lo que se opone a este nombre
y comprometernos con todas sus exigencias.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
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