domingo, 16 de enero de 2022

TOC - 7mo Domingo - El poder del perdón - Lc 6, 27-38

Para los líderes religiosos de su época, el mensaje de Jesús fue nuevo e impactante. La ley judía decretaba "ojo por ojo y diente por diente" (Ex 21, 23). En otras palabras, hay que lastimar a quien te lastima de algún modo.

El evangelio de hoy nos indica cuán radical y revolucionaria debe haber sonado la enseñanza de Jesús en ese entonces. Aún hoy, este mensaje es todavía bastante revolucionario en una sociedad con la mentalidad de
"perro-come-perro" (situación en que la gente haría cualquier cosa para ser exitoso, aún cuando tenga que dañar a otra gente). El proceso de salvación que Jesús establece se basa en el perdón, y, por lo tanto, ser parte y pertenecer a ese proceso, nos debe desafiar a ser tolerantes, a perdonar y amar.

Un buen ejercicio para crecer en el discipulado auténtico de Jesús es mirar un espejo para verte como eres y para reflexionar sobre los fracasos y los pecados en tu vida. Usa todo el tiempo necesario. Pide  pedir el perdón de Dios. Siéntelo. Ofrécele enmendarte. Vuelve a avanzar desde éste punto. 

Pregúntate: ¿Seré absuelto aún antes de pedirle a Dios que me perdone? El pecado y la culpa no vienen de Dios, sino más bien de tu propia incapacidad de perdonarte a ti mismo. 

Un famoso psiquiatra dijo que podía dar el alta a dos tercios de sus pacientes inmediatamente si lograba que se perdonaran a sí mismos. 

Jesús nos ayuda enormemente a perdonarnos cuando nos enseñó esa sencilla oración donde llamamos a Dios "Padre Nuestro". Esa era su oración favorita, es la que les enseña a sus discípulos. Es una oración simple, y es bastante corta. Allí le pedimos a Dios que perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si la oramos con unción, podemos darnos cuenta de la sanación que podemos lograr con ella y liberarnos de la atadura de la auto-condena perenne.

En la oración del Señor, le pedimos a Dios que nos perdone, pero también le prometemos que también nosotros vamos a perdonar a los demás. Hay un poder y una sanación probados en el perdón y en el amor. "Bienaventurados los mansos", dice Jesús, "ellos poseerán la tierra". Mahatma Ghandi, Martin Luther King y muchos pacificadores nos han impresionado por ser capaces de ejercer el poder del perdón que de alguna manera, lograron poner la otra mejilla. El violento y acosador no puede soportar el poder de quien no responde, y a menudo recurre a la violencia como la única forma de silenciar su voz que protesta, lo humilla y lo atormenta.

Errar es humano, perdonar es divino. Aspiramos a ser grandes de corazón, tolerantes y pacientes. El ideal que Jesús establece para nosotros es: "Sé misericordioso, así como tu Padre celestial es misericordioso".
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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano - 7mo. Domingo Ordinario - C
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Primera lectura: 1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23
En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas, bajó al desierto de Zif en persecución de David y acampo en Jakilá.

David y Abisay fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo entre los carros; su lanza estaba clavada en tierra, junto a su cabecera, y en torno a él dormían Abner y su ejército. Abisay dijo entonces a David: "Dios te está poniendo al enemigo al alcance de tu mano. Deja que lo clave ahora en tierra con un solo golpe de su misma lanza. No hará falta repetirlo". Pero David replicó: "No lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?"

Entonces cogió David la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl y se marchó con Abisay. Nadie los vio, nadie se enteró y nadie despertó; todos siguieron durmiendo, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David cruzó de nuevo el valle y se detuvo en lo alto del monte, a gran distancia del campamento de Saúl. Desde ahí gritó: "Rey Saúl, aquí está tu lanza, manda a alguno de tus criados a recogerla. El Señor le dará a cada uno según su justicia y su lealtad, pues él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor". 
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Salmo Responsorial: Salmo 102 (8a)
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, Lento para enojarse y generoso para perdonar.
No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
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Segunda lectura: 1 Cor 15, 45-49 
Hermanos: La Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 13, 34
R.
Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 6, 27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman.

Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores.

Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos''.
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TOC - 6to Domingo - Bendiciones y Maldiciones - Lc 6, 17. 20-26

La vida tiene subidas, bajadas, desafíos, crisis y hasta tragedia.
Pero también tiene gozos, alegrías, disfrutes y soluciones.

Si uno está conectado a Dios, la fuente del amor, la misericordia, la alegría, la paz y la bondad, siempre puede dar frutos deliciosos y hojas verdes que refrescan y dan sombra. Si nuestra conección y objetivos están en otra parte, no vamos a ningún lado.

Si estamos conectados a Dios, incluso en un lugar desértico, todavía podemos regresar a Él y recobrar la confianza en Dios, para quien nada es imposible. Aún en las situaciones más difícilies, incluso en las persecuciones, todavía puede brotar un río de vida en medio de la muerte, y todo por su gracia.

En el pasaje de hoy de Jeremías, dice que las raíces vivas siempre buscan y encuentran la corriente de agua. Vivirán aún en el calor y la sequía que inevitablemente vienen de cuando en cuando.

En la carta de San Pablo a los corintios, se recuerda a los fieles que nuestras creencias en la vida después de la muerte son reales y que son para siempre, una vida unida a Dios. Nos recuerda que es siempre algo en qué pensar, en realizar que somos pasajeros, en considerar  nuestra propia mortalidad, en reflexionar sobre el cielo y el infierno. Es un tiempo para renovar nuestra fe en que Jesús, verdaderamente fue resucitado de entre los muertos. Es tiempo de pensar en nuestro futuro eterno. Es el momento de reflexionar en nuestra comunidad de fe sobre estas realidades presentes y futuras  para mantener las mentes de los fieles apuntando hacia el cielo. 

Cuando la humanidad camina humildemente, cuida a los pobres, a los huérfanos, a las viudas, a los forasteros e imigrantes. Cuando depende por completo de Dios, entonces encuentra la verdadera felicidad y la paz. Pero cuando la humanidad se se centra sólo en la prosperidad, se vuelve perezosa, egoísta, independiente y desprecia a los marginados. Es entonces que nos metemos en problemas, porque la verdadera felicidad no se encuentra en ninguna parte, está "en" y "con" nosotros. La gracia de Dios sobrabunda pero es escasa entre los egoístas. 

Las Bienaventuranzas enumeran el tipo de personas que son llamadas Benditas. No es casual que todos estos individuos sean totalmente dependientes de Dios por sus circunstancias: los pobres, los hambrientos, los tristes, los despreciados. Ellos son los fieles, son personas de oración. 

Son como los árboles que pueden resistir la sequía buscando y extendiendo sus raíces hacia las aguas subterráneas. Son dependientes de Dios y se sienten serenos. 

Sucede lo contrario con aquellos a quienes Jesús llama malditos. Ellos tienen una falsa sensación de seguridad. Se han acomodado, son socialmente populares y creen que no necesitan nada. Es difícil, pero no imposible, mantener un sentido de total dependencia de Dios en estas situaciones.

La dependencia de Dios no es un signo de debilidad; más bien, mantiene a uno en contacto con una fuente de fuerza interminable, ésto lo podemos ver bien arraigado en la historia de la salvación. 

Las bienaventuranzas dicen que existe una justicia divina, que enaltece a quien ha sido humillado injustamente y humilla a quien se ha enaltecido. El evangelista san Lucas, después de los cuatro “dichosos ustedes”, añade cuatro amonestaciones: “Ay de ustedes”. Jesús afirma que la situación se invertirá, los últimos serán primeros y los primeros últimos” (Lc 13, 30).

La justicia y las bienaventuranzas se cumplen en el “reino de los cielos” o “reino de Dios”, tendrán su cumplimiento al final de los tiempos, aunque ya está presente en la historia. Allí se manifiesta la justicia de Dios, donde los pobres son consolados y admitidos al banquete de la vida, Esta es la tarea que los discípulos del Señor estámos llamados a realizar en la sociedad actual.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Domingo 6to TOC
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Primera lectura: Jer 17, 5-8
Esto dice el Señor: "Maldito el hombre que confía en el hombre,
que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón.
Será como un cardo en la estepa, que nunca disfrutará de la lluvia.
Vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable.

Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza.
Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces;
cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes;
en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos".
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Salmo Responsorial: Del Salmo 1 (Sal 39, 5a)
Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios  y se goza en cumplir sus mandamientos.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Es como un árbol plantado junto al río, 
que da fruto a su tiempo y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.

En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
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Segunda lectura: 1 Cor 15, 12. 16-20
Hermanos: Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos,
¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan?
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.
Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por lo tanto, aún viven ustedes en pecado,
y los que murieron en Cristo, perecieron.
Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida,
seríamos los más infelices de todos los hombres.
Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 6, 23ab
R.
Aleluya, aleluya.
Alégrense ese día y salten de gozo,
porque su recompensa será grande en el cielo, dice el Señor.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 6, 17. 20-26
En aquel tiempo,
Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles
y se detuvo en un llano.
Allí se encontraba mucha gente,
que había venido tanto de Judea y de Jerusalén,
como de la costa de Tiro y de Sidón.

Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo:
"Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.
Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.

Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos,
y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. 
Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. 
Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!
¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe,
porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!"

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TOC - 5to Domingo - Los Elegidos de Dios - Lc 5, 1-11

La invitación de Jesús ha estado presente en la historia de la Iglesia desde el Principio. Es la misma llamada que Yahvé hizo a Jeremías muchos siglos antes de su manifestación humana en Jesús.

Hoy tenemos las historias de vocaciones de Isaías y el apóstol Pedro. Una llamada del Antiguo Testamento y otra del Nuevo Testamento. Una respuesta que se fortalece después de una visión Gloriosa del poder tierno de Dios. Isaías responde a la invitación de Yahvé “Aquí estoy, Señor, envíame” para revelarles la ternura del Dios cercano.

Cuando reflexionamos sobre estas llamadas de repente nos preguntamos: ¿Qué estaba pensando Dios, y por qué ellos? Desde que escogió a su pueblo, nuestro Dios es un un Dios de las sorpresas. Abraham es hecho un nuevo padre en su vejez; Moisés el tartamudo de lengua lenta enfrenta con éxito a Faraón, el joven pastor David es elegido como rey, y Saúl el perseguidor se convirtió en el apóstol Pablo. Está claro que Dios hace lo que quiere para el bien de su pueblo.

Los personajes que Dios ha elegido a lo largo de la historia como instrumentos de justicia, misericordia, amor y compasión han sido personas valientes y terrenales. Muchos santos y santas que han respondido a la misma invitación de Isaías, Pedro o Bernabé en distintos tiempos y momentos de la historia. Ese mismo llamado, está también abierto para nosotros, en nuestro hoy y nuestro ahora para ser sus instrumentos. Dios ha elegido a muchas personas como nosotros para ser sus trabajadores. Nuestra llamada sería un desperdicio si espiritualmente bajamos la cabeza y decimos "eso es para otros", si dejamos que otros y no nosotros sigan el llamado de Dios.

Después de la pesca extraordinaria de peces, Pedro se dio cuenta repentinamente de su propia debilidad e indignidad. ¿Seguramente no merecía tanta generosidad de parte de Jesús? Es en medio de su confusión y temor que Pedro descubre que el Señor lo ha elegido y tiene un gran propósito para él, a pesar de sus faltas. De ahora en adelante, reunirá a la gente en la red del reino de Dios. 

El propósito de Dios para nosotros no depende de nuestra virtud o dignidad. Él no espera a que seamos dignos antes de llamarnos a compartir su amoroso servicio a los demás. De hecho, nuestro mismo sentido de indignidad crea una apertura para que Cristo obre a través de nosotros. Si, como Pedro, estamos llamados a trabajar con Jesús, lo haremos como sanadores heridos, tratando de practicar lo que predicamos.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC - 5to Domingo
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Primera lectura: Is 6, 1-2a. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos serafines junto a él, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al otro:
“Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra”.

Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo. Entonces exclamé:
“¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros,
que habito en medio de un pueblo de labios impuros,
porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.

Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca, diciéndome:

“Mira: Esto ha tocado tus labios.
Tu iniquidad ha sido quitada y tus pecados están perdonados”.

Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
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Salmo Responsorial: Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8. (1c) 

De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos.
Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo.
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y tu amor:
siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor.
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Que todos los reyes de la tierra te reconozcan, al escuchar tus prodigios.
Que alaben tus caminos, porque tu gloria es inmensa.
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Tu mano, Señor, nos podrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra.
Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones.
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
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Segunda Lectura: 1 Cor 15, 1-11
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.

O bien: I Cor 15, 3-8. 11
Hermanos: Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 19
R.
Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor, y yo los haré pescadores de hombres.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios.

Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”.
Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”.

Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca,
para que vinieran a ayudarlos.
Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”
Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido.
Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
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TOC - 4to Domingo - Culto sin prejuicios - Lc 4, 21-30

La escena en la sinagoga que el sábado parece bastante perturbadora; un pueblo que ha venido a adorar se enoja hasta el punto de intentar arrojar a Jesús por un precipicio. ¿Qué es lo que los hizo enojar tanto?

Les recordó un punto bajo en su historia, cuando Dios castigó al pueblo de Israel con hambre, pero luego salvó a una viuda gentil. Jesús también les había recordado la misericordia de Dios hacia un gentil llamado Naamán.

Naturalmente, su mensaje fue impactante y justo lo contrario de lo que querían escuchar.

Algunas verdades son a menudo amargas. Nosotros también podemos estar enojados o agitados cuando alguien nos dice una verdad que no queremos escuchar. Si Jesús hubiera glorificado a los judíos y les hubiera dicho que eran personas privilegiadas exclusivamente de Dios, probablemente habría recibido flores y regalos en lugar de piedras y ladrillos, apreciación en lugar de crítica. Pero optó por llamar espadas a una pala.

En efecto, Jesús declaró que Dios no tiene favoritos, que no hay titulares de tarjetas privilegiados para recibir amor y compasión, que todos son accionistas iguales del amor de Dios, sin importar quiénes somos, dónde estamos.

En la segunda lectura, San Pablo también habla de la primacía del amor. De donde venga y cualquiera que sea nuestra condición socioeconómica, no nos ganamos el favor divino por los títulos que tenemos, sino que los recibimos gratuitamente del amor incondicional de Dios por nosotros. 

Lo que sucedió en la sinagoga sucede incluso hoy en algunas de nuestras iglesias y comunidades. Podemos llevar prejuicios con nosotros a nuestros lugares de adoración, y si lo hacemos, cerramos nuestras mentes al mensaje que Dios quiere darnos. Nuestro prejuicio puede ser contra el mismo sacerdote o predicador que se dirige a nosotros, en contra de algunos en la congregación, el coro, los lectores u otros ayudantes de la iglesia, o en contra de la Iglesia jerárquica como tal. Una mente con prejuicios nunca se sentará cómodamente en la Iglesia y nunca encontrará plenitud en la adoración ni llevará el mensaje del evangelio a casa.

Mahatma Gandhi escribió que durante sus días de estudiante comenzó a leer los Evangelios con seriedad e incluso consideró abrazar el cristianismo. Él creía que en las enseñanzas de Jesús podía encontrar la solución al sistema de castas que dividía a la gente de la India. Entonces, un domingo, decidió asistir a los servicios en una iglesia cercana y hablar con el ministro acerca de convertirse en cristiano. Sin embargo, cuando entró en el santuario, el acomodador se negó a darle un asiento y le sugirió que fuera a adorar con su propia gente. Gandhi salió de la iglesia y nunca regresó. “Si los cristianos también tienen diferencias de casta”, dijo, “podría seguir siendo un hindú”. Ese prejuicio de los ujieres no solo traicionó a Jesús sino que también alejó a una persona de conocer a Jesús más de cerca.

Eckhart Tolle, un escritor espiritual, escribió acerca de cómo el prejuicio puede degradar a otra persona humana. “Prejuicio de cualquier tipo implica que te identificas solo con la mente pensante. Significa que ya no ves al otro ser humano, sino solo tu propio concepto de ese ser humano. Reducir la vitalidad de otro ser humano a un concepto ya es una forma de violencia ".

¿Llevamos nuestros prejuicios a nuestro lugar de adoración y culto? ¿Somos prejuiciosos contra algún individuos o con cualquier grupo o comunidad?
Si es así, debemos buscar a Jesús para obtener la curación que necesita nuestro espíritu y nuestra mente.
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Lecturas Bíblicas en lenguaje Latinoamericano - TOC 4to Domingo 
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Primera lectura: Jer 1, 4-5. 17-19
En tiempo de Josías, el Señor me dirigió estas palabras:
“Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco;
desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones.
Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No temas, no titubees delante de ellos, para que yo no te quebrante.

Mira: hoy te hago ciudad fortificada, columna de hierro y muralla de bronce,
frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá, como de sus jefes,
de sus sacerdotes o de la gente del campo.
Te harán la guerra, pero no podrán contigo, porque yo estoy a tu lado para salvarte”.
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Salmo Responsorial: Salmo 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17
(15ab)

Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado.
Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo.
R. Señor, tú eres mi esperanza.

 Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves.
Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.
R. Señor, tú eres mi esperanza.

 Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío.
Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
R. Señor, tú eres mi esperanza.

 Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia.
Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo.
R. Señor, tú eres mi esperanza.
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Segunda Lectura: 1 Cor 12, 31–13, 13

Hermanos: Aspiren a los dones de Dios más excelentes.
Voy a mostrarles el camino mejor de todos.

Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que resuena o unos platillos que aturden. Aunque yo tuviera el don de profecía y penetrara todos los misterios, aunque yo poseyera en grado sublime el don de ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque yo repartiera en limosnas todos mis bienes y aunque me dejara quemar vivo, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.

El amor dura por siempre; en cambio, el don de profecía se acabará; el don de lenguas desaparecerá y el don de ciencia dejará de existir, porque nuestros dones de ciencia y de profecía son imperfectos. Pero cuando llegue la consumación, todo lo imperfecto desaparecerá.

Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño y pensaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, hice a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo y oscuramente, pero después será cara a cara. Ahora sólo conozco de una manera imperfecta, pero entonces conoceré a Dios como él me conoce a mí. Ahora tenemos estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor; pero el amor es la mayor de las tres.


O bien: 1 Cor 13, 4-13
Hermanos: El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.

El amor dura por siempre; en cambio, el don de profecía se acabará; el don de lenguas desaparecerá y el don de ciencia dejará de existir, porque nuestros dones de ciencia y de profecía son imperfectos. Pero cuando llegue la consumación, todo lo imperfecto desaparecerá.

Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño y pensaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, hice a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo y oscuramente, pero después será cara a cara. Ahora sólo conozco de una manera imperfecta, pero entonces conoceré a Dios como él me conoce a mí. Ahora tenemos estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor; pero el amor es la mayor de las tres.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 4, 18
R.
Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 4, 21-30
En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.
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TOC - 3er Domingo - Buenas Nuevas para todos - Lc 1: 1-4; 4: 14-21

En el Evangelio de Hoy, la misión de Jesús se expresa con gran fuerza.
Lucas relata que el Espíritu que había venido sobre él en el río Jordán
lo llevaba ahora a proclamar un mensaje nuevo y a enseñar una forma de vida nueva de acuerdo a la voluntad del Dios que se interesa por los pobres.
Jesús mismo, se había mudado de su casa y dondequiera que iba
causaba una gran impresión, de modo que, magníficas noticias sobre él habían regresado a su lugar de origen, Nazaret. Lucas detalla
que entró en la sinagoga el sábado, como solía hacerlo en todas partes, 
pero allí, ¡anunció el comienzo de una nueva era!

Su sermón era conciso, pero claro y poderoso, éste entendía cualquiera
familiarizado con las palabras de los profetas; sabían que Isaías había dicho con claridad, lo que sucedería cuando el Mesías viniera (Is 61, 1-2)
Jesús les leyó ese maravilloso pasaje, enrolló el pergamino y anunció: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. 

Cuando anunció que había venido a reemplazar el antiguo amor judío de la ley con una nueva ley de amor, causó una gran conmoción.
Al principio se nos dice que todos estaban satisfechos con su mensaje básico; pero en el evangelio del próximo domingo,
escuchamos cómo terminó este encuentro.

La misión de Jesús se expresa con gran fuerza en el Evangelio de hoy. "Dejar que los oprimidos salgan libres, proclamar el año del favor del Señor".
La naturaleza humana tiene cierta resistencia inherente a Dios que resulta del pecado original en lo más profundo de nuestro ADN.
Es una negativa a escuchar, y una insistencia en seguir nuestro propio camino. Un poco de rebeldía y orgullo básicos
llevan a la ceguera y la opresión nombradas en el evangelio de hoy. Esto no es algo que podamos resolver sin ayuda externa.
Pero Jesús ha venido a unirse a nosotros, a guiarnos, a salvarnos, y esta es la poderosa Buena Nueva que anunció en la Sinagoga de Nazaret.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para traer buenas nuevas a los pobres".

El Espíritu de Dios está en Jesús, enviándolo a los pobres, dirigiendo toda su vida hacia los más necesitados, los más oprimidos, los más humillados. Nosotros sus seguidores necesitamos trabajar en esta misma dirección. Esta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús,
quiere impresionar en la historia humana. El último debe ser el primero en conocer una vida que sea más digna, más libre, más feliz,
la vida que Dios quiere para todos los hijos e hijas de Dios de ahora en adelante.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - 3er Domingo TOC
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Primera lectura: Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10
En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea, formada por los hombres, las mujeres
y todos los que tenían uso de razón.  Era el día primero del mes séptimo, y Esdras leyó desde el amanecer hasta el mediodía,
en la plaza que está frente a la puerta del Agua, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón. 

Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley. Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera, levantado para esta ocasión.
Esdras abrió el libro a la vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos, y cuando lo abrió, el pueblo entero se puso de pie.
Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén!”, e inclinándose, se postraron rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.

Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que instruían a la gente, dijeron a todo el pueblo: “Éste es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén ustedes tristes ni lloren (porque todos lloraban al escuchar las palabras de la ley). Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen, pues hoy es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es nuestra fuerza”.
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Salmo Responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 15 (Jn 6, 63)
La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.

En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón;
son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La voluntad de Dios es santa y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Que sean gratas las palabras de mi boca, y los anhelos de mi corazón.
Haz, Señor, que siempre te busque, pues eres mi refugio y salvación.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
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Segunda Lectura: 1 Cor 12:12-30
Hermanos: Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.

El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: “No soy mano, entonces no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Y si el oído dijera: “Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿con qué oiríamos? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿con qué oleríamos? Ahora bien, Dios ha puesto los miembros del cuerpo cada uno en su lugar, según lo quiso. Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Cierto que los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”; ni la cabeza, a los pies: “Ustedes no me hacen falta”. Por el contrario, los miembros que parecen más débiles son los más necesarios. Y a los más íntimos los tratamos con mayor decoro, porque los demás no lo necesitan. Así formó Dios el cuerpo, dando más honor a los miembros que carecían de él, para que no haya división en el cuerpo y para que cada miembro se preocupe de los demás. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; y cuando recibe honores, todos se alegran con él.

Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de él. En la Iglesia, Dios ha puesto en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas; en tercer lugar, a los maestros; luego, a los que hacen milagros, a los que tienen el don de curar a los enfermos, a los que ayudan, a los que administran, a los que tienen el don de lenguas y el de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don de curar? ¿Tienen todos el don de lenguas y todos las interpretan?

O bien: 1 Cor 12, 12-14. 27
Hermanos: Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de él.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 4, 18
R.
Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva 

y proclamar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 1: 1-4; 4: 14-21
Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.

(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: "El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor".

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
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TOC - 2do Domingo - Una Boda Para la Vida - Jn 2, 1-11

San Juan el evangelista llama "signos a los "milagros" o "maravillas" que hizo Jesús. Él los llama "signos" porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que nuestros ojos pueden ver. En concreto, las señales o signos que Jesús realiza apuntan a su persona y nos describen su poder sobrenatural y salvador. Apunta también a la fiesta eterna en el Reino de Dios.

Juan comienza a describir el ministerio sobrenatural, mistérico y espiritual de Jesús con lo sucedido en Caná de Galilea. Este signo, libre, generoso y gratuito es el prototipo de los que Jesús realizará durante toda su vida.

En ese "cambio de agua en vino", encontramos la clave para entender el tipo de transformación salvadora que Jesús trabaja y que sus seguidores deben trabajar en su nombre.

Todo sucede en el contexto de una fiesta de bodas, una celebración humana por excelencia, que va más allá de culturas, razas o religión; es el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para expresar la comunión definitiva de Dios con los seres humanos. 

Esta salvación que trae Jesús debe ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una celebración que da plenitud a todas las celebraciones humanas, esas que a veces se quedan vacías, "sin vino" y sin satisfacciones que llenen el vacío de sus almas.

Muchas personas hoy en día no encuentran que el ministerio de la Iglesia dé vida. La celebración litúrgica los aburre. Necesitan ver señales que sean más amigables y afirmadoras de la vida por parte de la Iglesia para descubrir en el cristianismo la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y las crueldades de la vida. 

¿Quién quiere escuchar algo que no parece ser una buena noticia, especialmente si el Evangelio se predica con un tono atemorizante, autoritario y amenazador? 

Jesucristo vino a proporcionar un poder para amar y una razón para existir, un estilo de vida para vivir con sensibilidad, alegría y unidad. Si las personas de hoy solo conocen una religión teórica, reglamentista y fría nunca van a poder saborear algo de la alegría festiva del Reino que difundió Jesús. Por eso, muchos continuarán alejándose o enfriándose.

En el banquete de bodas, el agua se podía saborear como vino solo cuando se "extraía", es decir, se transfirió de los seis grandes recipientes de agua de piedra utilizados por los judíos para sus purificaciones. 

La religión de la ley que está escrita en tablas de piedra está desgastada. No tiene agua viva, capaz de purificar y satisfacer nuestras necesidades humanas. Esa religión necesita ser liberada por el amor, la solidaridad y la vida que Jesús comunica. 

Para comunicar el poder transformador de Jesús, las palabras solas no son suficientes; También se necesitan gestos de servicio. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún es juzgar, amenazar o condenar. Necesitamos hacer nuestro el ejemplo y el estilo alegre de Jesús mismo. 

Nuestra iglesia de hoy debe ser un lugar de alegría y celebración, donde las personas puedan sentirse bienvenidas, como en la boda en Caná.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano TOC - Segunda Domingo

Primera lectura: Is 62, 1-5
Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré reposo,
hasta que surja en ella esplendoroso el justo y brille su salvación como una antorcha.

Entonces las naciones verán tu justicia, y tu gloria todos los reyes.
Te llamarán con un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona de gloria en la mano del Señor y diadema real en la palma de su mano.

Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra, “Desolada”;
a ti te llamarán “Mi complacencia” y a tu tierra, “Desposada”,
porque el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra.

Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor;
como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo.

Salmo Responsorial: Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c. (3)
Cantemos al Señor un nuevo canto, que le canten al Señor toda la tierra;
cantemos al Señor y bendigámoslo.
R. Cantemos la grandeza del Señor.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos;
de nación en nación, sus maravillas.
R. Cantemos la grandeza del Señor.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder
y tribútenle honores a su nombre.
R. Cantemos la grandeza del Señor.
Caigamos en su templo de rodillas. Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia.
R. Cantemos la grandeza del Señor.
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Segunda Lectura: 1 Cor 12, 4-11
Hermanos: Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. 
Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. 
Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo.

En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. 
Uno recibe el don de la sabiduría; otro, el don de la ciencia. 
A uno se le concede el don de la fe; a otro, la gracia de hacer curaciones, y a otro más, poderes milagrosos. 
Uno recibe el don de profecía, y otro, el de discernir los espíritus. 
A uno se le concede el don de lenguas, y a otro, el de interpretarlas. 
Pero es uno solo y el mismo Espíritu el que hace todo eso, distribuyendo a cada uno sus dones, según su voluntad.
Palabra de Dios.
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Aclamación antes del Evangelio: 2 Tes 2, 14
R.
Aleluya, aleluya.
Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio, a participar de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 2, 1-11
En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.

Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.

Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
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TOC - Bautismo del Señor - Mi propósito en la vida - Lc 3, 15-16. 21-22

Hoy celebramos la fiesta del bautismo de Jesús. Es un buen día para reflexionar sobre nuestro propio bautismo y su significado para nosotros. El día del bautismo de Jesús fue un momento decisivo en su vida; ese día comenzó su ministerio público durante el cual se entregó completamente al servicio de Dios y de todas las personas. En ese día, Jesús se reveló como el que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Su Padre le aseguró su favor y compañía al comienzo de su ministerio en favor de todos nosotros cuando dijo: "Tú eres mi Hijo, el Amado; en tí me complazco", y se impregnó del poder del Espíritu Santo, que descendió sobre él como un ave.

En nuestro bautismo, nos convertimos en miembros de la amada familia de Dios. En nuestro Bautismo, somos bautizados por él. En nuestro Bautismo, somos sumergidos en él y nos unimos a Jesús. En nuestro Bautismo, somos hechos como él, hijas e hijos de Dios. 

Todos nosotros nos bautizamos en algún lugar, en algún momento, y podemos reclamar ese bautismo como nuestro, es parte de nuestra historia espiritual que se impregna con la fuerza del Espíritu Santo.

El bautismo de Jesús es un momento vital en nuestra historia de la salvación. Allí se unió la humanidad en un humilde acercamiento a Dios. Allí se ve y se escucha la voz cariñosa del Padre y el Espíritu Santo se hace uno con él. 

Nuestro evangelio dice que "se abrieron los cielos", una poderosa declaración del punto de contacto entre el cielo y la tierra. Más adelante, cuando Jesús completa su viaje por la vida en el Calvario, leemos que "el velo del Templo se rompió en dos", un símbolo de que no somos completamente libres para entrar en el Lugar Santísimo.

El evangelio de hoy hace que Jesús comience un viaje que cada uno de nosotros debe emprender. Es un viaje lleno de propósitos, un viaje de intenciones. Necesitamos un sentido de propósito y patrón para nuestra vida para siempre avanzar en ese viaje. 

San Pedro resumió el propósito y el patrón de la vida de Cristo cuando dijo: "y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él". Igual que Jesús, todos estamos invitados, personalmente, a hacer nuestro propósito personal, unidos a él, inspirados por él y guiados por él. Hoy nos toca examinar nuestro propio estilo de vida, para ver si nuestra dirección es la correcta o si vamos por el camino correcto en la dirección equivocada.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC - Fiesta del Bautismo del Señor

Primera lectura:Is 42, 1-4. 6-7
Esto dice el Señor:
"Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones.

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas".

O bien:  Is 40, 1-5. 9-11
"Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios.
Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre
y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, 
porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados".

Una voz clama: "Preparen el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán".
Así ha hablado la boca del Señor.

Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá:
"Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará su rebaño; 
llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres''.
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Salmo Responsorial: 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 (11)
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor,
denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo, alabemos al Señor.
R. Te alabamos, Señor.

La voz del Señor
se deja oír sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es imponente.
R. Te alabamos, Señor.

El Dios de majestad
hizo sonar el trueno de su voz.
El Señor se manifestó
sobre las aguas desde su trono eterno.
R. Te alabamos, Señor.

O bien: Salmo 103, 1-2ª. 2b-4. 24-25. 27-28. 29-30 (1)
Bendice al Señor, alma mía: Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza.
Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Por encima de las aguas construyes tu morada.
Las nubes son tu carro; los vientos, tus alas y mensajeros;
y tus servidoras, las ardientes llamas.
R. Bendice, al Señor, alma mía.

¡Que numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
y tu mar, enorme a lo largo y a lo ancho, está lleno de animales pequeños y grandes.
R. Bendice, al Señor, alma mía.

Todos los vivientes aguardan que les des de comer a su tiempo:
les das el alimento y lo recogen, abres tu mano y se sacian de bienes.
R. Bendice, al Señor, alma mía.

Se retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo.
Pero envías tu espíritu, que da vida, y renueva el aspecto de la tierra.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
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Segunda Lectura: Hch 10, 34-38
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: "Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.

Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él".

O bien: Ti 2, 11-14; 3, 4-7
Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.

Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.
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Aclamación antes del Evangelio: Mc 9, 7
R.
Aleluya, aleluya.
Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".
R. Aleluya.


O bien: Jn 1, 29
R. Aleluya, aleluya.
Ya viene otro más poderoso que yo, dijo Juan el Bautista;
él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lectura del santo Evangelio según san Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego".

Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco".
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13 de enero: San Hilario de Poitiers. Obispo, Doctor de la Iglesia.
(Hilarius Pictaviensis) Nació en Poitiers, Francia alrededor de 315; murió en esa misma ciudad en 368.

Fue un obispo, escritor, Padre de familia y Doctor de la Iglesia. Era un hombre casado y tenía una familia cuando se convirtió al cristianismo y fue elegido obispo de su ciudad natal. 

Llamado el "Martillo de los Arrianos" o "Atanasio del Oeste" debido a que, igual que San Atanasio como San Nicolás defendían sin cansancio ni tregua la divinidad de Cristo contra los arrianos. 

Estos teólogos de Oriente y Occidente participaron en las polémicas teológicas con discursos y escritos contra Arrio y los arrianos.

Defendían la ortodoxia teológica y sostenían que el "cuerpo" de Jesús era un cuerpo divino, porque  había sido engendrado de manera milagrosa en la Virgen María: de este modo, según afirma Hilario, el cuerpo de Jesús ya era glorioso en su humanidad aunque esa gloria se escondía para todos y sólo se mostró plena en la Transfiguración, donde se mostró tal cual era.
Por esa efectiva defensa, Hilario fue desterrado a Frigia (una antigua región de Asia Menor que ocupaba la mayor parte de la península de Anatolia, en el territorio que actualmente corresponde a Turquía) por el emperador Constancio II, que había aceptado y defendía las decisiones del sínodo arriano de Béziers en el año 356.

Su destierro y su contacto con la teología de Oriente, modelaron el pensamiento teológico de este santo occidental. 
Destaca por su naturaleza amable, cortés y amable, 
y por su contribución a la comprensión occidental de la Trinidad.
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