domingo, 16 de enero de 2022

TOC - 7mo Domingo - El poder del perdón - Lc 6, 27-38

Para los líderes religiosos de su época, el mensaje de Jesús fue nuevo e impactante. La ley judía decretaba "ojo por ojo y diente por diente" (Ex 21, 23). En otras palabras, hay que lastimar a quien te lastima de algún modo.

El evangelio de hoy nos indica cuán radical y revolucionaria debe haber sonado la enseñanza de Jesús en ese entonces. Aún hoy, este mensaje es todavía bastante revolucionario en una sociedad con la mentalidad de
"perro-come-perro" (situación en que la gente haría cualquier cosa para ser exitoso, aún cuando tenga que dañar a otra gente). El proceso de salvación que Jesús establece se basa en el perdón, y, por lo tanto, ser parte y pertenecer a ese proceso, nos debe desafiar a ser tolerantes, a perdonar y amar.

Un buen ejercicio para crecer en el discipulado auténtico de Jesús es mirar un espejo para verte como eres y para reflexionar sobre los fracasos y los pecados en tu vida. Usa todo el tiempo necesario. Pide  pedir el perdón de Dios. Siéntelo. Ofrécele enmendarte. Vuelve a avanzar desde éste punto. 

Pregúntate: ¿Seré absuelto aún antes de pedirle a Dios que me perdone? El pecado y la culpa no vienen de Dios, sino más bien de tu propia incapacidad de perdonarte a ti mismo. 

Un famoso psiquiatra dijo que podía dar el alta a dos tercios de sus pacientes inmediatamente si lograba que se perdonaran a sí mismos. 

Jesús nos ayuda enormemente a perdonarnos cuando nos enseñó esa sencilla oración donde llamamos a Dios "Padre Nuestro". Esa era su oración favorita, es la que les enseña a sus discípulos. Es una oración simple, y es bastante corta. Allí le pedimos a Dios que perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si la oramos con unción, podemos darnos cuenta de la sanación que podemos lograr con ella y liberarnos de la atadura de la auto-condena perenne.

En la oración del Señor, le pedimos a Dios que nos perdone, pero también le prometemos que también nosotros vamos a perdonar a los demás. Hay un poder y una sanación probados en el perdón y en el amor. "Bienaventurados los mansos", dice Jesús, "ellos poseerán la tierra". Mahatma Ghandi, Martin Luther King y muchos pacificadores nos han impresionado por ser capaces de ejercer el poder del perdón que de alguna manera, lograron poner la otra mejilla. El violento y acosador no puede soportar el poder de quien no responde, y a menudo recurre a la violencia como la única forma de silenciar su voz que protesta, lo humilla y lo atormenta.

Errar es humano, perdonar es divino. Aspiramos a ser grandes de corazón, tolerantes y pacientes. El ideal que Jesús establece para nosotros es: "Sé misericordioso, así como tu Padre celestial es misericordioso".
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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano - 7mo. Domingo Ordinario - C
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Primera lectura: 1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23
En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas, bajó al desierto de Zif en persecución de David y acampo en Jakilá.

David y Abisay fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo entre los carros; su lanza estaba clavada en tierra, junto a su cabecera, y en torno a él dormían Abner y su ejército. Abisay dijo entonces a David: "Dios te está poniendo al enemigo al alcance de tu mano. Deja que lo clave ahora en tierra con un solo golpe de su misma lanza. No hará falta repetirlo". Pero David replicó: "No lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?"

Entonces cogió David la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl y se marchó con Abisay. Nadie los vio, nadie se enteró y nadie despertó; todos siguieron durmiendo, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David cruzó de nuevo el valle y se detuvo en lo alto del monte, a gran distancia del campamento de Saúl. Desde ahí gritó: "Rey Saúl, aquí está tu lanza, manda a alguno de tus criados a recogerla. El Señor le dará a cada uno según su justicia y su lealtad, pues él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor". 
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Salmo Responsorial: Salmo 102 (8a)
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, Lento para enojarse y generoso para perdonar.
No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
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Segunda lectura: 1 Cor 15, 45-49 
Hermanos: La Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 13, 34
R.
Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 6, 27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman.

Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores.

Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos''.
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