sábado, 19 de marzo de 2022

TOC - 4to Domingo de Cuaresma -Laetare - Una Justicia Profunda - Lc 15, 1-3. 11-32

Al leer esta parábola muchos se quedan con una vaga insatisfacción.
En de fascinarse con la misericordia de Dios, como se muestra al descuidado hijo,
se molestan por la parcialidad, o la injusticia, con la que el padre trata a su hijo mayor.
Y sí, de hecho, algunos padres muestran favoritismo.
Si oyen una queja sobre la niña de sus ojos, que sólo mueven la cabeza con incredulidad.
"No (lo / la) conoces. No, no podría hacer una cosa así. No, es sólo que así es su naturaleza.

"En ocasiones, el preocupado profesor, sacerdote 
o el vecino oirán amablemente el lamento,
" No sé qué hacer con él/ella, padre. Me ha roto el corazón. 
No lo puedo entender en absoluto.
" ¿Será que este descendiente pródigo es su favorito/a?

No será que conocemos a los hijos e hijas mayores demasiado bien. Son hijos que se quedaron en casa, solteros, a cuidar de sus padres ancianos?
Cuando los padres mueren, entierran con ellos los mejores años de sus vidas.
Esas vidas también fueron vidas muy duras u a veces solitarias
y si tienen rencores, debemos ser muy pero muy lentos para juzgarlos.

A veces vemos la foto sobre la chimenea de alguna casa de campo,
todos parados afuera y mostrando al hijo viajero que ha vuelto,
de pie con su próspera familia. Es un foto reveladora.
Al lado, el agricultor, soltero, sin licenciatura, su gorra sudada,
su polo de cuello redondo y el rostro arrugado y curtido por el duro clima,
luce más como el padre que como el hermano del viajero que ha vuelto.

Sí, podemos y debemos compadecernos por el hijo mayor.
Aunque no tiene nada por qué ser perdonado,
a veces la vida obediente, monótona y dura de nuestras vidas
nos hacen envidiar la vida aventurera, de libertad sin límites del pródigo hijo.

Internamente, hasta envidiamos al pecador por sus despreocupaciones y sus buenos tiempos.
De repente, por eso aceptamos tan fácilmente la noción de la retribución final.
Acariciamos la idea de que nuestros buenos tiempos están por venir, que ya delante de nosotros
y esperamos que los playboys de este mundo paguen por sus malgastados placeres a su debido tiempo.

El hijo mayor representa a todos los ciudadanos sólidos, que han sido ‘la sal de la tierra’,
mientras que detrás de la bandera del hijo pródigo se apiñan todos los libertinos, 
los inadaptados, los abandonos, los débiles y el resto de los rechazos del mundo.

Lo desconcertante de esta parábola es el epílogo sobre la actitud del hijo mayor.
Si la parábola es acerca de la infinita misericordia de Dios para con el pecador, a continuación, 
en el momento en que se realizan la fiesta en honor del errante que ha regresado, entendemos el mensaje.
¿Por qué desperdiciar algo de simpatía por el resentido hijo mayor?
De una cosa estamos seguros, el narrador de la parábola era un verdadero maestro de su oficio.

Entenderemos mejor esta parábola si la vemos a través de los ojos de uno de los rechazados del mundo:
De un Inmigrante, de un huérfano, de un defensor de la naturaleza, de una viuda abandonada,
de un desertor, de un inadaptado, de algún minusválido.
Quizás esta sea la respuesta de nuestro Señor a quien se queja:
"¿Por qué yo? ¿Por qué me tocó ser el que se quede afuera?"

Lo que el reluctante hijo mayor no pudo ver es que es el necesitado 
quien debería tener muchas más razones para quejarse y reclamar el amor y el perdón de Dios. 
No sólo durante la cuaresma o el adviento, sino siempre, cada día.

Sin embargo, en vez de quejarnos como el hijo mayor, debemos actuar como el hijo menor
que se mueve a la acción y busca el perdón y la inclusión de la mesa de la eterna abundancia. 
Busquemos y pidamos sin reclamos ni quejas la misericordia amorosa de un padre que nos ama incondicionalmente.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, ciclo C, 4to Domingo de Cuaresma
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Primera lectura: Jos 5, 9a. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: 

“Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto”.
Los israelitas acamparon en Guilgal, 
donde celebraron la Pascua, 
al atardecer del día catorce del mes, 
en la llanura desértica de Jericó. 
El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, 
panes ázimos y granos de trigo tostados. 
A partir de aquel día, cesó el maná. 

Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año 
comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán.

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Salmo Responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Proclamemos la grandeza del Señor, 
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso 
y me libró de todos mis temores.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Confía en el Señor y saltarás de gusto, 
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres 
y los libra de todas sus angustias.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
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Segunda lectura: 2 Cor 5, 17-21
Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva; 
para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo 
y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. 
Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo 
y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, 
y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. 
Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, 
es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. 
En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios. 
Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, 
para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.
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Aclamación antes del Evangelio: Lc 15, 18: 
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Evangelio: Lc 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, 
se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. 
Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: 
"Éste recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Un hombre tenía dos hijos, 
y el menor de ellos le dijo a su padre: 
'Padre, dame la parte de la herencia que me toca'.
Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, 
se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, 
viviendo de una manera disoluta.
Después de malgastarlo todo,
sobrevino en aquella región una gran hambre 

y él empezó a padecer necesidad.
Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, 
el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.
Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, 
pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: 
'¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra,
y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre!
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: 
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 
ya no merezco llamarme hijo tuyo. 
Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre.
Estaba todavía lejos, 
cuando su padre lo vio 
y se enterneció profundamente. 
Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos.
El muchacho le dijo: 
'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 
ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre les dijo a sus criados: 
'¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; 
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; 
traigan el becerro gordo y mátenlo. 
Comamos y hagamos una fiesta, 
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, 
estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver,
 cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. 
Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: 
'Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, 
por haberlo recobrado sano y salvo'. 
El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara;
 pero él replicó: 
'¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, 
y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! 
Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, 
que despilfarró tus bienes con malas mujeres, 
y tú mandas matar el becerro gordo'.
El padre repuso: 
'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. 

Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, 
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, 
estaba perdido y lo hemos encontrado' ".
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Oremos:
Dios nuestro, que reconcilias maravillosamente al género humano
por tu Palabra hecha carne;
te pedimos que el pueblo cristiano
se disponga a celebrar
las próximas fiestas pascuales
con una fe viva y una entrega generosa.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.


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¿Qué es Laetare?
Laetare, es el nombre que recibe el cuarto domingo de Cuaresma, según el calendario litúrgico de la mayoría de las iglesias de Ritos latinos. Laetare quiere decir "alégrense". Se le conoce también como el "Domingo de la Alegría", aunque sea una alegría pasajera y efímera.
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