viernes, 22 de julio de 2022

TOC - Domingo 19 - De la Mano de Dios - Lc 12, 35-40

La fe que Abraham desarrolló en Dios finalmente le trajo serenidad y gozo. El gran patriarca tenía tanta confianza en la promesa de Dios que era el motor que había comenzado a sostener su vida. 
Impresiona el modo en que Abraham obedece, sin protesta ni duda a este Dios nuevo que le pidió que dejara atrás el pasado y se lanzara a un futuro desconocido. Una confianza absoluta aún en medio de la incertidumbre.

El Evangelio de hoy nos dice que quienes pertenecemos a Jesús no tenemos por qué tener miedo. Él es fuerza que fortalece y seguridad que da confianza. Quienes hacemos de Dios nuestro  tesoro, y nos comprometemos con Cristo como nuestro guía para vivir, vemos la vida como un viaje que nos conduce a nuestro verdadero hogar donde un Padre amoroso nos espera para acogernos. Si podemos mantener los ojos fijos en la visión que Dios ha prometido y sintonizar nuestros oídos con la voz de Dios en las Escrituras y en los acontecimientos de la vida cotidiana, entonces podemos vivir con confianza en su presencia.

El Evangelio también sugiere que en ésta vida, Dios también nos exige. Pero siempre son gestos y signos de su amor. Si los santos de la Escritura tenían muchas pruebas del amor de Dios, también experimentaban sufrimientos como individuos y como raza. 

A menudo su fe pasó por grandes pruebas, como la de Abraham y su esposa Sara, cuando parecía que la promesa de los hijos nunca podía realizarse, se hizo realidad. La espiritualidad de Abraham lo impulsa a tratar de seguir firmemente la llamada de Dios, tomado de su mano aún en la oscuridad de la fe. Él se convirtió en un modelo para la fe cristiana.

No sabemos de antemano qué nos exigirá el amor de Dios, muchas veces, sus exigencias chocarán con nuestros propios planes. No podemos saber cuándo una enfermedad personal, el duelo o alguna otra calamidad pondrá a prueba nuestra fe. Pero confiamos en que nuestra vida será un éxito si ponemos nuestro corazón en ser fieles a la voluntad de Dios. Nuestra fe, como la de Abraham, nos lleva hacia adelante, siempre señalando algo aún por venir. Si tenemos fe como la suya, al final de nuestra peregrinación se cumplirán todas las promesas de Dios.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Semana 19 - TOC

Primera lectura: Sab 18, 6-9

La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, 
para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.

Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. 
En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios 
nos cubriste de gloria a tus elegidos.

Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, 
y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, 
de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. 
Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.
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Salmo Responsorial: Salmo 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 (12b)

Que los justos aclamen al Señor, es propio de los justos alabarlo.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, 
dichoso el pueblo que eligió por suyo.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían;
los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

En el Señor está nuestra esperanza,: 
Pues él nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros, 
puesto que ti, Señor, hemos confiado.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
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Segunda lectura: Heb 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, 
en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Todos ellos murieron firmes en la fe. 
No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. 
Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. 
Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; 
pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. 
Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. 
Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, 
se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, 
porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. 
Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; 
por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
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O bien: /  Heb 11, 1-2. 8-12
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, 
como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 24, 42. 44
R.
Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino.

Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas
que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba,
allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla.

Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.
Sean semejantes a los criados que están esperando 
a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque.

Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela.
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, 
los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa.
Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?"

El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, 
con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. 
Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. 
Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. 
Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, 
a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, 
llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; 
pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más''.
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O bien: Lc 12, 35-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. 
Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, 
para abrirle en cuanto llegue y toque. 
Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. 
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. 
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. 
Pues también ustedes estén preparados, 
porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.
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