lunes, 1 de agosto de 2022

TOC - Domingo 20, ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? - Lc 12,49-53

Jr 38,4-6.8-10: Trataron inicuamente a Jeremías, arrojándolo a un pozo
Salmo 39: ¡Señor, ven a ayudarme!
Heb 12,1-4: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos.
Lc 12,49-53: ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra?
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Hace algunos años ya que los Misioneros Columbanos vinimos a compartir nuestras vidas y misión con esta hermosa comunidad y las lecturas de hoy siguen siendo muy desafiantes.

Muchos cristianos podemos identificarnos con la primera lectura, conocida como “la Pasión de Jeremías” y con los sufrimientos soportó por ser fiel al llamado y al envío de Yahvé de proclamar su palabra con honestidad y valentía.

El salmista del Salmo 39 suplica al Dios poderoso, muestra su confianza y da gracias al que cuida de aquellos que lo aman. 

Por eso dice el salmista: “Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias”. 
Y luego: “Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios”.

La segunda lectura, nos pone a Jesús como origen y fin definitivo de nuestra fe. 
Insiste en el valor de su pasión y cruz. 

 Nos dice que es muy posible que también nosotros
 podamos sufrir persecución y muerte, como Jesús y Jeremías. 
Hay que tener el coraje de dar incluso la vida, en la lucha contra el mal, 
seguir al alfa y omega de nuestra fe,
el testigo del fuego del amor, 
el mártir del Reino.
Nos dice que la lucha contra el pecado personal y social 
va a ser dura, pero con Jesús, seremos victoriosos.

El evangelio nos invita a caminar con Jesús en su jornada a Jerusalén. 
Él sabe lo que le va a pasar allá
y lo quiere compartir con sus amigos y discípulos. 
Lucas usa la subida a Jerusalén para situar allí
la mayor parte de los discursos, parábolas y relatos de Jesús.
Los dichos de Jesús pueden usarse en distintos momentos y circunstancias
de la vida de sus oyentes. Esto nos permite leerlos
con la libertad de hijas e hijos de Dios y aplicarlas a nuestras propias vidas.

El mensaje de Jesús es una Buena Nueva hermosa, preocupada por los débiles y pequeños,
llena de amor y aceptación hasta por los peores pecadores y enemigos.
Es un mensaje aunque duro, que trae una gran paz y armonía para los creyentes. 

Ya lo decían los ángeles en el Nacimiento de Jesús (Lc 2, 24) 
y lo volverán a proclamar a los atemorizados discípulos
el dìa de su Resurrección (Lc 24,20-21). 
Sin embargo, trae consigo cambios que hará que los cristianos
primero experimenten la falta de paz y concordia entre todos, 
la división familiar entre padres e hijos, nueras y suegras. 
Lo que sigue a esto es la presencia misma del Reino de Dios, 
que trae en sus palabras y sus gestos, sus milagros y acciones.

No podemos entusiasmarnos con Jesús y seguir como siempre. Debemos escuchar la Buena Nueva del Reino, cambiar nosotros y cambiar el mundo. 
Optar con pasión, es tomar decisiones y actuar para producir cambios radicales en nuestra vida. Esto nos afectará mucho aún más allá de los vínculos familiares. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre su propia familia, no puede ser su verdadero discípulo (Lc 14, 26).

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Lecturas en lenguaje Latinoamericano XX Domingo Ordinario

Primera lectura: Jer 38, 4-6. 8-10
Durante el sitio de Jerusalén, los jefes que tenían prisionero a Jeremías dijeron al rey: 
"Hay que matar a este hombre, 
porque las cosas que dice desmoralizan a los guerreros que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo.
Es evidente que no busca el bienestar del pueblo, sino su perdición".


Respondió el rey Sedecías: "Lo tienen ya en sus manos y el rey no puede nada contra ustedes". 
Entonces ellos tomaron a Jeremías y, descolgándolo con cuerdas, lo echaron en el pozo del príncipe Melquías, situado en el patio de la prisión. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías quedó hundido en el lodo.

Ebed-Mélek, el etíope, oficial de palacio, fue a ver al rey y le dijo:
"Señor, está mal hecho lo que estos hombres hicieron con Jeremías,
arrojándolo al pozo, donde va a morir de hambre".

Entonces el rey ordenó a Ebed-Mélek:
"Toma treinta hombres contigo y saca del pozo a Jeremías, antes de que muera".

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Salmo Responsorial: Salmo 39, 2. 3. 4. 18 (14b)

Esperé en el Seño con gran confianza;
él se inclinó hacia mí
y escuchó mis plegarias.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

Del charco cenagoso
y la fosa mortal me puso a salvo;
puso firmes mis pies sobre la roca
y aseguró mis pasos.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

El me puso en la boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos se conmovieron al ver esto
y confiaron también en el Señor.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

A mí, tu siervo, pobre y desdichado,
no me dejes, Señor, en el olvido.
Tú eres quien me ayuda y quien me salva;
no te tardes, Dios mío.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.
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Segunda lectura: Heb 12, 1-4
Hermanos: Rodeados, como estamos,
por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, 
dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata,
para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante,
fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.
Él, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia,
y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios.
Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores,
y no se cansen ni pierdan el ánimo,
porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado.

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Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 27

R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo.
No he venido a traer la paz, sino la división.
De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres.
Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija
y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra''.

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Oremos:
Dios nuestro,
que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor
para que, amándote en todas y sobre todas las cosas,
alcancemos tus promesas que superan todo deseo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
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