sábado, 27 de agosto de 2022

TOC - Domingo 24 - ¿Vengarse o Perdonar? - Lc 15:1-32

A la mayoría nos resulta difícil olvidar los daños que nos han causado. A veces, el incidente fue deliberado, a veces involuntario. 

Muchas veces, vamos por la vida guardando rencores, siendo desgraciados porque no podemos olvidar ni curamos el pasado; negándonos a sanar las heridas y a liberarnos de las cosas pasadas que ocurrieron hace años. Al actuar así, imaginamos un Dios que también actúa de esta manera.
Imaginamos a Dios como quien sólo espera algún día ajustar cuentas con nosotros. 

Porque nosotros podemos ser vengativos, proyectamos esta actitud hacia Dios.

Cuando leemos la historia de Moisés en el Antiguo Testamento, pareciera que el pueblo Hebreo creyó en ese tipo de Dios. Incluso suena como si cuando la gente cayó en la idolatría y adoraron al becerro de oro, Moisés es más misericordioso que Dios porque sólo a causa de la oración de Moisés Dios apartó su ira y dio a su pueblo otra oportunidad para llegar a la tierra prometida.

Jesús nos presenta una imagen de Dios completamente diferente. No es más un Dios enojado esperando para juzgarnos con dureza. Jesús presenta más bien un Dios que está cerca de nosotros, y nos quiere cerca de él. El verdadero Dios es como el padre amoroso que ha perdido un hijo, y no descansa hasta que el hijo esté en casa a salvo.

En el mundo de hoy, el espíritu de odio, ira y venganza están vivo y actuando. Lo vemos en la trágica guerra civil que todavía hace estragos en Siria, lo vemos también en otros lugares, armas de fuego y armas de destrucción masiva se usan en los que se consideran enemigos. Se almacenan armas químicas, otros tienen tantas armas nucleares de disuasión nuclear como para destruir todo el planeta. 

Los políticos hablan de propagar la democracia, pero están dispuestos a hacer llover destrucción desde su seguro refugio que le dan sus aviones no tripulados y drones.

El perdón está muy bien cuando somos nosotros quienes lo pedimos. Pero ¿cómo reaccionamos cuando el perdón se extiende a los demás? El padre de la parábola lanza una gran fiesta, su bulla puede ser oída en los campos. ¿Estamos preparados para unirnos a la celebración, si podemos alcanzar la paz sin buscar venganza o golpes punitivos? O somos como el hosco hermano mayor que se resiente por la fiesta que celebra el regreso de su irresponsable hermano más joven?

Por qué nos resulta difícil aceptar que Dios ofrece su misericordia a todo el mundo, sin importar su vida pasada? El evangelio de hoy dice que aunque pensemos que no se la merece, Dios nunca lo hace. Si queremos ser verdaderamente cristianos, debemos cambiar nuestras actitudes hacia otras personas, y verlas como Dios lo hace, con los ojos de la comprensión y la misericordia.

La historia del hijo pródigo en realidad no tiene ninguna conclusión clara. 
No sabemos si el hermano mayor entró en la casa para unirse a las celebraciones, o si se quedó fuera, hirviendo de cólera. 
No hay un final, porque no es sólo una historia, es un desafío para cada uno de nosotros. 

¿Cómo terminaríamos la historia? ¿Entrarías o permanecerías fuera?_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC 24 domingo

Primera lectura: Ex 32, 7-11. 13-14
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: "Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: 'Éste es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto' ".

El Señor le dijo también a Moisés: "Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo".

Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: "¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: 'Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido' ".  Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.
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Salmo Responsorial: Salmo 50, 3-4. 12-13. 17 y 19 (Lc 15, 18)
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
R.  Me levantaré y volveré a mi padre.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu..
R.  Me levantaré y volveré a mi padre.
Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
Un corazón contrito te presento y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
R.
  Me levantaré y volveré a mi padre.
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Segunda lectura: 1 Tm 1, 12-17
Querido hermano: Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús.

Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna. Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Aclamación antes del Evangelio: 2 Cor 5, 19
R.
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.

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Evangelio: Lc 15, 1-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: "Éste recibe a los pecadores y come con ellos".

Jesús les dijo entonces esta parábola: "¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido'. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido'. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente".

También les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte que me toca de la herencia'. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: '¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.

Pero el padre les dijo a sus criados: '¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'.
Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: '¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'.

El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado' ".

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O bien: Lc 15, 1-10

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: "Éste recibe a los pecadores y come con ellos".

Jesús les dijo entonces esta parábola: "¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido'. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido'. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente".

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