viernes, 7 de octubre de 2022

TOC Domingo 28 - Ser agradecidos con Dios - Lc 17, 11-19

Antífona de entrada     Sal 129, 3-4
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?
Dios de Israel, en ti se encuentra el perdón.

 Valoramos la libertad individual y el libre derecho a elegir y decidir por nosotros mismos cómo vivir nuestras vidas. Pero la población puede ser influenciada por grupos de presión, así, permitimos que las dificultades y la restricción de la libertad sean para la gran cantidad de migrantes y solicitantes de asilo. A veces parece que queremos dictarle a Dios qué hacer, queremos que Dios haga las cosas a nuestra manera y conveniencia y que deje hacer nuestro propio destino. Algunos incluso abandonan la fe y la oración, porque Dios no escucha sus peticiones o no actúa como ellos quieren. 

Naamán el leproso, un comandante del ejército de Siria, quería que el Dios de Israel mande a su profeta a que lo sane según sus expectativas. Con sus cargas de regalos de plata y oro esperaba que el profeta Eliseo se entusiasme y lo cure, claro que iba a pagar por el servicio. Pero el profeta, ni siquiera salió a su encuentro, sólo le envió un mensajero diciéndo que se lavara siete veces en el río Jordán. Naamán se sintió ofendido y estaba tan herido que se preparó para regresar a Siria, furioso. ¿Cómo es eso de "lavarse en este río", cuando tenía ríos más grandes y limpios en casa? Sus sirvientes lograron convencerle que no perdía nada con probarlo, y, cuando lo hizo se curó.

Muchas veces, nosotros nos portamos como éste Naamán. "¿Por qué ir a la iglesia, si puedo adorar a Dios afuera?" "¿Por qué Dios me envía la cruz de la enfermedad, si bien puede hacer que estuviera sano?" Hasta los Apóstoles pedían: "¿Por qué no nos muestras al Padre?" Algunos se quejaban: "Dice cosas intolerables y ¿cómo podríamos aceptarlas?", y dejaron de seguirlo. Éstas reacciones las encontramos tan a menudo que ya nos parecen normales.

Cuando Naamán pensó de nuevo, se hizo humilde  y obedeció, se curó. Lo mejor es que luego regresó para agradecerle a Eliseo. Muchas veces, es muy satisfactorio recibir un sincero "Gracias" por un servicio. a veces, hasta nos avergonzamos por la calidez del agradecimiento del otro por algo que no nos costó mucho sacrificio. Hay mucho de divino en ser agradecido y más en no esperar nada por el servicio que prestamos, tal y como lohizo Naamán, el Sirio.

La Eucaristía es un recordatorio de no olvidar nunca el mayor regalo de Dios para nosotros, su propio Hijo, nuestro Salvador. Por esto, debemos de estar siempre agradecidos de tenerla en comunidad. Si nos concentramos demasiado en pedir y pedir cosas, existe el peligro de reducir nuestra Misa al nivel de pensamiento mágico, a una forma de convertir a Dios en nuestro sirviente. Es mucho mejor si allí podemos abrir nuestros corazones y nuestras vidas a lo que Dios quiera para nosotros, que seguro, a la larga, será lo mejor que nos pueda pasar. 

Recemos siempre "que se haga tu voluntad",
sin exigir que Dios la haga a nuestro modo.
Cuando necesitamos un favor, debemos pedirlo
con oración y acción de gracias, constante y agradecida.
Dios siempre contesta la oración,
aunque a veces no sea exactamente del modo en que lo esperamos. 

Finalmente, dice Jesús, Dios concede solo lo que es para nuestro bien.
Necesitamos agradecer a Dios desde el corazón,
con la actitud de Naamán después de su cura, o como el leproso agradecido con Jesús.

Qué pena que los otros nueve nunca aprendieron a expresar una palabra de agradecimiento por la bendición que recibieron.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Semana 28 TOC
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Primera lectura: 2 Reyes 5, 14-17
En aquellos días, Naamán, el general del ejército de Siria, que estaba leproso,
se bañó siete veces en el Jordán, como le había dicho Eliseo, el hombre de Dios,
y su carne quedó limpia como la de un niño.

Volvió con su comitiva a donde estaba el hombre de Dios y se le presentó diciendo:
"Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel. Te pido que aceptes estos regalos de parte de tu siervo".
Pero Eliseo contestó:
"Juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no aceptaré nada".
Y por más que Naamán insistía, Eliseo no aceptó nada.

Entonces Naamán le dijo:
"Ya que te niegas, concédeme al menos que me den unos sacos con tierra de este lugar, los que puedan llevar un par de mulas.
La usaré para construir un altar al Señor, tu Dios, pues a ningún otro dios volveré a ofrecer más sacrificios".

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Salmo Responsorial: Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (2b)

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

El Señor ha dado a conocer su victoria,
y ha revelado a las naciones su justicia.
Una vez más ha demostrado Dios
su amor y su lealtad hacia Israel.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.
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Segunda lectura: 2 Tm 2, 8-13
Querido hermano: Recuerda siempre que Jesucristo, descendiente de David,
resucitó de entre los muertos, conforme al Evangelio que yo predico.
Por este Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos,
para que ellos también alcancen en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna.

Es verdad lo que decimos:
"Si morimos con él, viviremos con él;
si nos mantenemos firmes, reinaremos con él;
si lo negamos, él también nos negará;
si le somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede contradecirse a sí mismo".
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Aclamación antes del Evangelio: 1 Tes 5, 18
R. Aleluya, aleluya.
Den gracias siempre, unidos a Cristo Jesús, pues esto es lo que Dios quiere que ustedes hagan.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 17, 11-19
En aquel tiempo,
cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea.
Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos,
los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían:
"Jesús, maestro, ten compasión de nosotros".

Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes".
Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta,
se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano.
Entonces dijo Jesús: "¿No eran diez los que quedaron limpios?
¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?
"
Después le dijo al samaritano: "Levántate y vete. Tu fe te ha salvado".

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Oración
Dios todopoderoso,
que tu gracia siempre nos preceda y acompañe,
y nos ayude en la práctica constante de las buenas obras.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad de Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
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