sábado, 27 de agosto de 2022

TOC Domingo 26 - El Premio Eterno - Lc 16, 19-31

Cenicienta es un cuento de hadas con una moraleja parecida a nuestra parábola del evangelio. Ella comienza una vida pobre y oprimida, pero su estado cambia por su madrina y finalmente se convierte en la princesa de cuento de hadas.

Jesús usa un contraste para llevar a casa su mensaje. El nombre del pobre hombre da una idea de su actitud interior. Se le llama Lázaro, o en hebreo Eliezer, lo que significa que Dios ayudará. Es un mendigo que confía en el Señor. 

El hombre rico sin nombre es cualquiera que ignora con dureza toda la miseria humana. El hombre rico tiene comida lujosa y un lujoso guardarropa.
No se menciona la culpa, porque le había hecho mal al otro.
Simplemente ignora el hecho de que a las afueras de su puerta hay un hombre pobre en harapos y hambrientos. Ni siquiera se le ofrecieron los restos de comida que cayeron de la mesa del hombre rico. El hombre rico claramente pecó por omisión.

Lázaro va al cielo y toma el sol en compañía de Abraham, el amigo de Dios. 
El pobre, cuya pobreza había sido malinterpretada como castigo por sus pecado, 
es bienvenido por los ángeles al Paraíso. 
El hombre rico desciende al oscuro vacío de la tumba. 

La explicación podría centrarse en la rendición final de cuentas, el juicio final que nivelará todas las injusticias.
Podría instar a la necesidad de cuidar a los pobres en nuestras propias puertas, que reclaman una vida mejor. 

El hombre rico no negó la existencia de Lázaro, simplemente lo ignoró o aceptó la drástica desigualdad como normalidad. 

En los países más ricos, impulsados ​​por los medios de comunicación para equilibrar sus presupuestos internos,
puede haber una mentalidad de avestruz que ignora las necesidades del mundo en desarrollo. 

La promesa de la vida después de la muerte
no debe usarse como anestésico para mitigar la necesidad de trabajar por la justicia en el mundo real.

Podríamos interpretarla partiendo del estado del hombre rico en Hades. 
Ha caído de su posición privilegiada real como hijo de Abraham. 
El hombre rico realmente no escuchó el mensaje de los profetas. 
Abraham dice que los cinco hermanos no podrán cambiar su forma de vida si no lo hacen escuchando la palabra de Dios. 

Podemos ver aquí la falsedad de las devociones etéreas que enfatizan lo extraordinario pero ignoran las implicaciones sociales del verdadero evangelio. 

Cada comunidad debe ver las desigualdades que tenemos y mantenemos.
Ésta parábola debe desafiar nuestras seguridades y comodidades, a darle la importancia debida a los ignorados.
Debe ayudarnos a incluir a los excluidos para que con justicia prediquemos este evangelio de justicia en la fe.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC - Domingo 26 

Primera lectura: Am 6, 1. 4-7
Esto dice el Señor todopoderoso:
"¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión
y los que ponen su confianza en el monte sagrado de Samaria!
Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones
para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorda.
Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David.
Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos,
pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.

Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos".
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Salmo Responsorial: Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (1b)
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
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Segunda lectura: 1 Tm 6, 11-16
Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre.
Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado
y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.

Ahora, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús,
que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato, te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente,
todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios,
el bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y Señor de los señores,
el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible
y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él todo honor y poder para siempre.
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Aclamación antes del Evangelio: 2 Cor 8, 9
R.
Aleluya, aleluya.
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 16, 19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. 

Pero Abraham le contestó: 'Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. 
Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. 
Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá'.

El rico insistió: 'Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, 
pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos'. 
Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen'. 
Pero el rico replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán'. 
Abraham repuso: 'Si no escuchan a Moisés y a los profetas, 
no harán caso, ni aunque resucite un muerto'".
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