domingo, 13 de julio de 2025

TOC - Domingo 23 - Una Planificación Responsable - Lc 14, 25-33

Las parábolas de Jesús son muchas, pero su enseñanza sigue siendo la misma:
cualquiera que comienza un proyecto importante
sin saber si tiene los medios y la energía para la tarea,
corre el riesgo de terminar con un lío en sus manos.

Ningún agricultor comienza a construir
una torre de vigilancia para su viñedo,
sin antes calcular lo que requiere el trabajo.
Si el proyecto queda inacabado, quedará en ridículo ante sus vecinos.
Ningún gobernante irá a la guerra contra un enemigo poderoso
sin antes calcular las posibilidades de la victoria final.

A primera vista, esto parece recomendar una prudencia
una cautela alejadas de la osadía que suele pedir a sus seguidores.
Pero ese no es realmente el mensaje de esas comparaciones.
La misión que da a sus seguidores es tan importante
que nadie debe comprometerse con ella sin discernimiento. 
Jesús llama a una reflexión madura.
Los dos protagonistas de las parábolas deben sentarse a reflexionar. 

Necesitamos sentarnos y ordenar nuestros pensamientos, reflexionar juntos y decidir el camino a seguir.
Necesitamos más escucha del Evangelio juntos, para descubrir la llamada de Dios hoy,
para despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento de Jesús.

En nuestros tiempos estamos viviendo un gran cambio sociocultural.
No podemos difundir la fe en esta nueva fase de nuestro mundo,
sin conocerla bien y comprenderla desde dentro.
¿Qué acceso al Evangelio podemos ofrecer, si despreciamos o ignoramos el pensamiento,
los sentimientos y el lenguaje de nuestro tiempo? 

No podemos responder a los desafíos de hoy con las estrategias de ayer.
Es imprudente actuar sin reflexión.
Nos estaríamos exponiendo a la frustración, al ridículo o incluso al desastre. 

Según la parábola, la «torre inacabada» provocó la burla de su constructor.
Recordad el lenguaje reflexivo de Jesús,
invitando a sus discípulos a ser «levadura» en medio de la gente, o una pizca de «sal»
que da nuevo sabor a la vida de las personas.
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Lecturas en lenguaje Latinoamericano: 23vo. Domingo Ordinario, Ciclo C
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Primera lectura: Sab 9, 13-19
¿Quién es el hombre que puede conocer los designios de Dios?
¿Quién es el que puede saber lo que el Señor tiene dispuesto?
Los pensamientos de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse,
porque un cuerpo corruptible hace pesada el alma y el barro de que estamos hechos entorpece el entendimiento.

Con dificultad conocemos lo que hay sobre la tierra
y a duras penas encontramos lo que está a nuestro alcance.

¿Quién podrá descubrir lo que hay en el cielo?
¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría,
enviando tu santo espíritu desde lo alto?

Sólo con esa sabiduría lograron los hombres enderezar sus caminos y conocer lo que te agrada.
Sólo con esa sabiduría se salvaron, Señor, los que te agradaron desde el principio.

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Salmo Responsorial: Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (1)

Tú haces volver al polvo a los humanos,
Diciendo a los mortales que retornen.
Mil años para ti son como un día
que ya pasó; como una breve noche.
R. Tú eres, Señor, nuestro refugio.

Nuestra vida es tan breve como un sueño;
Semejante a la hierba,
que despunta y florece en la mañana
y por la tarde se marchita y se seca.
R. Tú eres, Señor, nuestro refugio.

Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos.
¿Hasta cuando, Señor, vas a tener
compasión de tus siervos? ¿Hasta cuando?
R. Tú eres, Señor, nuestro refugio.

Llénanos de tu amor por la mañana
y júbilo será la vida toda.
Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos,
puedan mirar tus obras y tu gloria.
R. Tú eres, Señor, nuestro refugio.
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Segunda lectura: Fmn 9-10. 12-17
Querido hermano: Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero por la causa de Cristo Jesús,
quiero pedirte algo en favor de Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado para Cristo aquí, en la cárcel.

Te lo envío. Recíbelo como a mí mismo.
Yo hubiera querido retenerlo conmigo,
para que en tu lugar me atendiera, mientras estoy preso por la causa del Evangelio.

Pero no he querido hacer nada sin tu consentimiento,
para que el favor que me haces no sea como por obligación, sino por tu propia voluntad.

Tal vez él fue apartado de ti por un breve tiempo, a fin de que lo recuperaras para siempre,
pero ya no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como hermano amadísimo.
Él ya lo es para mí. ¡Cuánto más habrá de serlo para ti,
no sólo por su calidad de hombre, sino de hermano en Cristo!
Por tanto, si me consideras como compañero tuyo, recíbelo como a mí mismo.

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Aclamación antes del Evangelio: Sal 118, 135
R.
Aleluya, aleluya.
Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos.
R. Aleluya.

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Evangelio: Lc 14, 25-33
En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre
y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo:
"Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos,
a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo.
Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre,
no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla?
No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren
comiencen a burlarse de él, diciendo: 'Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar'.

¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar
si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil?
Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.

Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo''.
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REFLEXIÓN ALTERNATIVA


Domingo 23vo. - Como Dios Trata a Sus Amigos
Los caminos de Dios son misteriosos, y nuestra incapacidad para entenderlos
se enfatiza en la lectura de hoy del libro de la Sabiduría, y si consideráramos el mensaje de las otras dos lecturas,
deberíamos preguntarnos, ¿por qué San Pablo debe sufrir, si ha dedicado la mayor parte de su vida
a la difusión del evangelio de Cristo, termina prisionero en cadenas, seguido por la muerte por violencia.
O bien, ¿por qué, como dice el evangelio, que para ser discípulos de Cristo debemos llevar una cruz?

Una y otra vez, en nuestro camino por la vida, nos encontramos con el misterio del sufrimiento,
el misterio del camino de la cruz que Cristo nos llama a recorrer.

Una de las santas que sufrió todos sus días y que, a pesar de ello, llevó una vida muy activa,
sin dejarse vencer nunca por sus tribulaciones, fue santa Teresa de Ávila, fundadora de las Carmelitas Descalzas.
Era una persona extraordinaria, que unía la santidad mística y sublime con la sensatez y el humor prácticos.
Cuando escuchó que su colaborador cercano, San Juan de la Cruz, fue encarcelado
y era castigado como un renegado de la Orden Carmelita, escribió: “Dios tiene una forma terrible de tratar a sus amigos,
y en verdad no les hace ningún mal, ya que así trató a su propio Hijo, Jesucristo.”

Entonces, si Cristo, el Santísimo Hijo de Dios, se sometió al sufrimiento y a la muerte,
entonces nosotros, sus siervos, no podemos esperar ser tratados de manera diferente a nuestro Maestro.
Y esto nos lo afirma categóricamente. “El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.

No imaginemos a Dios como quien se deleita impíamente en ver sufrir a sus hijos.
Si ningún padre terrenal digno de ese nombre adoptaría tal actitud,
cuánto más nuestro Padre celestial,
que envió a su Hijo para mostrarnos su amor, hasta el punto de sacrificarse por nosotros.

Esto plantea la pregunta, ¿por qué Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, tuvo que sufrir?
De hecho, ¿por qué cualquiera de nosotros debería sufrir?
Podemos abordar el problema de otra manera diciendo que todos los sufrimientos,
especialmente los asociados con la muerte, son una evidencia concreta del misterio del mal,
nuestra tendencia a trastornar el propósito de Dios, en otras palabras, a cometer pecado.
Al final de la historia de la creación en Génesis (1:31), se nos dice que
“Dios vio todo lo que había hecho y verdaderamente era bueno”.

Por lo tanto, podemos decir que todo es verdaderamente bueno en la medida en que sirve al propósito de Dios.
Es deslumbrantemente obvio que, tanto física como moralmente,
el mundo no es del todo bueno. El culpable es el pecado, que no sólo es
la raíz de todos los males, sino cuya misma existencia ahora muchos niegan.

En los evangelios nunca se sugieren que Jesús quería el sufrimiento por sí mismo.
Su oración en Getsemaní fue: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz”
(Mt 26,39).
Pero el ejemplo de Jesús, así como el de su madre sin pecado,
nos muestra que es imposible, incluso para las personas justas y virtuosas,
evitar el sufrimiento y los efectos del pecado en el mundo.

Cuando Pablo le rogó a Dios que lo curara de sus dolencias,
la respuesta que obtuvo fue: “Mi gracia es todo lo que necesitas”.
(2 Cor 12, 9s).
Luego escribió: “Con gusto sufro por ustedes, y en mi cuerpo hago lo que puedo
para suplir todo lo que aún tiene que sufrir Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”
(Col 1, 24).

TOC - Domingo 22 - Dejando de lado el orgullo - Lc 14, 1. 7-14

El orgullo rige en el mundo.
La cultura empresarial actual nos forma en la asertividad,
el mercadeo agresivo y la superioridad general.
La modestia, la amabilidad y el respeto por las personas pobres
parecer ser de una época más amable, un mundo pasado.
La jerarquía en la iglesia, en el estado, en el trabajo o en la recreación, es muy apreciada.

Como en el Evangelio de Lucas, los asientos se organizan cuidadosamente
y se respeta estrictamente el orden jerárquico.
¿Son estas posiciones ceremoniales, entonces, asuntos de verdadero significado, que reflejan nuestro valor a la vista de Dios?
Lo cierto es que, todo lo que tenemos, talento, riqueza o ganas de triunfo
o lo que nos permite lograr nuestros objetivos, la tenemos de Dios.

Si ha llovido sobre nosotros “una lluvia generosa”, si tenemos un hogar para vivir,
si tenemos una posición cómoda es por el don de Dios y estamos destinados a compartir y cuidar.

Pero si dejamos que el orgullo gobierne nuestro corazón, nos apartamos de Dios.
Es ilusorio dedicarnos al servicio social buscando el brillo de la cámara.
No debemos tomarnos tan en serio la celebridad social y financiera.
Recuerda cómo otras personas viven vidas de desesperación silenciosa, plagadas de deseo y ansiedad.
Si nos cruzamos con ellos en la calle, ¿por qué no mostrarles algo de respeto y compasión?

En la ciudad del Dios vivo, todos son como un niño primogénito.
Como miembros de la familia de Dios, todos tenemos la misma dignidad.
¿Podemos remodelar nuestro estilo de vida a la luz de esto?
No estamos obligados a negar nuestros dones, solo a reconocerlos como dados por Dios
y actuar de manera responsable con los menos dotados o con otros dones.

Jesús rechaza el orgullo, porque se opone a la verdad y la solidaridad.
Nuestra salvación no se merece, no se puede reclamar,
porque la gracia de Dios es un don puro, un regalo generoso.
Es mejor acudir a Dios como un mendigo con esta simple petición: “Señor, ayúdame”,
aceptando nuestras limitaciones,
conscientes de nuestra necesidad del poder redentor de Cristo en nuestras vidas.
La gracia está más presente para quien se reconoce débil y necesitado. 

Como dice San Pablo, “estoy contento con mis debilidades y con los insultos,
las penalidades, las persecuciones, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 9s).
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Lecturas en lenguaje latinoamericano - 22vo. Domingo - Ciclo C
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Primera lectura: Eclesiástico (Sirácide) 3, 17-18. 20. 28-29
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad
y te amarán más que al hombre dadivoso.
Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas
y hallarás gracia ante el Señor,
porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.

No hay remedio para el hombre orgulloso,
porque ya está arraigado en la maldad.
El hombre prudente medita en su corazón
las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar.

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Salmo Responsorial Salmo 67, 4-5ac. 6-7ab. 10-11 (cf. 11b)

Ante el Señor, su Dios,
gocen los justos, salten de alegría.
Entonen alabanzas a su nombre.
En honor del Señor toquen la cítara.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

Porque el Señor, desde su templo santo,
a huérfanos y viudas da su auxilio:
él fue quien dio a los desvalidos casa,
libertad y riqueza a los cautivos.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

A tu pueblo extenuado diste fuerzas,
nos colmaste, Señor, de tus favores
y habitó tu rebaño en esta tierra,
que tu amor preparó para los pobres.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

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Segunda lectura: Heb 12, 18-19. 22-24a
Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí:
ni fuego ardiente, ni obscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas,
ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.

Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión,
el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial,
a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos,
cuyos nombres están escritos en el cielo.
Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres,
y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección.
Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza.

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Aclamación antes del Evangelio: Mt 11, 29ab

R. Aleluya, aleluya.
Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor,
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.
R. Aleluya.

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Evangelio: Lc 14, 1. 7-14

Un sábado, Jesús fue a comer
en casa de uno de los jefes de los fariseos,
y éstos estaban espiándolo. 

Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares,
les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas,
no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza,
el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten,
ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga:
‘Amigo, acércate a la cabecera’. 

Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados.
Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Luego dijo al que lo había invitado:
“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes,
ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos;
y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte;
pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

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Sal 85, 3. 5
Ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan.

Oración
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien perfecto,
infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre,
para que, haciendo mas religiosa nuestra vida,
acrecientes en nosotros lo que es bueno y lo conserves constantemente.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.

TOC - Domingo 21 - La puerta Angosta, confianza en Dios - Lc 13, 22-30



Ezequías (716 a. C.-687 a. C.) Gobernó el reino sureño de Judá 
durante la conquista y reasentamiento forzado
del reino norteño de Israel por los asirios de Senaquerib. 
Judá absorbió muchos refugiados del reino del norte
durante el reinado de 
Ezequías. 
(2 Reyes 18 y 19; 2 Crónicas 32; Isaías 36 a 37).

El ministerio profético de Isaías llegó a durar casi medio siglo,
desde fines del gobierno de Azarías, rey de Judá,
hasta los tiempos del monarca Manasés.
Isaías fue un firme opositor a la política de alianza de los reyes de Judá
con los imperios extranjeros y llamó a confiar en la Alianza con Yahveh.
Se opuso al protectorado de Asiria que el rey Acaz propició
para enfrentarse con el norteño Reino de Israel y aquel de Damasco.

El rey Ezequías quiso contrarrestar la hegemonía asiria, aliándose con Egipto, oponiéndose Isaías también a ello,
pero cuando las tropas asirias de Senaquerib sitiaron Jerusalén,
Isaías apoyó la resistencia y anunció la ayuda de Yahveh: la ciudad se salvó. 

Isaías expresó que los reinos de "Israel y Judá persiguen solamente el lucro" (Is 9:18-21).
Aquellas prácticas corruptas que se encontraban en los pueblos vecinos (ambición, envidia, opresión de los más débiles…) fueron introducidas en Israel contrariando la Ley de Yahvé. La antigua advertencia (vivir aparte…
no imitar las costumbres de las demás naciones) (Deuteronomio 12:29,30) se había echado al olvido.
Se dejó de lado aquel sentido de ‘pueblo religioso’(Dt 12:5,14)
y las tribus se dividieron debido a los tributos, un problema de índole económico. (1ª Re 12:15, 18)

Debido al mal manejo político de la crisis interna y externa,
Isaías pide a la gente de Jerusalén que "No se dejen engañar por el rey Ezequías".


Creer en Yahveh rara vez molestó a Israel, su pueblo elegido.
Para ellos Yahveh no era remoto, lejano o viviendo allá arriba.
Sentían su presencia divina en los acontecimientos,
buenos o malos, de la existencia cotidiana. 
De alguna manera, todo en la historia era obra de Dios.
Incluso cuando la crema y nata de la nación fue exiliada a Babilonia y su monarquía destruida por completo.
Aún allí buscaron la mano de Dios en esta tragedia. 
De sus esperanzas destrozadas surgió una visión más pura,
más espiritual de lo que Yahveh los había destinado a ser.
Con el tiempo, vieron su exilio como el medio que Yahveh
usó para salvar también a los paganos.

Todavía veían su destino como glorioso, pero ahora desde una perspectiva más espiritual.
Como  dice Isaías, todas las naciones vendrán a adorar al verdadero Dios en Jerusalén.
Yahveh sacará algo bueno aún de la catástrofe que habían tenido que soportar,
y esto también tendría un efecto positivo en las naciones distintas a Israel.

Vivir en y con la verdad nos da un poder para la curación y la salvación.
La palabra y el lenguaje tienen gran poder e influyen en lo bueno y lo malo de nuestra experiencia humana y nuestra vida.

Hoy, Jesús nos invita a confrontar y entender la dura realidad de que nuestras decisiones personales
van a determinar nuestro destino eterno.

A veces, por así decirlo, nos relacionamos y conversamos con nosotros mismos
en el fondo de nuestra mente, en nuestra conciencia.
Procesamos nuestras esperanzas y temores o hacemos planes.

Relacionarse con Dios no significa dejar al margen todo este proceso, sino invitarlo a ser parte de él, estar con él,
pedirle su consejo, su guía, su ayuda, expresarle nuestro agradecimiento.
Dios está todo el día contigo, y puedes caminar con Dios, hablar con Dios, discernir su amoroso propósito para ti
en cada momento que pasa, puedes descansar en su presencia, incluso mientras  vives lo cotidiano.
Sin embargo, Dios no va a poseer tu alma a menos que tú desee sinceramente que Él lo haga.

Muchos de nosotros seguimos siendo "cristianos no convertidos," sin ver el significado de nuestras vidas.
Vivimos en el plano material, como la gente del Evangelio de hoy que comía y bebía con Jesús
y lo escuchaba predicar en sus calles, pero sin cambiar sus vidas.
Jesús advierte que tomarán los lugares de los originalmente llamados a la mesa del reino de Dios,
personas de toda raza, credo y cultura que vendrán del oriente y occidente, del norte y del sur.
Por eso, pidamos a Dios que nos ayude a entrar por la puerta estrecha,
a merecer la herencia reservada para nosotros desde el principio, a perseverar hasta el fin, a amar sin cansarnos.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, Dom 21, Ciclo C
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Primera lectura: Is 66, 18-21
Esto dice el Señor:
"Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua.
Vendrán y verán mi gloria.
Pondré en medio de ellos un signo,
y enviaré como mensajeros a algunos de los supervivientes
hasta los países más lejanos y las islas más remotas,
que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria,
y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones.

Así como los hijos de Israel
traen ofrendas al templo del Señor en vasijas limpias,
así también mis mensajeros traerán,
de todos los países, como ofrenda al Señor,
a los hermanos de ustedes a caballo, en carro, en literas,
en mulos y camellos, hasta mi monte santo de Jerusalén.
De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas".
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Salmo Responsorial: Salmo 116, 1. 2 (Mc 16, 15) 

Que alaben al Señor todas las naciones,
que lo aclamen todos los pueblos.
R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.


Porque grande es su amor hacia nosotros
y su fidelidad dura por siempre.
R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

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Segunda lectura: Heb 12, 5-7. 11-13

Hermanos:
Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos,
diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor,
ni te desanimes cuando te reprenda. 

Porque el Señor corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. 
Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; 
¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?

Es cierto que de momento
ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. 
Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad.

Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; 
caminen por un camino plano,
para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien se alivie.

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Aclamación antes del Evangelio: Jn 14, 6
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre, si no es por mí, dice el Señor.
R. Aleluya.

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Evangelio: Lc 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: 
"Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"

Jesús le respondió: 
"Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta,
pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán.

 Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa
y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta,
diciendo: '¡Señor, ábrenos!' 
Pero él les responderá: 'No sé quiénes son ustedes'.

Entonces le dirán con insistencia: 'Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas'. 
Pero él replicará: 'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal'. 

Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob
y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. 
Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos".
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Oración:
Señor Dios, que unes a tus fieles en una sola voluntad;
concédenos amar lo que mandas y esperar lo que prometes,
para que, en la inestabilidad del mundo presente,
nuestros corazones estén firmes
donde se encuentra la alegría verdadera.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
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2da. Reflexión (opcional): Verdad y Sananción - Lc 13, 22-30
Hoy, Jesús nos invita a confrontar y entender la dura realidad de que nuestras decisiones personales van a determinar nuestro destino eterno.

Vivir en y con la verdad nos da un poder para la curación y la salvación. La palabra y el lenguaje tienen gran poder e influyen en lo bueno y lo malo de nuestra experiencia humana y nuestra vida.

La capacidad de hablar es quizás la habilidad más importante que hayamos aprendido, nos permite comunicarnos con otras personas. Pero las palabras son un arma de doble filo. Entre los adultos, las palabras pueden construir confianza, inspirar el idealismo, estimular la creatividad; pero también pueden romper una reputación, socavar un proyecto, o alienar a una comunidad. 

En todos los periódicos, canal de televisión o plataforma de medios sociales que encuentran evidencia concreta del poder del lenguaje para construir o destruir. En nuestra vida hemos experimentado para bien o mal el dinamismo de la palabra viva.

Decir la verdad no es simplemente decir lo que está en nuestra mente, muchas veces nuestras expresiones pueden ser y quedarse en lo subjetivo. Decir la verdad va más allá y debe mostrarnos la vida como realmente es, debe comunicar lo que en realidad hemos visto y experimentado.

La veracidad nos obliga a todos a aprendan y aceptar la vida
tal como realmente es, sin revestirla de exageraciones
o realidades ficticias de nuestra imaginación.

Cuando nos comunicamos, hablamos sobre personas reales, acontecimientos y eventos reales.
Una buena comunicación comparte de la manera más objetiva posible, nuestros puntos de vista sobre la vida, la forma cómo la vivimos
y también nos permite expresar nuestras cosas del espíritu.

Los hebreos tenían un profundo respeto por la verdad.
Ese respeto no era solo teórico, sino también práctico.
La palabra hebrea Emeth (אמת : "verdad," "firmeza," o "veracidad")
expresaba la idea básica de la verdad como: firme, estable, confiable y fiel.
La persona verdadera era la persona confiable, y hablaba con dignidad y seguridad.

En el Nuevo Testamento la palabra griega Alétheia (ἀλήθεια "Verdad" = 'lo que no está oculto, lo que es evidente', lo que es verdadero), es el concepto filosófico que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Esta palabra también tiene un lugar importante porque expresa el desocultamiento del Ser. En lenguaje cristiano es la verdad de Cristo, es la verdad que salva.

Tenemos que promover el respeto de la verdad como un valor profundo y siempre presente. Necesitamos revivirlo en nuestras casas, escuelas, centros de trabajo y grupos parroquiales.

Sólo esa verdad es digna de comunicación. La gente debe saber si les estamos hablando sobre eventos reales o ficticios; debemos compartir, tan cierto como podamos, nuestros puntos de vista sobre la vida y las cosas del espíritu.

La mentira es lo contrario a la verdad. Cuando se vuelven una costumbre o un hábito, distorsiona la realidad, atenta contra la virtud de pensar y actuar honestamente, se pierde la confianza y destruye la integridad. Los niños dicen mentiras, a menudo más por miedo o por la incapacidad de enfrentar una situación difícil que por una intención deliberada de engañar. Sus mentiras son espontáneas, muchas veces hasta parecen inocentes, pero aun así no deben ser promovidas.

Ser una persona auténtica y veraz no es fácil. La veracidad requiere coraje, constancia, respeto por uno mismo y responsabilidad. La veracidad es una virtud del adulto sano y maduro. El adulto que dice mentiras se reduce, se aniña. Es triste reunirse con gente adulta que vive en un mundo de sueños y pintan imágenes falsas de sí mismos. Esta es una enfermedad de la que una persona se puede curar sólo si re-descubre la fuerza, el valor y la belleza de la verdad.

A veces, por así decirlo, nos relacionamos y conversamos con nosotros mismos en el fondo de nuestra mente, en nuestra conciencia. Procesamos nuestras esperanzas y temores o hacemos planes. Relacionarse con Dios no significa dejar al margen todo este proceso, sino invitarlo a ser parte de él, estar con él, pedirle su consejo, su guía, su ayuda, expresarle nuestro agradecimiento. Dios está todo el día contigo, y puedes caminar con Dios, hablar con Dios, discernir su amoroso propósito para ti en cada momento que pasa, puedes descansar en su presencia, incluso mientras vives lo cotidiano. Sin embargo, Dios no va a poseer tu alma a menos que tú desee sinceramente que Él lo haga.

Muchos de nosotros seguimos siendo "cristianos no convertidos," sin ver el significado de nuestras vidas. Vivimos en el plano material, como la gente del Evangelio de hoy que comía y bebía con Jesús y lo escuchaba predicar en sus calles, pero sin cambiar sus vidas. Jesús advierte que tomarán los lugares de los originalmente llamados a la mesa del reino de Dios, personas de toda raza, credo y cultura que vendrán del oriente y occidente, del norte y del sur. Por eso, pidamos a Dios que nos ayude a entrar por la puerta estrecha, a merecer la herencia reservada para nosotros desde el principio, a perseverar hasta el fin, a amar sin cansarnos.

TOC - Domingo 20, ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? - Lc 12,49-53

Jr 38,4-6.8-10: Trataron inicuamente a Jeremías, arrojándolo a un pozo
Salmo 39: ¡Señor, ven a ayudarme!
Heb 12,1-4: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos.
Lc 12,49-53: ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra?
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Hace algunos años ya que los Misioneros Columbanos vinimos a compartir nuestras vidas y misión con esta hermosa comunidad y las lecturas de hoy siguen siendo muy desafiantes.

Muchos cristianos podemos identificarnos con la primera lectura, conocida como “la Pasión de Jeremías” y con los sufrimientos soportó por ser fiel al llamado y al envío de Yahvé de proclamar su palabra con honestidad y valentía.

El salmista del Salmo 39 suplica al Dios poderoso, muestra su confianza y da gracias al que cuida de aquellos que lo aman. 

Por eso dice el salmista: “Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias”. 
Y luego: “Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios”.

La segunda lectura, nos pone a Jesús como origen y fin definitivo de nuestra fe. 
Insiste en el valor de su pasión y cruz. 

 Nos dice que es muy posible que también nosotros
 podamos sufrir persecución y muerte, como Jesús y Jeremías. 
Hay que tener el coraje de dar incluso la vida, en la lucha contra el mal, 
seguir al alfa y omega de nuestra fe,
el testigo del fuego del amor, 
el mártir del Reino.
Nos dice que la lucha contra el pecado personal y social 
va a ser dura, pero con Jesús, seremos victoriosos.

El evangelio nos invita a caminar con Jesús en su jornada a Jerusalén. 
Él sabe lo que le va a pasar allá
y lo quiere compartir con sus amigos y discípulos. 
Lucas usa la subida a Jerusalén para situar allí
la mayor parte de los discursos, parábolas y relatos de Jesús.
Los dichos de Jesús pueden usarse en distintos momentos y circunstancias
de la vida de sus oyentes. Esto nos permite leerlos
con la libertad de hijas e hijos de Dios y aplicarlas a nuestras propias vidas.

El mensaje de Jesús es una Buena Nueva hermosa, preocupada por los débiles y pequeños,
llena de amor y aceptación hasta por los peores pecadores y enemigos.
Es un mensaje aunque duro, que trae una gran paz y armonía para los creyentes. 

Ya lo decían los ángeles en el Nacimiento de Jesús (Lc 2, 24) 
y lo volverán a proclamar a los atemorizados discípulos
el dìa de su Resurrección (Lc 24,20-21). 
Sin embargo, trae consigo cambios que hará que los cristianos
primero experimenten la falta de paz y concordia entre todos, 
la división familiar entre padres e hijos, nueras y suegras. 
Lo que sigue a esto es la presencia misma del Reino de Dios, 
que trae en sus palabras y sus gestos, sus milagros y acciones.

No podemos entusiasmarnos con Jesús y seguir como siempre. Debemos escuchar la Buena Nueva del Reino, cambiar nosotros y cambiar el mundo. 
Optar con pasión, es tomar decisiones y actuar para producir cambios radicales en nuestra vida. Esto nos afectará mucho aún más allá de los vínculos familiares. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre su propia familia, no puede ser su verdadero discípulo (Lc 14, 26).

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Lecturas en lenguaje Latinoamericano XX Domingo Ordinario, Ciclo C
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Primera lectura: Jer 38, 4-6. 8-10
Durante el sitio de Jerusalén, los jefes que tenían prisionero a Jeremías dijeron al rey: 
"Hay que matar a este hombre, 
porque las cosas que dice desmoralizan a los guerreros que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo.
Es evidente que no busca el bienestar del pueblo, sino su perdición".


Respondió el rey Sedecías: "Lo tienen ya en sus manos y el rey no puede nada contra ustedes". 
Entonces ellos tomaron a Jeremías y, descolgándolo con cuerdas, lo echaron en el pozo del príncipe Melquías, situado en el patio de la prisión. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías quedó hundido en el lodo.

Ebed-Mélek, el etíope, oficial de palacio, fue a ver al rey y le dijo:
"Señor, está mal hecho lo que estos hombres hicieron con Jeremías,
arrojándolo al pozo, donde va a morir de hambre".

Entonces el rey ordenó a Ebed-Mélek:
"Toma treinta hombres contigo y saca del pozo a Jeremías, antes de que muera".

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Salmo Responsorial: Salmo 39, 2. 3. 4. 18 (14b)

Esperé en el Seño con gran confianza;
él se inclinó hacia mí
y escuchó mis plegarias.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

Del charco cenagoso
y la fosa mortal me puso a salvo;
puso firmes mis pies sobre la roca
y aseguró mis pasos.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

El me puso en la boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos se conmovieron al ver esto
y confiaron también en el Señor.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.

A mí, tu siervo, pobre y desdichado,
no me dejes, Señor, en el olvido.
Tú eres quien me ayuda y quien me salva;
no te tardes, Dios mío.  
R. Señor, date prisa en ayudarme.
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Segunda lectura: Heb 12, 1-4
Hermanos: Rodeados, como estamos,
por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, 
dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata,
para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante,
fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.
Él, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia,
y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios.
Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores,
y no se cansen ni pierdan el ánimo,
porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado.

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Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 27

R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo.
No he venido a traer la paz, sino la división.
De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres.
Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija
y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra''.

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Oremos:
Dios nuestro,
que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor
para que, amándote en todas y sobre todas las cosas,
alcancemos tus promesas que superan todo deseo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
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TOC - Domingo 19 - De la Mano de Dios - Lc 12, 35-40

La fe que Abraham desarrolló en Dios finalmente le trajo serenidad y gozo. El gran patriarca tenía tanta confianza en la promesa de Dios que era el motor que había comenzado a sostener su vida. 
Impresiona el modo en que Abraham obedece, sin protesta ni duda a este Dios nuevo que le pidió que dejara atrás el pasado y se lanzara a un futuro desconocido. Una confianza absoluta aún en medio de la incertidumbre.

El Evangelio de hoy nos dice que quienes pertenecemos a Jesús no tenemos por qué tener miedo. Él es fuerza que fortalece y seguridad que da confianza. Quienes hacemos de Dios nuestro  tesoro, y nos comprometemos con Cristo como nuestro guía para vivir, vemos la vida como un viaje que nos conduce a nuestro verdadero hogar donde un Padre amoroso nos espera para acogernos. Si podemos mantener los ojos fijos en la visión que Dios ha prometido y sintonizar nuestros oídos con la voz de Dios en las Escrituras y en los acontecimientos de la vida cotidiana, entonces podemos vivir con confianza en su presencia.

El Evangelio también sugiere que en ésta vida, Dios también nos exige. Pero siempre son gestos y signos de su amor. Si los santos de la Escritura tenían muchas pruebas del amor de Dios, también experimentaban sufrimientos como individuos y como raza. 

A menudo su fe pasó por grandes pruebas, como la de Abraham y su esposa Sara, cuando parecía que la promesa de los hijos nunca podía realizarse, se hizo realidad. La espiritualidad de Abraham lo impulsa a tratar de seguir firmemente la llamada de Dios, tomado de su mano aún en la oscuridad de la fe. Él se convirtió en un modelo para la fe cristiana.

No sabemos de antemano qué nos exigirá el amor de Dios, muchas veces, sus exigencias chocarán con nuestros propios planes. No podemos saber cuándo una enfermedad personal, el duelo o alguna otra calamidad pondrá a prueba nuestra fe. Pero confiamos en que nuestra vida será un éxito si ponemos nuestro corazón en ser fieles a la voluntad de Dios. Nuestra fe, como la de Abraham, nos lleva hacia adelante, siempre señalando algo aún por venir. Si tenemos fe como la suya, al final de nuestra peregrinación se cumplirán todas las promesas de Dios.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Semana 19 - TOC
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Primera lectura: Sab 18, 6-9

La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, 
para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.

Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. 
En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios 
nos cubriste de gloria a tus elegidos.

Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, 
y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, 
de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. 
Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.
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Salmo Responsorial: Salmo 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 (12b)

Que los justos aclamen al Señor, es propio de los justos alabarlo.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, 
dichoso el pueblo que eligió por suyo.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían;
los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

En el Señor está nuestra esperanza,: 
Pues él nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros, 
puesto que ti, Señor, hemos confiado.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
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Segunda lectura: Heb 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, 
en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Todos ellos murieron firmes en la fe. 
No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. 
Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. 
Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; 
pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. 
Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. 
Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, 
se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, 
porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. 
Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; 
por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
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O bien: /  Heb 11, 1-2. 8-12
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera 
y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, 
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. 
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, 
como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. 
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, 
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; 
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa 
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 24, 42. 44
R.
Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino.

Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas
que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba,
allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla.

Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.
Sean semejantes a los criados que están esperando 
a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque.

Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela.
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, 
los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa.
Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?"

El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, 
con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. 
Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. 
Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. 
Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, 
a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, 
llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; 
pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más''.
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O bien: Lc 12, 35-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. 
Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, 
para abrirle en cuanto llegue y toque. 
Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. 
Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. 
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, 
estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. 
Pues también ustedes estén preparados, 
porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.
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