domingo, 17 de abril de 2022

TOC - 6to Domingo de Pascua - Un amor silencioso pero siempre presente - Jn 14, 21-26

"Mi Padre y Yo les dejamos como un regalo, al Espíritu Santo
que les traerá paz de mente y de corazón".

Éstas son palabras que pareciera decir Jesús a sus Discípulos.

Qué hermosa promesa, qué regalo tan, pero tan especial.
Jesús les deja la paz no es la ausencia de guerra,
sino la presencia de algo real, tangible, que se puede experimentar
y que pacifica tanto el exterior como el interior de la persona.

Éste regalo viene como una invitación que espera nuestra respuesta.
En el Evangelio de hoy, cada palabra de Jesús pareciera pedir una respuesta. Su regla de oro es aprender a escuchar, luego escuchar para aprender ...

El verbo "obedecer" viene del latín "Obedientia",
que significa literalmente "escuchar con atención",
"concentrar la audición en algo".
 

Sabemos que antes de cruzar la línea del tren o una calle muy transitada
y sin semáforo exige: "detenerse, mirar, escuchar y actuar".
Sólo debemos cruzar cuando hemos comprobado que es seguro hacerlo.

Una de las cosas que más deleitan
es comparar el Espíritu Santo con el colibrí, en el contexto latinoamericano.
Si realmente quieres descubrir la belleza y calidad del canto del picaflor,
primero hay que detenerse, para no espantarlo, ubicarlo con la mirada,
escucharlo guardando silencio para oírlo
y finalmente disfrutar de su canto, su movimiento y su presencia.
Es lo mismo que hay que hacer si queremos escuchar al Espíritu Santo en Latinoamérica.

El evangelio también se refiere al Espíritu Santo, nuestro Paráclito, nuestro abogado.
Juan nos explica cómo el Padre expresa su amor por nosotros
al darnos a Su Hijo; El Padre y el Hijo juntos expresan su amor por nosotros al darnos el Espíritu Santo.
Ésta es una hermosa visión de la vida cristiana: la relación de Dios con nosotros
como Padre, Hijo y Espíritu, y de nuestra relación con los demás animados por su Espíritu.

La fe no está solo en la cabeza, también está en el corazón,
y eventualmente debe llegar a mis manos y pies.
En el mensaje simple y directo del evangelio, no hay un “tal vez” en las palabras de Jesús.
La respuesta a la fe debe ser práctica; implica hacer lo que Dios quiere de mí.
Debo estar listo para salir y actuar sobre su ejemplo y en su nombre, y dejarme guiár por el Espíritu Santo.

El papel del Espíritu Santo, es recordarnos el amor de Dios
por medio de la entrega de Jesús en la Cruz y ser nuestro maestro,
para seguir haciendo presente la enseñanza, la palabra, de Jesús.
El Espíritu Santo nos ayuda a guardar y observar la palabra de Jesús,
pero sobretodo a ponerla en práctica, especialmente su mandato de "ámense unos a otros como yo los he amado".
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC 6to Domingo
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Primera lectura: Hch 15, 1-2. 22-29
En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos
que si no se circuncidaban conforme a la ley de Moisés, no podrían salvarse.
Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé;
al fin se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén
para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros.

Los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la comunidad cristiana,
juzgaron oportuno elegir a algunos de entre ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé.
Los elegidos fueron Judas (llamado Barsabás) y Silas, varones prominentes en la comunidad. 

A ellos les entregaron una carta que decía:
"Nosotros, los apóstoles y los presbíteros, hermanos suyos,
saludamos a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia, convertidos del paganismo.
Enterados de que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro,
los han alarmado e inquietado a ustedes con sus palabras,
hemos decidido de común acuerdo elegir a dos varones
y enviárselos, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo,
que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo.
Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, quienes les trasmitirán, de viva voz, lo siguiente:
'El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias.
A saber: que se abstengan de la fornicación y de comer lo inmolado a los ídolos,
la sangre y los animales estrangulados. Si se apartan de esas cosas, harán bien'. Los saludamos".

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Salmo Responsorial: Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8 (4)
Ten piedad de nosotros y bendícenos;
vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad
y los pueblos tu obra salvación.
R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya. 
Las naciones con júbilo te canten,
porque juzgas al mundo con justicia;
con equidad tú juzgas a los pueblos
y riges en la tierra a las naciones.
R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya. 
Que te alaben, Señor, todos los pueblos,
que los pueblos te aclamen todos juntos.
Que nos bendiga Dios
Y que le rinda honor el mundo entero.
R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya. 
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Segunda Lectura: Apoc 21, 10-14. 22-23
Un ángel me transportó en espíritu a una montaña elevada, y me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo,
resplandeciente con la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra preciosa, como el de un diamante cristalino.

Tenía una muralla ancha y elevada, con doce puertas monumentales,
y sobre ellas, doce ángeles y doce nombres escritos, los nombres de las doce tribus de Israel.
Tres de estas puertas daban al oriente, tres al norte, tres al sur y tres al poniente.
La muralla descansaba sobre doce cimientos, en los que estaban escritos los doce nombres de los apóstoles del Cordero.

No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son el templo.
No necesita la luz del sol o de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él.
R. Aleluya. 
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Evangelio: Jn 14, 23-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"El que me ama, cumplirá mi palabra
y mi Padre lo amará y vendremos a él
y haremos en él nuestra morada.
El que no me ama no cumplirá mis palabras.

La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes;
pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre,
les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.

La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo.
No pierdan la paz ni se acobarden.
Me han oído decir: 'Me voy, pero volveré a su lado'. 

Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. 
Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean".
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TOC - 5to Domingo de Pascua - Vivir el mandamiento - Jn 13, 31-33a. 34-35

Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas;
reveló su victoria a los ojos de las naciones. Aleluia. (Sal 97, 1-2)


¿Es realmente posible el amor-mandamiento?
Podemos preguntarnos si este mandamiento de Jesús en la última Cena
de amarnos unos a otros es realmente tan nueva.
Después de todo, él podría citar un requisito de Antiguo Testamento
de amar a mi prójimo como a mí mismo (Lev 19:18).

El nuevo y más claro elemento es que debemos amar tal como Jesús
nos ha amado, y eso es totalmente, hasta la última gota de su sangre,
la que derramó en la colina del Calvario. Encontramos otro sentido
del mandamiento cristiano de amarnos unos a otros en la amplitud
de la definición de quién es mi vecino, ese a quien debo amar.

En la parábola del buen samaritano, vemos que todo el mundo es mi vecino - incluso los de diferente nacionalidad o religión. Por eso ahora, el amor al prójimo es mucho más exigente, va más allá de todo racismo o prejuicios.

¿Es posible este tipo de amor?
Si damos un  vacilante como posible respuesta,
es evidente que muchos de nosotros,
fracasaremos en ponerlo en práctica la mayoría de las veces
cuando debemos vivir este mandamiento nuevo a plenitud.
Sólo podremos amar a plenitud
si cooperamos generosamente para que actúe la gracia de Dios.
Tenemos la certeza de que esto puede ser posible
gracias a la nueva alianza establecida por Cristo,
y porque tenemos la presencia viva de Jesús resucitado siempre con nosotros,
ese espíritu que nos ayuda a amar a su manera.

Por supuesto que hay situaciones difíciles en las que es muy exigente
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos,
o, incluso de amar al prójimo de alguna manera.
Si pensamos en el extremismo islámico,
cualquier otra forma de terrorismo o de extremismo, o en los tiempos de guerra,
muchas veces caemos en la fuerte tentación de deshumanizar al enemigo,
e incluso, de considerarlos como que ya no forman parte de la familia humana.
Los vemos lejanos e indignos de cualquier tipo de amor o respeto.
Pero el mandamiento de amar sin condiciones que nos pide Jesús, partiendo de su propia experiencia de perdonar a los que lo crucificaron, constantemente nos llaman
a reconsiderar las cosas y buscar la reconciliación y la paz en lugar de la victoria total.

¿Podemos realmente vivir cada momento estando en comunión con Jesús durante todo el día?
Al final, sólo si trabajamos con la gracia de Dios
es que podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos en este nuevo estilo, hasta el extremo.
Sólo si vivimos a diario con Jesús amaremos al prójimo como nos amamos, sin condiciones.
Sólo si vivimos nuestro cada día con Jesús podremos amar como Él amaba.
Sólo si vivimos cerca de Jesús podremos amar como Jesús nos pidió.

Si no vivimos así, estaremos actuando sólo con nuestras fuerzas humanas,
y amando con algún otro tipo de amor, pero no el amor incondicional de Jesús,
ese amor que nos dice: "Les doy un mandamiento nuevo: ámense unos a otros como yo los he amado."
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Lectura Bíblica en Lenguaje Latinoamericano - TOC - 5to Domingo de Pascua
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Primera lectura: Hch 14, 21b-27

En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, Iconio y Antioquía,
y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe,
diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.

En cada comunidad designaban presbíteros,
y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído.

Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia;  predicaron en Perge y llegaron a Atalía.

De ahí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios,
para la misión que acababan de cumplir.

Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos
y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe.
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Salmo Responsorial: Salmo 144, 8-9. 10-11. 12-13ab 
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino Y den a conocer tus maravillas.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que muestren a los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre, y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

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Segunda lectura: Apoc. 21, 1-5a
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo
y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.

También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse
con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía:
“Ésta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo.
Dios les enjugará todas sus lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo,
ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó”.

Entonces el que estaba sentado en el trono,
dijo: “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 13, 34
R. Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 13, 31-33a. 34-35
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre
y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes.
Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado;
y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.
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Oremos:
Dios omnipotente y eterno,
realiza plenamente en nosotros
el misterio pascual,
para que,
renacidos por el santo bautismo,
con tu ayuda demos fruto abundante
y alcancemos la alegría de la vida eterna.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos.
R./ ¡Amén!

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TOC - 4to Domingo de Pascua - Yo soy el Buen Pastor - Jn 10, 27-30

Muchas veces, Jesús ilustra su enseñanza con referencias de pastores y ovejas.

Él mismo se presenta como el Buen Pastor anunciado por los profetas.
Esto lo muestra el Evangelio de hoy cuando describe la relación Buen Pastor-ovejas de Jesús. La imagen literaria es vieja pero el mensaje es actual y relevante.

Cuando por la fe aceptamos a Jesús, nuestra relación con Él se hace profundamente personal. El vínculo de amor que nos une a Él es el mismo amor que une a Él con el Padre. Nuestra existencia se funde con el amor y la fidelidad inquebrantable de Dios.

Hay que sintonizar nuestra mente con el sonido de su voz, permitir que Él dirija nuestros pasos por sus caminos. Cuando escuchamos y obedecemos a Jesús, nos merecemos el último gesto de amor de nuestra nueva existencia, recibimos la vida eterna como regalo gratuito de Padre a través de Jesús.
El egocentrismo puede hacernos sordos a la voz de Jesús, el facilismo puede hacernos vagar por los caminos más confusos y oscuros que los que Él mismo nos ha trazado.

Hoy en día, hay mucha presión, persecuciones, torturas y asesinatos que quieren obligarnos a  abandonar los principios cristianos, pero no debemos dar paso a la ansiedad, la desesperación y la angustia porque Dios es fiel. Él no permitirá que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Nada ni nadie nos puede arrastrar lejos de él, porque el Padre nos ha confiado a su Hijo. El mismo Dios que muestra su fidelidad inquebrantable con Jesús al haberle levantado de los muertos, también nos resucitará con su poder.

Hoy, 12 de mayo de 2019, IV domingo de Pascua,
se celebra la LVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.

El tema es "La valentía de arriesgar por la promesa de Dios".
Allí el Papa nos dice: "No hay mayor gozo que arriesgar la vida por el Señor. En particular a ustedes, jóvenes, me gustaría decirles: No sean sordos a la llamada del Señor. Si él les llama por este camino no recojan los remos en la barca y confíen en él".

Cada cristiano tiene una vocación orientada al servicio de los demás.
Muchos males persisten en nuestra sociedad porque la gente buena no se compromete, no dicen ni hace nada. Todos debemos cooperar en hacer de este mundo uno mejor para nuestra generación y las  venideras. Debemos comprometernos en la Misión al estilo le Jesús y sus Apóstoles.

En la primera lectura, Bernabé y Pablo hablan con valor y causan gran impacto en su audiencia. El anuncio valiente del Evangelio a nuestros contemporáneos puede ser tan fructífero como lo fue en los tiempos apostólicos. Todos los bautizados, en especial los confirmados, estamos obligados a difundir nuestra fe en el Jesús vivo y victorioso. Los laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas estamos al servicio del Señor resucitado y su Iglesia.

En la segunda lectura, la magnífica visión de Juan representa la felicidad del cielo.
Nuestros hermanos y hermanas, muchos de los cuales sufrieron persecución y martirio, ahora ven a Dios como realmente es. Se regocijan en su presencia en el amor satisfecho y total.

Aunque todavía estamos en nuestro camino peregrino, la resurrección nos da una base firme para la esperanza de que finalmente compartiremos la felicidad de Jesús. Entonces, estaremos unidos con quienes amamos y nos aman en la comunión de los santos y santas.

En su Apocalipsis, Juan nos hace sentir que la liturgia que estamos celebrando y la liturgia del cielo son dos partes de un mismo canto de alabanza, eterno y definitivo. Este canto se actualiza a través del Cristo glorioso y triunfal que está sentado en el trono.

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno,
condúcenos
hacia los gozos celestiales,
para que tu rebaño,
a pesar de su debilidad,
llegue a la gloria
que le alcanzó la fortaleza
de Jesucristo, su pastor.
Que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!


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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - 4to Dom de Pascua - ciclo C

Primera lectura: Hch 13, 14. 43-52
En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas. 

Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: “La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. 

Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra”. 

Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios, y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna. 

La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, hasta expulsarlos de su territorio. 

Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Salmo Responsorial: Salmo 99, 2. 3. 5 
Alabemos a Dios todos los hombres,
sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya. 

Reconozcamos que el Señor es Dios,
que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya. 

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo,
Porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya. 

Segunda lectura: Apoc 7, 9. 14b-17
Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla.

Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos. 

Uno de los ancianos que estaban junto al trono, me dijo: “Éstos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. 

Ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor.

Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”. 

Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.


Evangelio: Jn 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz;
yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás;
nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos,
y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

TOC - 3er Domingo de Pascua - Un Desayuno que transforma - Jn 21, 1-19

Jn 21 es uno de los pasajes más ricos y hermosos de su Evangelio. Es como un Epílogo que detalla la redención y la restauración de Pedro, el apóstol, el líder y el amigo. Borra lo acontecido en Jn 18 donde Pedro niega a Jesús.

El encuentro de Jesús con sus discípulos a orillas del lago fue una experiencia maravillosa y además familiar. Era el encuentro entre amigos muy cercanos y queridos. Él se les aparece, para disipar toda duda que aún existía en sus corazones de que las promesas siempre se cumplen, y más aús la promesa de Jesús. Se les aparece para que no tengan ninguna duda de que ha resucitado de entre los muertos.

Este encuentro incluye una captura milagrosa de peces, seguida del toque humano de Jesús que prepara el desayuno para los apóstoles. después de toda las tormentas de esos días, los Apóstoles, por fin, encuentran la calma y la paz a orillas de su tan querido lago.

Para Jesús, preparar el desayuno para los apóstoles fue un momento especial. Deben haber recordado que este era el mismo Señor que había envuelto una toalla alrededor de su wais y se había lavado los pies en la Última Cena. Algunas cosas nunca cambian, y Jesús es "el mismo ayer, hoy y siempre". Aunque ha pasado por la muerte y tiene la libertad de la vida más allá de la muerte, todavía mantiene ese toque humano, una relación realista con sus amigos.

Ésta reunión familiar después de la Pasión sanó todos los sentimientos de culpa de Pedro por negar a Jesús en la casa del Sumo Sacerdote. ¿No es sorprendente que Pedro nunca dice "lo siento" entre tantas palabras? Sabe que Jesús lo ama y que "Amar significa nunca tener que decir que lo sientes". Cuando la mujer le lavó los pies con lágrimas, Jesús dijo: "Muchos pecados le son perdonados porque ama mucho". Pedro pudo haber pasado el resto de su vida lamentando sus pecados, o como lo narra Juan en este pasaje, simplemente abrir su corazón y decir en voz alta que realmente ama a Jesús. Fue directo y sin complicaciones, sabiendo muy bien que Jesús lo amaba.

Él había rechazado la idea de que Jesús le lavara los pies, pero una vez que vio lo que significaba, recibió con agrado este signo de servicio amoroso. Gracias a sus fracasos, a la humillación que le causaron, y al gran amor que tiene por Jesús y sus hermanos, Pedro se convierte en la persona ideal para liderar a los demás. Ahora ya no señalará con el dedo las debilidades de los demás, ahora tiene la compasión necesaria para ser un gran líder religioso. Ser un líder como Jesús era, es y será siempre uno que sirve a los demás, gratuita y generosamente.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOC 3er Domingo de Pascua


Primera lectura: Hch 5, 27b-32. 40b-41
En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre".

Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen".

Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús.

Salmo Responsorial: Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b (2a)
Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
ya punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. ¡Aleluya!

Alaban al Señor quienes lo aman,
den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
por la mañana, el jubilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. ¡Aleluya!

Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mu duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. ¡Aleluya!


Segunda Lectura: Apoc 5, 11-14
Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente:
"Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza".


Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar –todo cuanto existe–, que decían:
"Al que está sentado en el trono y al Cordero,
la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos".


Y los cuatro vivientes respondían: "Amén". Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.

Aclamación antes del Evangelio
R.
Aleluya, aleluya.
Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas y se compadeció del género humano.
R. Aleluya.


Evangelio: Jn 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera:  Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: '¿Quién eres?', porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas".
Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras". Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: "Sígueme".

O bien: Jn 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: '¿Quién eres?', porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

TOC - 2do Domingo de Pascua - Abran sus Puertas y sus corazones - Jn 20, 19-31

El miedo a lo que otros nos pueden encerrar en nosotros mismos, a construir castillos y puertas más fuertes
y a aislarnos más de los otros. 
Nos retiramos de las personas que nos hacen sentir incómodas
y nos volvemos duros y lentos para abrirnos
a quienes nos critican y nos juzgan.  
Dudamos en  compartir nuestras ideas y planes
con los que pensamos que no soportan tonterías. 
Casi siempre, el miedo a los demás nos puede retraer
y encerrar en nosotros mismos atrofiando nuestro crecimiento. 

Los discípulos, por el miedo de las autoridades judías
están encerrados en una habitación, se quedan allí
a pesar de que una emocionada María Magdalena
les anuncia que la tumba donde enterraron al Señor está vacía
y que ellas lo han visto. 

Nada parece suficiente para superar su miedo. 
¿Piensan que les harían lo que hicieron a Jesús?

El miedo los auto-exilia en un escondite que parece seguro. 
Cuando el mismo Señor resucitado se les aparece a puertas cerradas,
los saluda, se les acerca y les ayuda a superar su miedo t
odo cambia

Jesús los llenó de una nueva energía al soplar sobre ellos el Espíritu Santo. 
Reanima su esperanza y los libera de su miedo;
y más aún, los envía a todo el mundo y les confía su misión. 
"Como el Padre me envió, también yo los envío", dijo. 
Por el poder del Espíritu vuelven a la vida
y salen de su auto impuesta prisión a testimoniar al Señor resucitado. 


En los Hechos de Los Apóstoles,
Lucas comparte la imagen de los discípulos reunidos, con miedo pero juntos.
Describe una comunidad de creyentes, la iglesia,
dando testimonio de la resurrección tanto de palabra como por la calidad de su vida.

Para los discípulos de hoy 
También a nosotros nos pasa lo que a los primeros discípulos,
encerrarnos en nosotros mismos, a merced de los "golpes y flechas de la insultante fortuna"
que debilita nuestro seguimiento comprometido del Señor.
Como ellos, podemos caer en la tentación y renunciar a vivir profundamente nuestra fe.
La auto conservación puede impedirnos hacer lo que somos capaces de hacer con ayuda del Señor. 

Antiguas heridas que llevamos, e iniciativas fracasadas hacen que dudemos en volver a intentarlo.
Incluso si alguien aparece con el entusiasmo y esperanza de  María Magdalena
y nos propone hacer algo juntos, nos encogemos de hombros
y les dejamos seguir adelante y nos quedamos atrás para estar a salvo. 

El Evangelio nos indica una manera de salir de nuestro encierro autoimpuesto.
Si la experiencia de la Magdalena no nos impacta,
el Señor encontrará otro modo de entrar en nuestras vidas,
llenarnos de nueva vida y energía para su servicio.
No hay puertas ni corazones cerrados que puedan mantenerlo fuera, 


Él va a entrar al lugar de nuestro retiro
para remover lo que no nos deja salir. 
Él solo necesita un poco de apertura de nuestra parte;
aunque sea algún deseo de convertirnos en lo que estamos llamados a ser.
El Señor resucitado siempre re-crea y nos renovará con su amor. 

Pascua es un tiempo para celebrar esa buena noticia.

Los discípulos no reaccionaron ante el entusiasmo esperanzador
de María Magdalena que había visto al Señor. 

También Tomás estaba inconmovible e impasible ante el testimonio de los discípulos que le dijeron que también habían visto al Señor.
Tomás era una tuerca aún más difícil de ajustar o aflojar que los otros discípulos. 
Era una de esas personas que insisten en que se cumplan determinadas condiciones antes de hacer un movimiento, "Si no veo, no creo."  
Tal como lo hizo con los otros discípulos, el Señor se revela a Tomás en sus propios términos,
se acomoda a las exigencias de Tomás y le dice: "Pon tu dedo aquí." 
Tomás, desarmado, cae en adoración; su miedo y duda chocan con una infinita comprensión y acogida.

El evangelio nos recuerda que el Señor nos encontrará donde quiera que estemos, aunque dudemos o nos escondamos. 
Él toma en serio todos nuestros temores y dudas y a pesar de ellas quiere revelarse para fortalecernos y enviarnos.
Jesús actúa en nuestro propio terreno, sin importar que clase de terreno sea.
Allí nos dirá la palabra adecuada según nuestro estado personal de mente y corazón. 


No tenemos que entrar en ningún lugar especial para que el Señor participe en nuestra vida, en nuestra historia.
Él nos encuentra donde estemos, aún en el miedo o en la duda.
En este tiempo de Pascua, oremos pidiendo apertura para recibir al Señor que viene a nosotros
en las circunstancias concretas de nuestras propias vidas.
Pidamos para que también nosotros podamos decir con Tomás: "¡Señor mío y Dios mío".
Oremos también para que, como el Señor, recibamos a los demás donde están,
en vez de hacerlo desde donde nos gustaría que fueran.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, Ciclo C
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Primera lectura: Hch 5, 12-16
En aquellos días, los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y prodigios en medio del pueblo. 
Todos los creyentes solían reunirse, por común acuerdo, en el pórtico de Salomón.
Los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente los tenía en gran estima.


El número de hombres y mujeres que creían en el Señor iba creciendo de día en día,
hasta el punto de que tenían que sacar en literas y camillas a los enfermos
y ponerlos en las plazas, para que, cuando Pedro pasara,
al menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.


Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén
y llevaba a los enfermos y a los atormentados por espíritus malignos, y todos quedaban curados
.
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Salmo Responsorial: Salmo 117, 2-4. 22-24. 25-27a
Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.
Diga la casa de Aarón: “Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna”.
R. La misericordia del Señor es eterna. ¡Aleluya!

 La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día de triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo.
R. La misericordia del Señor es eterna. ¡Aleluya!

 Libéranos, Señor, y danos tu victoria.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga.
Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.
R. La misericordia del Señor es eterna. ¡Aleluya!
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Segunda lectura: Apoc 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Yo, Juan, hermano y compañero de ustedes en la tribulación,
en el Reino y en la perseverancia en Jesús,
estaba desterrado en la isla de Patmos,
por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús.

Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente,
como de trompeta, que decía: "Escribe en un libro lo que veas
y envíalo a las siete comunidades cristianas de Asia".

Me volví para ver quién me hablaba,
y al volverme, vi siete lámparas de oro,
y en medio de ellas, un hombre vestido de larga túnica,
ceñida a la altura del pecho, con una franja de oro.

Al contemplarlo, caí a sus pies como muerto; pero él,
poniendo sobre mí la mano derecha, me dijo: "No temas.
Yo soy el primero y el último; yo soy el que vive.
Estuve muerto y ahora, como ves, estoy vivo por los siglos de los siglos.
Yo tengo las llaves de la muerte y del más allá.
Escribe lo que has visto, tanto sobre las cosas que están sucediendo, como sobre las que sucederán después".
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 20, 29
R. ¡Aleluya, Aleluya!
Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor.
R. ¡Aleluya!
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Evangelio: Jn 20, 19-31
Al anochecer del día de la resurrección,
estando cerradas las puertas de la casa
donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos,
se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
“La paz esté con ustedes”.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes.
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.

Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Reciban el Espíritu Santo.
A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados;
y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo,
no estaba con ellos cuando vino Jesús,
y los otros discípulos le decían:
“Hemos visto al Señor”.

Pero él les contestó:
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos
y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos.
Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. 
Luego le dijo a Tomás:
“Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. 
Tomás le respondió:
“¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro.
Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
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Domingo de Pascua - La Resurrección del Señor Misa del día - Resucitando con él a una nueva vida.

La tradición judía cuenta de un rabino que reunió a sus estudiantes muy temprano en la mañana cuando aún estaba oscuro y les hizo esta pregunta: "¿Cómo pueden saber cuándo ha terminado la noche y ha comenzado el día?"

Un estudiante respondió: " Quizás es cuando ves un animal y puedes distinguir si es una oveja o un perro.” “No,” dijo el rabino. Un segundo estudiante respondió: "Tal vez es cuando miras un árbol a lo lejos y puedes decir si es una higuera o un melocotonero". "No", dijo el rabino. Después de algunas conjeturas más, los estudiantes exigieron la respuesta. El rabino respondió: ‘Es cuando miras el rostro de cualquier mujer u hombre y ves que ella es tu hermana y él es tu hermano. Si no puedes hacer esto, no importa la hora que sea, todavía es de noche.

En el relato de San Juan, la historia de la Pascua comienza muy temprano en la mañana del primer día de la semana mientras “todavía está oscuro”. En una de sus cartas, el mismo escritor insiste en que ‘las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra’. Pero esto es estrictamente con una condición, que él explica claramente: “El que ama a sus hermanos y hermanas”, dice Juan, “vive en la luz”. Por otro lado, “el que prefiere odiar . . . está en tinieblas’ (1 Jn 2,8-11).

Hace apenas dos días, mientras recordábamos los sufrimientos y la muerte del ser humano más maravilloso que el mundo haya conocido, nos encontramos cara a cara con el lado oscuro de la naturaleza humana, la oscuridad que llevó a los enemigos de Jesús a torturar, humillar, y finalmente asesinarlo en una cruz. En ese día negro en Jerusalén, la capacidad de los seres humanos para odiarse, lastimarse y dañarse unos a otros se salió completamente de control. No es de extrañar, entonces, que “las tinieblas cubrieran toda la tierra hasta las tres de la tarde”, que “se apagara la luz del sol”, y que “el velo del templo se rasgara en dos” (Lc 23,24).

Aaún continúa una lucha poderosa entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal. Está sucediendo en el cosmos físico, en las sociedades humanas y dentro de nuestras propias personalidades. Aunque la oscuridad a menudo parece ser más fuerte que la luz, aún no ha triunfado. La luz es notablemente resistente. A menudo en peligro de extinguirse, logra sobrevivir e incluso ganar muchas victorias. Las palabras de Mahatma Gandhi, el padre de la India moderna, todavía suenan tan verdaderas como cuando las pronunció hace setenta años: “Cuando me desespero, recuerdo que a lo largo de la historia siempre ha ganado el camino de la verdad y el amor. Ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero, al final, siempre caen". Las palabras de la liturgia de la Vigilia Pascual expresan la misma verdad de una manera igualmente atractiva: "El poder de este santo La noche [de Pascua],' proclama, 'disipa todo mal, lava la culpa, restaura la inocencia perdida, trae alegría a los dolientes. Expulsa el odio, nos trae paz y humilla el orgullo terrenal”. Nuestra celebración de la Pascua nos recuerda que la oscuridad del mal y el odio nunca tendrán la última palabra. Porque la resurrección de Jesús proclama el triunfo final de la luz sobre las tinieblas y del bien sobre el mal, tanto en nosotros como en nuestro mundo.

Jesús fue sepultado al atardecer, cuando la oscuridad una vez más se cernía sobre la tierra, a todas luces una víctima y un fracaso. Pero al tercer día salió el sol sobre él victorioso y triunfante, vivo, poderoso e influyente. Una vez más, “la luz verdadera, que ilumina a todos, venía al mundo” (Jn 1, 9)

Así que celebramos hoy su resurrección levantándonos nosotros mismos de las tinieblas y de la muerte. El mismo Señor Resucitado, representado aquí por este hermoso cirio pascual que arde entre nosotros, nos pide que dejemos atrás las obras de las tinieblas, que renunciemos y rechacemos todo lo que sea oscuro, siniestro y malvado en nuestras vidas, y como personas conectadas a él por el bautismo, para 'andar siempre como hijos de la luz', siguiendo sus huellas.

Así que ahora estamos invitados a renovar nuestras promesas bautismales. Rechaza la oscuridad, el mal y el pecado en toda forma y forma. Y promete seguir a Jesucristo de ahora en adelante, en una vida de luz, de bondad y de amor, una vida moldeada por su propio ejemplo poderoso, una vida sostenida y guiada por el Espíritu Santo, que él nos dio por primera vez en el bautismo y que nos da nosotros de nuevo ahora mismo. Así que juntos, querido Pueblo de Dios, renovemos nuestras promesas bautismales, y renovémoslas con la mayor fuerza, claridad, alegría y entusiasmo que podamos.
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Lectura en lenguage Latinoamericano -
Domingo de Pascua - La Resurrección del Señor - Misa del día
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Primera Lectura: Hch 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.

Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados’’.

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Salmo Responsorial: Salmo 117, 1-2. 16ab-17. 22-23
(24)
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
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Segunda Lectura: Col 3, 1-4
Hermanos: Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él.

O bien: 1 Cor 5, 6b-8
Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva, ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.

Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.
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Secuencia de Pascua: Victimae paschali laudes
Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
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Aclamación antes del Evangelio: 1 Cor 5, 7b-8a
R.
Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado;
celebremos, pues, la Pascua.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. _______________________________________________________________________________________________
A cuarenta días de penas le siguen Cincuenta de alegrías
Después de los cuarenta días de preparación, es decir de la cuaresma,
ahora tenemos cincuenta días para celebrar al Señor Resucitado.
Por esta razón, hoy tenemos  lecturas maravillosas para este tiempo.
Comenzamos con la historia de la tumba vacía en el cuarto Evangelio, algo parecidos a los demás, pero a la vez muy diferente.

No hay ninguna palabra que pueda describir lo que es la resurrección,
este es un hecho que supera toda palabra. 

Para los discípulos, la resurrección es una experiencia de revelación,
sin embargo, esto les trae zozobra, miedo y dudas.
En las escrituras del Antiguo Testamento,
estas reacciones se asocian a escenas de revelación (Moisés), también un acontecimiento perturbador. 

Es algo totalmente inesperado que viene de fuera de las personas y produce un cambio radical en sus vidas.
Para los discípulos, la resurrección es una novedad total, una nueva creación, un nuevo comienzo.

El acto implícito pero dubitativo de la fe del discípulo amado se convierte en explícito y directo en el “vio y creyó”,
lo mismo que pasa en el encuentro entre María de Magdala y Jesús resucitado.

Si prestamos la suficiente atención y tratamos de ver las cosas con una mente abierta,
podemos aprender lo mismo de estos dos "encuentros":
Que la fe en la resurrección es un asunto del corazón, más que de la cabeza.

Al encontrar la tumba vacía, María Magdalena corre a los apóstoles y los sorprende con la noticia.
Que buena nueva tan inesperada y difícil de creer.

Juan es el único Evangelista que involucra directamente a los apóstoles
en la constatación de que la tumba de Jesús estaba vacía.
Ellos constatan por sí mismos; no están allí ni Jesús ni ángeles
para orientarlos sobre el significado de este gran acontecimiento.

Aun así, una gran alegría los invade en medio de su inicial confusión.

El Discípulo Amado y Pedro vieron los lienzos sin el cuerpo dentro de la tumba vacía,
pero fue él quien entendió lo que esto significaba: que Jesús había resucitado de entre los muertos!

A veces pasa que cuando encontramos un paisaje tan impresionante y hermoso, nos quedamos como embobados.
Emocionados empezamos a tomar cuanta foto podemos para tratar de captar la visión,
las emociones, la experiencia, y la maravilla de la vista.
Pero cuando tratamos de explicar esto a nuestros amigos, es inútil esperar que sientan
y se emocionen del mismo modo que lo hicimos nosotros ante tal maravilla.
Ellos sólo lo entenderían si ven por sí mismos lo que yo vi.
Para aquellos que no entienden, las palabras sobran,
y para los que sí entienden, las palabras no son necesarias.

La lectura de la historia de la resurrección nos deja esa misma sensación.
Es un hecho profundamente misterioso,
es imposible capturar el impacto en los corazones de sus seguidores, ese primer día de Pascua.

Este evangelio, es realmente una gran noticia, es atemporal y lo sigue siendo para aquí y ahora.
Debe tratar de reflejarme en las personas de esta historia,
debo tratar de meterme dentro de la historia que San Juan narra hoy.

¿Soy como Magdalena, que dio la noticia de la resurrección a los demás?
¿Soy como los apóstoles que responden de inmediato y corren hacia la tumba para ver por sí mismos.

El relato de la resurrección de Jesús, me conmuevo profundamente, me toca y atrapa una y otra vez.

En nuestras oscuridades y desolaciones, cuando clamamos a Dios por ayuda,
cuando gritamos desde el corazón: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
y leemos esta lectura, de veras entendemos que Dios ni se olvida ni nos abandona.
Iluminados por esta luz victoriosa descubrimos que la hora más oscura es justo antes del amanecer.

Pongámonos en la mañana de Pascua, rodaron la piedra de la entrada de la tumba.
¿Puedo imaginar que a veces mi corazón es como una tumba en espera de la resurrección?
¿Puedo imaginar algo parecido a una piedra que me está frenando de disfrutar la vida en plenitud?

De repente es una adicción, una compulsión
o algún secreto oculto y oscuro que nunca he compartido con nadie.
Podemos estar tan enfermos como oscuros son nuestros secretos.

El Papa Francisco nos recuerda:
"Estamos llamados a ser personas de esperanza gozosa, no profetas del juicio final!"
Gracias a la resurrección de Jesús, todos podemos tener una alegría esperanzada,
y estamos obligados a compartirla con el mundo.
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Enamorarse de Dios
No hay nada más práctico que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse rotundamente y sin ver atrás.
Aquello de lo que te enamores,
lo que arrebate tu imaginación, afectará todo.

Determinará lo que te haga levantar por la mañana,
lo que harás con tus atardeceres,
cómo pases tus fines de semana,
lo que leas, a quien conozcas,
lo que te rompa el corazón
y lo que te llene de asombro
con alegría y agradecimiento.

Enamórate, permanece enamorado,
y esto lo decidirá todo.

(Atribuido a Pedro Arrupe, SJ 1907-1991)