domingo, 17 de abril de 2022

TOC - 5to Domingo de Pascua - Vivir el mandamiento - Jn 13, 31-33a. 34-35

Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas;
reveló su victoria a los ojos de las naciones. Aleluia. (Sal 97, 1-2)


¿Es realmente posible el amor-mandamiento?
Podemos preguntarnos si este mandamiento de Jesús en la última Cena
de amarnos unos a otros es realmente tan nueva.
Después de todo, él podría citar un requisito de Antiguo Testamento
de amar a mi prójimo como a mí mismo (Lev 19:18).

El nuevo y más claro elemento es que debemos amar tal como Jesús
nos ha amado, y eso es totalmente, hasta la última gota de su sangre,
la que derramó en la colina del Calvario. Encontramos otro sentido
del mandamiento cristiano de amarnos unos a otros en la amplitud
de la definición de quién es mi vecino, ese a quien debo amar.

En la parábola del buen samaritano, vemos que todo el mundo es mi vecino - incluso los de diferente nacionalidad o religión. Por eso ahora, el amor al prójimo es mucho más exigente, va más allá de todo racismo o prejuicios.

¿Es posible este tipo de amor?
Si damos un  vacilante como posible respuesta,
es evidente que muchos de nosotros,
fracasaremos en ponerlo en práctica la mayoría de las veces
cuando debemos vivir este mandamiento nuevo a plenitud.
Sólo podremos amar a plenitud
si cooperamos generosamente para que actúe la gracia de Dios.
Tenemos la certeza de que esto puede ser posible
gracias a la nueva alianza establecida por Cristo,
y porque tenemos la presencia viva de Jesús resucitado siempre con nosotros,
ese espíritu que nos ayuda a amar a su manera.

Por supuesto que hay situaciones difíciles en las que es muy exigente
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos,
o, incluso de amar al prójimo de alguna manera.
Si pensamos en el extremismo islámico,
cualquier otra forma de terrorismo o de extremismo, o en los tiempos de guerra,
muchas veces caemos en la fuerte tentación de deshumanizar al enemigo,
e incluso, de considerarlos como que ya no forman parte de la familia humana.
Los vemos lejanos e indignos de cualquier tipo de amor o respeto.
Pero el mandamiento de amar sin condiciones que nos pide Jesús, partiendo de su propia experiencia de perdonar a los que lo crucificaron, constantemente nos llaman
a reconsiderar las cosas y buscar la reconciliación y la paz en lugar de la victoria total.

¿Podemos realmente vivir cada momento estando en comunión con Jesús durante todo el día?
Al final, sólo si trabajamos con la gracia de Dios
es que podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos en este nuevo estilo, hasta el extremo.
Sólo si vivimos a diario con Jesús amaremos al prójimo como nos amamos, sin condiciones.
Sólo si vivimos nuestro cada día con Jesús podremos amar como Él amaba.
Sólo si vivimos cerca de Jesús podremos amar como Jesús nos pidió.

Si no vivimos así, estaremos actuando sólo con nuestras fuerzas humanas,
y amando con algún otro tipo de amor, pero no el amor incondicional de Jesús,
ese amor que nos dice: "Les doy un mandamiento nuevo: ámense unos a otros como yo los he amado."
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Lectura Bíblica en Lenguaje Latinoamericano - TOC - 5to Domingo de Pascua
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Primera lectura: Hch 14, 21b-27

En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, Iconio y Antioquía,
y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe,
diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.

En cada comunidad designaban presbíteros,
y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído.

Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia;  predicaron en Perge y llegaron a Atalía.

De ahí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios,
para la misión que acababan de cumplir.

Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos
y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe.
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Salmo Responsorial: Salmo 144, 8-9. 10-11. 12-13ab 
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino Y den a conocer tus maravillas.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que muestren a los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre, y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

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Segunda lectura: Apoc. 21, 1-5a
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo
y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.

También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse
con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía:
“Ésta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo.
Dios les enjugará todas sus lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo,
ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó”.

Entonces el que estaba sentado en el trono,
dijo: “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 13, 34
R. Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 13, 31-33a. 34-35
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre
y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes.
Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado;
y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.
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Oremos:
Dios omnipotente y eterno,
realiza plenamente en nosotros
el misterio pascual,
para que,
renacidos por el santo bautismo,
con tu ayuda demos fruto abundante
y alcancemos la alegría de la vida eterna.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos.
R./ ¡Amén!

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