Salmo Responsorial: Salmo 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38. No olvidemos las hazañas del Señor.
Segunda lectura: Fili 2, 6-11: Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó.
Aclamación antes del Evangelio: con tu santa cruz redimiste al mundo.
Evangelio: Mc 8, 27-35: Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto.
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En tiempos de Jesús,
nadie habría considerado la
crucifixión un triunfo ni una victoria.
Quizás se considerara un triunfo para
quienes crucificaban; sin duda,
nunca se habría considerado un triunfo para la
persona crucificada.
Fue un triunfo del amor sobre el odio.
Como dice el evangelista Juan en el evangelio de hoy:
«Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único».
Jesús reveló el amor de Dios en todo lo que dijo e hizo,
pero lo reveló con mayor plenitud en la cruz. Juan, el evangelista,
diría que en la cruz Jesús reveló la gloria de Dios.
Por eso, en el evangelio de Juan, Jesús habla de su crucifixión venidera como la hora de su glorificación.
El amor auténtico siempre da vida, y eso es algo único del amor de Dios.
Además de ser el triunfo del amor sobre el odio, la cruz de Jesús es el triunfo de la vida sobre la muerte.
Jesús fue condenado a muerte de la manera más cruel,
pero a través de su muerte pasó a una nueva vida y esa vida nos fue ofrecida a todos.
La sangre y el agua que fluyen del costado de Jesús en el evangelio de Juan
nos hablan de la vida que fluye a través de la muerte de Jesús.
La cruz ha sido celebrada en el arte como el árbol de la vida.
El triunfo de la cruz, que es el triunfo de Dios y de Jesús sobre Satanás y todas las fuerzas del mal y la muerte,
es un triunfo en el que todos participamos.
Desde la cruz, Jesús nos atrae a todos hacia el amor y la vida de Dios.
Como dice en el evangelio de Juan, cuando sea levantado de la tierra,
atraeré a todos hacia mí. Simplemente tenemos que dejarnos atraer por él.
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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano TOC 24 Domingo - Fiesta de la
Exaltación de la santa Cruz
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En aquellos días, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo:
"¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto?
No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida".
Entonces
envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron
muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado al
murmurar contra el Señor y contra ti.
Ruega al Señor que aparte de nosotros las
serpientes".
Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
"Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo.
El que haya sido
mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá".
Moisés hizo
una serpiente de bronce y la levantó en un palo;
y si alguno era mordido y
miraba la serpiente de bronce, quedaba curado.
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Escucha,
pueblo mío, mi enseñanza;
presten
oído a las palabras de mi boca.
Abriré mi
boca y les hablaré en parábolas;
anunciaré lo que estaba oculto desde la creación
del mundo.
R. No olvidemos las hazañas del Señor.
Cuando Dios
los hacía morir, lo buscaban
y
madrugaban para volverse hacia él.
Se
acordaban de que Dios era su auxilio;
el Dios altísimo su redentor.
R. No olvidemos las hazañas del Señor.
Lo adulaban
con su boca,
le mentían
con su lengua;
su corazón
no era sincero con él,
ni eran
fieles a su alianza.
R. No olvidemos las hazañas del Señor.
Pero él
sentía lástima de ellos,
les
perdonaba su culpa y no los destruía.
Muchas
veces dominó su ira
y apagó el
furor de su cólera.
R. No olvidemos las hazañas del Señor.
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Cristo,
siendo Dios,
no
consideró que debía aferrarse
a las
prerrogativas de su condición divina,
sino que,
por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la
condición de siervo,
y se hizo
semejante a los hombres.
Así, hecho
uno de ellos, se humilló a sí mismo
y por
obediencia aceptó incluso la muerte,
y una
muerte de cruz.
Por eso
Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó
el nombre que está sobre todo nombre,
para que al
nombre de Jesús todos doblen la rodilla
en el
cielo, en la tierra y en los abismos,
y todos
reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria
de Dios Padre.
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R. Aleluya, aleluya.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Aleluya.
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En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
"Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre,
que bajó del cielo y está en el cielo.
Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque
tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su
Hijo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salvara por él''.
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