Desde siempre, las lucesitas en el cielo nos han fascinado. Los fenómenos y las estrellas nos afectan de modos diferentes. A algunos como portentos y presagios para predecir eventos futuros. A otros como ayuda para calcular las edades y distancias a las estrellas lejanas. A algunos de nosotros como eventos hermosos pero lejos de nuestro alcance, y por eso, queremos atraparlos con alegría en lenguaje escrito, oral, pictórico, o musical.
Las estrellas parpadean en nuestras historias de amor, cantos y poemas. Hasta las usamos como una descripción de nuestros modelos a seguir. Las estrellas son inspiradoras.
Jesús, el Príncipe de Paz acoge a todos los que buscan la paz, a todas las las personas de buena voluntad, no importa su raza, credo o nacionalidad.
Pastores y reyes, ricos y pobres, locales y extranjeros, todos buscamos lo mismo, una vida de paz y plenitud. "Todos los humanos buscamos la paz" es una generalización muy verdadera.
Romper la paz es siempre una decisión dolorosa para todos. La ira, la maldad, la beligerancia y la crueldad no son naturales para la persona humana. En nuestros mejores instintos, deseamos paz y benevolencia a todos; ese deseo está presente en todas las culturas y razas.
Los símbolos universales en la historia de los magos hablan a una audiencia más amplia que solo los cristianos. Habla a todos los que miran más allá de los sentidos y sueñan con algo mejor, solidario y compartido, eso que es natural y común en nosotros. Tanto pastores como magos sabios hallaron inspiración en los cielos de Belén al nacer Jesús.
Podemos explicarlos como relatos de presagios y cálculos y rara vez pensar en la inspiración que los puso en un viaje. Fue un ejemplo temprano de una marcha por la paz.
El deseo recurrente del observador de estrellas es encontrar un lugar de paz que se encuentra quizás en algún lugar más allá de las estrellas.
A través de los siglos, todas las culturas han mirado hacia arriba y las estrellas se han preguntado por su significado o por la belleza de su funcionamiento. Aún hoy, con todos los avances tecnológicos y científicos nos preguntamos si hay algo más allá, afuera, en esa inmensidad que sobrepasa nuestro entendimiento.
Una parte de nosotros cree inexplicablemente que todo lo que hay es bueno o al menos es mejor que lo que tenemos aquí. En la mayoría de los casos, nuestro deseo de inspiración nos pide lo único que tenemos derecho a esperar aquí en la Tierra: igualdad, libertad y solidaridad; en pocas palabras ¡Paz!
Oremos por un espíritu más pacífico entre naciones, familias e individuos,
para que la Paz prevalezca a lo largo de este año.
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Primera lectura: Is 60, 1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti.
Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos;
pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria.
Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará,
cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
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Salmo Responsorial: Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (11)
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, ere tras era.
De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones.
Ante el se postrarán todos los reyes y todas las naciones.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Al débil librará del poderoso y ayudara al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
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Segunda Lectura: Ef 3, 2-3a. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
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Jesús, el Príncipe de Paz acoge a todos los que buscan la paz, a todas las las personas de buena voluntad, no importa su raza, credo o nacionalidad.
Pastores y reyes, ricos y pobres, locales y extranjeros, todos buscamos lo mismo, una vida de paz y plenitud. "Todos los humanos buscamos la paz" es una generalización muy verdadera.
Romper la paz es siempre una decisión dolorosa para todos. La ira, la maldad, la beligerancia y la crueldad no son naturales para la persona humana. En nuestros mejores instintos, deseamos paz y benevolencia a todos; ese deseo está presente en todas las culturas y razas.
Los símbolos universales en la historia de los magos hablan a una audiencia más amplia que solo los cristianos. Habla a todos los que miran más allá de los sentidos y sueñan con algo mejor, solidario y compartido, eso que es natural y común en nosotros. Tanto pastores como magos sabios hallaron inspiración en los cielos de Belén al nacer Jesús.
Podemos explicarlos como relatos de presagios y cálculos y rara vez pensar en la inspiración que los puso en un viaje. Fue un ejemplo temprano de una marcha por la paz.
El deseo recurrente del observador de estrellas es encontrar un lugar de paz que se encuentra quizás en algún lugar más allá de las estrellas.
A través de los siglos, todas las culturas han mirado hacia arriba y las estrellas se han preguntado por su significado o por la belleza de su funcionamiento. Aún hoy, con todos los avances tecnológicos y científicos nos preguntamos si hay algo más allá, afuera, en esa inmensidad que sobrepasa nuestro entendimiento.
Una parte de nosotros cree inexplicablemente que todo lo que hay es bueno o al menos es mejor que lo que tenemos aquí. En la mayoría de los casos, nuestro deseo de inspiración nos pide lo único que tenemos derecho a esperar aquí en la Tierra: igualdad, libertad y solidaridad; en pocas palabras ¡Paz!
Oremos por un espíritu más pacífico entre naciones, familias e individuos,
para que la Paz prevalezca a lo largo de este año.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Solemnidad de la Epifanía - Ciclo C
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________Primera lectura: Is 60, 1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti.
Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos;
pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria.
Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará,
cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
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Salmo Responsorial: Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (11)
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, ere tras era.
De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones.
Ante el se postrarán todos los reyes y todas las naciones.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Al débil librará del poderoso y ayudara al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
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Segunda Lectura: Ef 3, 2-3a. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 2, 2
R. Aleluya, aleluya.
Hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido a adorar al Señor.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel".
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo".
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
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R. Aleluya, aleluya.
Hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido a adorar al Señor.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel".
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo".
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
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