lunes, 4 de julio de 2022

TOC - Domingo 10 - El hijo de la viuda de Naim - Lc 7, 11-17

Nota: Estas lecturas son para el Décimo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C,
              sólo cuando este Domingo no cae ni en Pentecostés, ni en la fiesta de la Santísima Trinidad.
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1ra. Lectura: 1 Re. 17,17-24. Elías resucita al hijo de una viuda.
Salmo Responsorial: Sal 30: 2,4, 5-6, 11,12,13. Te alabaré, Señor, me has rescatado
2da. Lectura: Gal 1, 11-19. Dios me reveló a su Hijo para que proclamara la Buena Nueva a los paganos
Evangelio: Lc 7, 11-17. Resurrección del hijo de la viuda de Naim
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La primera lectura y el evangelio nos hablan del triunfo universal de la compasión la vida. La misericordia de Yahvé y la misericordia de Jesús, muestran su sentido más universal. 
Jesús se «conmovía» ante el sufrimiento de los pobres,
los enfermos y las viudas.
La historia de la viuda de Sarepta y el profeta Elías, marcan profundamente la fe de Israel.  
La generosidad de una mujer,
que desde su pobreza comparte lo poco que tiene,
conmueve al profeta Elías y al mismo corazón de Dios,
por eso la compensan con el regalo de la vida más larga.

Muchos
 interpretan erróneamente la petición de Elías y lo critican
por pedir comida de la viuda cuando él sabía que era todo lo que tenía.


Pero, la resurrección del hijo de la viuda por intercesión de Elías
es una manifestación de la universalidad del amor de Yahvé.
Es también un acto de solidaridad con toda la raza humana.
Yahvé es un Dios que quiere que tengamos vida
y que la tengamos en abundancia y alegría.

Elías por su parte, es recordado como un profeta de dimensión universal,
un profeta misionero porque como vemos,
su misión va más allá de las fronteras del judaísmo.


Por esa razón, muchos judíos creían que Juan Bautista, o Jesús, eran el nuevo Elías o Elías re-encarnado.

La historia de este milagro invita a confiar más profundamente en Dios,
la confianza se convierte  en fe y posibilita el cumplimiento de las promesas de Dios. 

Sin embargo, el Señor nos pide cosas difíciles - pero nos bendice cuando obedecemos.
Puede que Elías no haya querido pedir algo tan difícil a la viuda,
sin embargo, sabía lo que el Señor quería de él y así lo hizo.
Ambos debían tener fe en que el Señor los bendeciría, y lo hizo.


El texto de Gálatas nos advierte que la Buena Nueva anunciada por Pablo viene del propio Jesús. Pablo les dice que no es él quien habla sino que es su Señor quien lo hace a través de sus labios.  Pablo reconoce sus errores cuando fue perseguidor de la Iglesia cristiana primitiva, pero también agradece el favor de Dios al revelarle a su Hijo Jesús para el anuncio del evangelio en medio de los gentiles. La misión se abre a nuevas fronteras, no hay excusas para seguir cerrados creyendo que la salvación es propiedad exclusiva de los judíos.  Jesús insiste en abrir el Reino de Yahve más allá de las fronteras del judaísmo, porque la salvación que ofrece debe alcanzar a todos.

"Por tí aprendimos que El Reino de Dios,
se encuentra abierto y nunca se cierra,
que está invitado muy especialmente
el que construye la paz en la tierra."
(Gracias Misionero, P. Diego, Misionero Columbano)


En el evangelio, Lucas narra un milagro de resurrección hecho por Jesús.
Naín era, y continúa siendo, una pequeña aldea cerca de Nazaret. 
Jesús iba con sus discípulos cuando se cruzaron con el entierro del hijo único de una viuda. 
Según la tradición bíblica, las viudas eran vulnerables y sus posesiones apetecidas por ambiciosos e injustos.

Eso empeoraba si no tenían en la familia un hijo varón que les garantizara seguridad y dignidad. 

Sólo el hombre garantizaba para ellas un status dentro de la sociedad.
Las mujeres eran vistas como objetos de propiedad, primero del padre y luego de su marido.
Eran valoradas especialmente por su condición de procreadoras.


La viuda de Naín está pasando por una dura prueba.
La pérdida de su hijo era también la pérdida de protección, dignidad y consideración en la sociedad donde vivía. 
Luego de haber perdido su marido,
con la muerte ahora de su único hijo varón, 
ella pierde también su seguridad, estabilidad y respeto.
El llanto de la viuda es el grito silencioso
de una mujer que con la muerte de su hijo lo pierde todo.
Su destino es uno de vulnerabilidad, exclusión y desigualdad.
Su llanto es un grito 
que denuncia
el machismo y la discriminación social.


Jesús se conmueve por la suerte de esta mujer, se solidariza, la mira y la toma en cuenta,
le pide que no llore, se acerca al féretro... y ordena al muchacho difunto que se levante.


Finalmente, Jesús coloca al muchacho con vida en brazos de su madre.
Jesús transgrede de nuevo las reglas excluyentes de aquella sociedad,
devolviendo la vida al hijo, Jesús le devuelve la vida y la dignidad a la mujer viuda.

Hay que comprender que como humanos:
- Todos necesitamos amor para vivir.
- Todos necesitamos un amor verdadero y profundo.

Todos necesitamos recobrar nuestras entrañas de misericordia y compasión:
a) Para con todos los seres humanos,
b) Para con toda la comunidad de la vida,
c) Para la comunidad de los seres vivientes
d) Para todas las formas de vida de este planeta.

El Papa Francisco nos recuerda que, como Iglesia,
debemos recuperar nuestro ser «Iglesia pobre y para los pobres»

donde la compasión pastoral sea puesta en práctica en nuestras comunidades,
por encima de los criterios rigoristas, dogmáticos e inflexibles.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - X Domingo ordinario Ciclo C

Primera lectura: 1 Reyes 17, 17-24

En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa en la que se hospedaba Elías. La enfermedad fue tan grave, que el niño murió. Entonces la mujer le dijo a Elías: "¿Qué te he hecho yo, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para que recuerde yo mis pecados
y se muera mi hijo?"


Elías le respondió: "Dame acá a tu hijo". Lo tomó del regazo de la madre, lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó sobre el lecho.
Luego clamó al Señor:
"Señor y Dios mío, ¿es posible que también con esta viuda que me hospeda te hayas irritado, haciendo morir a su hijo?"


Luego se tendió tres veces sobre el niño y suplicó al Señor, diciendo: "Devuélvele la vida a este niño".
El Señor escuchó la súplica de Elías y el niño volvió a la vida.


Elías tomó al niño, lo llevó abajo
y se lo entregó a su madre, diciendo: "Mira, tu hijo está vivo".
Entonces la mujer dijo a Elías: "Ahora sé que eres un hombre de Dios y que tus palabras vienen del Señor".

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Salmo Responsorial: Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b (2ª)

Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.

Alaben al Señor los que lo aman,
den gracias a su nombre,
Porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
y en la mañana, el júbilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.

Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
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Segunda lectura: Gal 1, 11-19
Hermanos: Les hago saber que el Evangelio que he predicado, no proviene de los hombres,
pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.


Ciertamente ustedes han oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo,
cuando yo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios, tratando de destruirla;
deben saber que me distinguía en el judaísmo, entre los jóvenes de mi pueblo y de mi edad,
porque los superaba en el celo por las tradiciones paternas.


Pero Dios me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó.
Un día quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos.
Inmediatamente, sin solicitar ningún consejo humano
y sin ir siquiera a Jerusalén para ver a los apóstoles anteriores a mí,
me trasladé a Arabia y después regresé a Damasco.

Al cabo de tres años fui a Jerusalén, para ver a Pedro y estuve con él quince días.
No vi a ningún otro de los apóstoles, excepto a Santiago, el pariente del Señor.

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Aclamación antes del Evangelio: Lc 7, 16
R.
Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 7, 11-17
En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím,
acompañado de sus discípulos y de mucha gente.
Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto,
hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.

Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: "No llores".
Acercándose al ataúd, lo tocó, y los que lo llevaban se detuvieron.
Entonces Jesús dijo: "Joven, yo te lo mando: levántate".
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar.
Jesús se lo entregó a su madre.

Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo:
"Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo".

La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.
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