que había oído hablar del poder de Jesús para sanar.
Este soldado romano era un centurión porque estaba a cargo de 100 hombres.
También era lo que se conoce en el sentido técnico como un temeroso de Dios.
Él era un adorador no judío o gentil
que era además muy querido por todos los que lo conocían,
incluso por sus enemigos, los israelitas.
El centurión del evangelio de Lucas,
aparece cuando Jesús terminaba su enseñanza a sus discípulos.
Este centurión hizo buenas obras para con sus enemigos;
compartió con ellos su propio dinero para construir la sinagoga de Cafarnaum.
Este hombre escuchó la Palabra de Dios y puede ser comparado con el que edifica su casa sobre el fundamento sólido de roca de esa Palabra... él envía por el Maestro.
El centurión, como buen hombre práctico que es, había oido hablar de Jesús y actúa, va hacia él.
Él complementa el oir y el actuar y nos da un buen ejemplo de lo que es amar de verdad, como seres divinos que somos todos. Ama al modo de Jesús que nos dijo que amemos sin esperar nada a cambio. En este pasaje, vemos a uno que ama a su esclavo. Él ama a quien la mayoría despreciaría y maltrataría. Él ama a su siervo. También amaba a la Nación de Israel.
Normalmente, los líderes romanos odiaban a sus esclavos y los maltrataban.
Odiaban a sus enemigos. Aquí, este hombre ama a los que son sus enemigos.
El pasaje de este centurión nos conecta con el sermón de Jesús a sus discípulos que se encuentra en Lucas 6.
Aquí, Jesús predica lo que debe ser y hacer un discípulo
y luego Lucas registra para nosotros un ejemplo maravilloso de la enseñanza de Jesús encarnado.
Vemos en Lucas 6 la teoría del discipulado y en Lucas 7 un ejemplo vivo de discipulado.
Verdaderamente, este Centurión es un discípulo de lo más inesperado.
Este texto nos enseña sobre la grandeza y el poder de Cristo y sobre la pequeñez del hombre.
Nos muestra a un Jesús sencillo, que se asombra cuando se ejerce una gran fe.
Jesús repite una vez más que esa gran fe mostrada por el centurión produce la sanación de su siervo.
También vemos que el amor que jesús ejerce trasciende los rangos sociales.
El amor cristiano, por lo tanto,
debe ser más grande que cualquier estatus o rango que podamos ver establecido en la sociedad actual.
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Lecturas IX
Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
1ra Lectura: 1 de Reyes, 8, 41-43
En
el templo que había construido en Jerusalén, Salomón elevó a Dios esta
plegaria:
“Los extranjeros oirán hablar de tu gran nombre, de la fuerza de
tu mano y de tu brazo protector.
Cuando uno de ellos, no israelita, atraído por
la fama de tu nombre,
venga de un país distante para orar, escúchalo tú desde el
cielo, tu morada,
y concédele todo lo que él te pida.
Así te conocerán y
temerán todos los pueblos de la tierra, lo mismo que tu pueblo Israel,
y sabrán
que este templo que he construido, está dedicado a tu nombre.
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Salmo Responsorial: Salmo 116, 1. 2
Que
alaben al Señor todas las naciones,
que
lo aclamen todos los pueblos.
R. Que aclamen al Señor
todos los pueblos.
Porque
grande es su amor hacia nosotros
y
su fidelidad dura por siempre.
R. Que aclamen al Señor
todos los pueblos.
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Segunda Lectura:Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 1-2. 6-10
Yo,
Pablo, enviado no de hombres, nombrado apóstol no por un hombre,
sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos,
y conmigo todos los hermanos, escribimos a las Iglesias de Galacia.
Me
sorprende que tan pronto hayan abandonado
al que los llamó a la gracia de Cristo, y se hayan pasado a otro evangelio.
No
es que haya otro evangelio,
lo que pasa es que algunos los turban para volver del revés el Evangelio de
Cristo.
Pues
bien, si alguien les predica un evangelio distinto del que les hemos predicado
—seamos nosotros mismos o un ángel del cielo—, ¡sea maldito!
Lo
he dicho y lo repito: Si alguien les anuncia
un evangelio diferente del que recibieron, ¡sea maldito!
Cuando
digo esto, ¿busco la aprobación de los hombres, o la de Dios?;
¿trato de agradar a los hombres?
Si
siguiera todavía agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo.
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Evangelio: Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo,
cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir,
a un criado a quien estimaba mucho.
Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
para rogarle que fuera a curar a su criado.
Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo
y nos ha construido la sinagoga».
Jesús
se fue con ellos. No estaba lejos de la casa,
cuando el centurión le envió unos
amigos a decirle:
«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo
mi techo;
por eso tampoco me creí digno de venir personalmente.
Dilo de
palabra, y mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y
tengo soldados a mis órdenes,
y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y
viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace».
Al
oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra
del Señor.
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