lunes, 4 de julio de 2022

TOC - Domingo 14 - Testimonio vivo - Lc 10, 1-12. 17-20

Jesús envía a sus discípulos a continuar su trabajo, con instrucciones precisas. Después de cumplido el encargo, los Discípulos regresaron en un espíritu jubiloso, reportando su éxito misionero.

En el evangelio de hoy, vemos cómo Jesús los envió en pares.
Aunque Jesús los llamó  individualmente, nunca los envió solos.
Sólo en dos episodios vemos a un apóstol solo:
uno cuando  lo traiciona, y otro cuando lo niega.
El apoyo de los demás es esencial para vivir el evangelio.
Incluso un ermitaño era enviado por una comunidad,
y debe seguir en contacto con ese grupo.

Jesús les advierte que van como corderos entre lobos.
Aunque eso no era muy alentador, era su única  opción.
Si predicaban un mensaje cómodo y complaciente,
no predicaban el mensaje de Jesús, que buscaba un cambio fundamental.

Jesús también les promete que irán con el don de la curación y la sabiduría,
por eso regresaron entusiasmados por la acogida que recibieron de la gente.
Habían obedecido a Jesús, y funcionó. Experimentaron por sí mismos su poder curativo.
Y lo que es lo mejor, Jesús les aseguró que sus nombres se registraron en el corazón de Dios todopoderoso.

Nuestro discipulado debe ser de dos frases: "Vengan y Vean" y "Vayan y cuenten"
Si apreciamos el valor de tener a Jesús en nuestras vidas, de hecho que contaremos a otros sobre él.
Hay una diferencia entre testificar y predicar.
Todos podemos testificar, pero no todos podemos predicar.
Para muchos buenos cristianos es casi imposible predicar en público,
pero para todos sí nos es posible dar testimonio de Cristo, con la calidad de nuestra vida.

Imagínese que después de un desastre nuclear solo quedan cien personas vivas en la tierra.
Según las estadísticas actuales, setenta de ellos serían pobres, mientras que treinta serían muy ricos.
Noventa y tres de ellos se quejarían de que siete de ellos poseen la mitad del dinero,
comen un tercio de la comida y tienen más y mejor atención médica que los otros noventa y tres.
¡Qué difícil para los siete tener el coraje para evangelizar a los noventa y tres!
¡Cómo pueden hablar del maravilloso Salvador que tienen, de compartir, de alimentar a los hambrientos,
mientras que los siete tiran más comida de la que alimentarían a todos los noventa y tres!
Se necesitaría una cierta simplicidad de estilo de vida, vivir como testimonio la buena noticia
para que ésta sea realmente creíble para aquellos con los que intentan compartirla.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Domingo 14, TOC

Primera lectura: Is 66, 10-14
Alégrense con Jerusalén, gocen con ella todos los que la aman,
alégrense de su alegría todos los que por ella llevaron luto,
para que se alimenten de sus pechos, se llenen de sus consuelos
y se deleiten con la abundancia de su gloria.

Porque dice el Señor:
“Yo haré correr la paz sobre ella como un río y la gloria de las naciones
como un torrente desbordado.
Como niños serán llevados en el regazo y acariciados sobre sus rodillas;
como un hijo a quien su madre consuela, así los consolaré yo.
En Jerusalén serán ustedes consolados.

Al ver esto se alegrará su corazón y sus huesos florecerán como un prado.
Y los siervos del Señor conocerán su poder’’.

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Salmo Responsorial: Salmo 65, 1-3a. 4-5. 6-7a, 16 y 20 (1)
Que aclame al Señor toda la tierra; celebremos su gloria y su poder,
cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: “Tu obra es admirable”.
R. Las obras del Señor son admirables.

Que se postre ante ti la tierra entera y celebre con cánticos tu nombre.
Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres.
R. Las obras del Señor son admirables.

El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto.
Llenémonos por eso de gozo y gratitud: El Señor es eterno y poderoso.
R. Las obras del Señor son admirables.

Cuantos temen a Dios vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí.
Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia.
R. Las obras del Señor son admirables.
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Segunda lectura: Gal 6, 14-18
Hermanos: No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
Porque en Cristo Jesús de nada vale el estar circuncidado o no, sino el ser una nueva creatura.

Para todos los que vivan conforme a esta norma y también para el verdadero Israel, la paz y la misericordia de Dios.
De ahora en adelante, que nadie me ponga más obstáculos,
porque llevo en mi cuerpo la marca de los sufrimientos que he pasado por Cristo. 

Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes. Amén.
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Aclamación antes del Evangelio: Col 3, 15a. 16a
R. Aleluya, aleluya.
Que en sus corazones reine la paz de Cristo;
que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 10, 1-12. 17-20
En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir,
y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.
Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos.
Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos.
No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias
y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa.

En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan:
‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes.
De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’.
Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”.

Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo.
A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño.
Pero no se alegren de que los demonios se les someten.
Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.
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O bien:

Lc 10, 1-9
En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos
y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir,
y les dijo:
“La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.
Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos.
Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos.
No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’.
Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá.
Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario.
No anden de casa en casa.
En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den.
Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’”.

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